lunes, 12 de marzo de 2007


Socialismo, Tradición o Ruptura

Jesus Puerta

1.- El socialismo de nuevo en la agenda académica:

El socialismo vuelve a las agendas de la investigación social, introducido en el debate público de manera urgente por los líderes políticos, por los “hombres de acción” (en contraposición a los “contemplativos” –no tan contemplativos, después de todo- académicos). Específicamente ha sido el presidente venezolano, Hugo Chávez, acompañado por el Primer Mandatario boliviano, Evo Morales y, por supuesto, el líder cubano, Fidel Castro, quienes, en medio de una circunstancia en la cual varios líderes de izquierda de América Latina ocupan gobiernos del continente, replantean el proyecto socialista desde una perspectiva, ya no eurocéntrica, sino, adelantando nuestra visión, latinoamericana y (tal vez más importante) policéntrica.

Hasta el momento en que el presidente Chávez introduce la frase como consigna en sus discursos, la agenda académica de las ciencias sociales y políticas en Venezuela y el resto de América Latina grosso modo, había girado más bien en torno a temas muy distintos, tales como la democratización, la “gobernabilidad”, la “reforma del estado”, la “modernización de la economía” (en clave neoliberal), incluso “la lucha contra la pobreza”, tópicos todos característicos de la gran decepción con la izquierda de las décadas anteriores y el fortalecimiento de la hegemonía ideológica neoliberal en el campo académico. Todavía hoy en los eventos de los politólogos se tiende a negar la legitimidad al tema “Socialismo del siglo XXI”, metiéndolo en el lecho de Procusto del “populismo”.

Aunque no todos los participantes del debate fueron neoliberales. Especialmente la agenda postmoderna merece un tratamiento aparte. Haciendo un breve balance de esa discusión, que data desde los ochenta, pudiéramos fijar algunos puntos de llegada.

Artículo completo en:
http://www.gapsipe.org/virtual/file.php/2/SOCIALISMO_PUERTA.doc



jueves, 1 de marzo de 2007


Nuevo socialismo del Siglo XXI y saberes contrahegemónicos: una alternativa para luchar por la vida digna

Javier Biardeau R.

El nuevo Socialismo del siglo XXI implica invención y superación crítica, tanto de las prácticas teóricas, políticas, económicas, jurídicas, ideológicas, estéticas, éticas y culturales como de los errores y fracasos del viejo Socialismo Burocrático del siglo XX.

El nuevo Socialismo exige una nueva praxis revolucionaria, sustentada en concepciones pluralistas-radicales y nacional-populares del bien común, la justicia, la igualdad, la libertad y la liberación social.

Las tradiciones nacional-populares son las matrices simbólicas desde donde nacen las pulsiones de resistencia, la impugnación y la esperanza que movilizan la construcción de alternativas radicalmente democráticas al orden capitalista.

Diversidad de pensamientos contra-hegemónicos, convergencia socialista para la unidad democrática de la acción revolucionaria, desde aquí se abren vías insospechadas de movilidad revolucionaria. Han muerto las citas de autoridad, los textos sagrados y los dogmas que encarcelan la creatividad y la fecundidad de las vivencias transformadoras.

El Socialismo del siglo XXI será radical-democrático, será inmanentemente diverso y permanecerá como una obra abierta a los poderes creadores del pueblo.

Hay que dialogar crítica y abiertamente con las tradiciones revolucionarias sin complejos ni sectarismos. La fecundidad de la memoria de las luchas y el necesario saldo de inventario permitirá utilizar las enseñanzas como cartas de navegación, como mapas para transitar-configurar los cambios radicales de la conciencia y de las circunstancias.

La emancipación humana y la defensa de la vida digna son ejes fundamentales de la lucha contra la explotación del trabajo asalariado, la coerción política, la hegemonía ideológica, la negación cultural, los rostros múltiples de la opresión, la exclusión social y la destrucción de la naturaleza.

La revolución democrática permanente rumbo al socialismo del siglo XXI involucra una revolución correlativa en el plano epistemológico, estético, ético y en la vida cotidiana del pueblo, además de transformaciones radicales en las estructuras económicas jurídicas y políticas.

Se trata de cambiar la vida y la subjetividad configurada desde la lógica del capital, del desarrollo de la potencia humana a través de la praxis, no de cambios ajenos al plano subjetivo, de un tránsito desde el “individualismo unidimensional y posesivo” a la “personalidad social, multidimensional y solidaria”.

Como ha dicho Eduardo Galeano, El nuevo Socialismo es la ampliación de los espacios de libertad, a través de una igualdad social que reconoce principios de justicia cultural. No es el mundo de iguales uniformes, producto de las funciones de mandos y del dominio burocrático, se trata del mundo de la igualdad en la diversidad, de un mundo capaz de contener múltiples mundos.

Como ha dicho Gramsci, la utopía concreta implica derrumbar el fetichismo que recubre la separación entre gobernantes y gobernados. Más que dirección vertical, se requieren orientaciones colectivas, más que acatamiento de mandatos, se busca la asunción crítica de decisiones colegiadas, más que dependencia, inmadurez y sumisión, se trata de potenciar la autonomía, el desarrollo humano y la emancipación; en fin, construir comunidades contra-hegemónicas de liberación.

Todo esfuerzo organizativo para amplificar la potencia revolucionaria del poder popular debe subordinarse a él, y nunca pretender sustituir los mandatos que nacen del pueblo por funciones de mando de aparatos y estructuras verticales de dirección. Las estructuras y aparatos siguen a los procesos y movimientos, los organigramas son herramientas no objetivos ni fines. Hay que saber organizar las organizaciones, observar las observaciones, y pensar el pensamiento, allí está el bucle de retroacciones entre una praxis de liberación y los pensamientos complejos.

Quienes creen que el Socialismo está a la vuelta de la esquina en el desorden global contemporáneo son los burócratas del inmediato mañana, los gestores de Estados en crisis permanente por el descontrol de un capital transnacional.

El nuevo Socialismo del siglo XXI será un tránsito largo que llevará al menos tres generaciones de esfuerzos por derrumbar la racionalidad burocrática-instrumental dominante. Lo del siglo del siglo XXI no es un simple añadido. Es el reconocimiento de que la encrucijada por largos años será entre los Socialismos humanistas y las Barbaries capitalistas.

Revolución en la Revolución: ¡A impulsar el proceso de rectificación y el cambio de mentalidad en el seno de la Revolución Bolivariana!

Carlos Lanz Rodríguez*

I.- FALLAS Y LIMITACIONES QUE NECESITAMOS RECTIFICAR:


1.- El estilo de dirección y de organización política, heredada de la cultura adeca.

2.- La ambigüedad y el eclecticismo en torno al carácter de la revolución: descuido en las tareas atinentes al cambio estructural.

3.- La ineficiencia administrativa del gobierno central, estadal y municipal.

4.- El sectarismo y el clientelismo grupal.

5.- La dispersión de las políticas públicas.

6.- La burocracia partidista y los protagonismos artificiales.

7.- El tareismo ciego que no construye ni reflexiona.

8.- El abandono del estudio y la lucha ideológica.

9.- El afán de lucro y las corruptelas.

10.- Las prácticas no solidarias.

11.- Las distorsiones informativas: descalificación, corrillos, etc.

12.-El Monopolio y jerarquía del saber.

13.- El colonialismo intelectual y la dependencia .



II.- ASPECTOS DE LA NUEVA MENTALIDAD A CONSTRUIR:

1.- Impulso de una Nueva Cultura Política, centrada en valores y prácticas verdaderamente democráticas.

2.- Comprensión de las tareas históricas planteadas en el PERIODO DE TRANSICION: cambios en las relaciones de producción, REFUNDAR LA REPÚBLICA.

3.- Desburocratización del Estado, achatando las estructuras, simplificando las funciones, eliminando recaudos y papeleos.

4.- Acción unitaria, legitimando los matices y diferencias: UNIDAD EN LA DIVERSIDAD.

5.- Reivindicación del protagonismo popular y poder constituyente de la gente.

6.- Desarrollo del proceso formativo permanente.

7.- Defensa de la ética revolucionaria, centrada en valores humanistas.

8.- Promoción del esfuerzo cooperativo y el trabajo en equipo.

9.- Concreción de la interacción dialógica y la comunicación libre de coerción.

10.- Aplicación de los postulados de la democracia del saber y la soberanía cognitiva.

11.- Defensa del acervo indoafroamericano, como herencia de Nuestra América que permite construir la identidad continental frente al imperio.


5 de Junio 2004.
* Miembro del Colectivo Proyecto Nuestramérica- Mov. 13 de Abril

martes, 27 de febrero de 2007

Ni partido...ni único

Rigoberto Lanz

Hay una preocupación muy extendida en todos los ámbitos de la izquierda por encontrar fórmulas que le den consistencia a una enorme diversidad de agrupamientos que militan en el proceso revolucionario. Aspirar a una mayor eficacia del trabajo político y a plataformas unitarias para acometer proyectos de distinta naturaleza es desde luego una razonable aspiración. Pero una cuestión tan evidente no tiene por qué suscitar grandes debates ni ocupar la atención prioritaria de la dirigencia. Algo más de fondo se juega en esta formulación y es justamente sobre esos contenidos sobre los que vale la pena hurgar con más detenimiento.


La idea de “partido” (de izquierda o de derecha) es una reminiscencia de la Modernidad que hace rato hizo aguas en todas las experiencias históricas de Occidente. La crisis de la forma partido es consustancial a la debacle de la Modernidad política, al desvanecimiento de la idea de “representación”, a la evaporación de un espacio público concebido como intermediación de intereses en el marco de un “contrato social” culturalmente asentado. Asistimos al fin de la política moderna. Ello se traduce en la inviabilidad de las plataformas institucionales de la democracia burguesa, (Estado, parlamento, gremios, sindicatos, partidos)


Una transformación radical de la sociedad supone una completa reformulación de los sistemas de representación, de los mecanismos de participación, de las formas orgánicas mediante las cuales se expresa la voluntad de la gente. Supone desde luego una demolición del Estado burgués y su entramado organizacional. Supone la suplantación del viejo “contrato social” que nos trajo hasta aquí en estos tres siglos de Modernidad. Pretender transitar el camino de una revolución con los mismos dispositivos heredados de la Modernidad revela una candidez imperdonable. Creer que un “partido revolucionario” es algo que se resuelve con la condición revolucionaria de los militantes es otra ingenuidad que conmueve. El desafío verdadero del proceso venezolano actual es la generación de nuevas formas de gestión política. Esta es una materia pendiente en la que poco o nada se ha avanzado en estos años. El camino fácil de rellenar viejas estructuras del Estado moribundo o el expediente socorrido de copar los espacios sindicales y gremiales son todas estrategias circunstanciales acotadas por la coyuntura. De allí no surgirá nada que valga la pena. La revolución no pasa por allí. Los retos están en otro lado: en la construcción de nuevas formas de gestión política (los “Consejos Comunales” pueden ser un importante embrión) capaces de fundar otra idea de la participación. Los aparatos partidistas son reaccionarios por definición.


Ese formato está colapsado. Es preciso una alta dosis de imaginación para inventar otras modalidades de articulación de la gente. Parece una insoportable incongruencia este conformismo respecto a los aparatos y prácticas heredadas. Está planteado un supremo esfuerzo por repensar otra teoría de la organización popular que se haga cargo de las nuevas realidades que este tiempo está demandando. Al mismo tiempo, de lo que se trata es de impulsar los procesos de nuevo tipo en los que la autonomía de los actores refunda los tejidos de la socialidad que emerge. Allí no cabe la vieja figura del “partido” porque esta época reclama otras figuras de la política.


Por el lado de lo “único” me parece que hay más problemas aún. Nada es tan vital en este plano que la idea de diversidad. El nuevo espacio público que está constituyéndose ha de albergar la multiplicidad de actores, de formas políticas y sensibilidades que un proceso tan rico como este es capaz de propulsar. La diversidad política hay que asumirla como un dato constitutivo de la propia calidad revolucionaria del proceso. Ese no es un hecho adjetivo que dependa del estilo o las buenas maneras. Sin esa diversidad política no es posible enganchar con la complejidad de la vida social, con la sana diferencialidad de la experiencia individual, con la infinita variedad de prácticas que son susceptibles en un espacio público radicalmente emancipado de la brutalidad del Estado (de todo Estado) Allí nada es “único”. Allí nada es homogéneo. Allí nada es plano. Complejidad del pensamiento, complejidad de la subjetividad, complejidad de los procesos: he allí la verdadera vacuna contra toda representación simbólica de lo “único”. Ya sabemos que el “pensamiento único” es la más elaborada expresión de la barbarie en el campo epistémico y cultural. Esta lógica se desliza en otros campos y puede tener los mismos efectos letales.


Hay un debate abierto. Lo importante es poder discutir estos asuntos sin ninguna restricción. Es preciso que los análisis y argumentos puedan ser compartidos por todos los actores involucrados. De las cuestiones operacionales no vale la pena ocuparse puesto que esos asuntos tienen espacios de pertinencia bien definidos. Conviene volver la mirada a lo que está subyacente, a las implicaciones de más largo plazo, a los contextos teóricos e históricos donde este debate cobra su real significación. Como todo debate de fondo, encontraremos aquí matizaciones y contrapuntos que hablan de la diversidad política que puebla hoy los distintos territorios de la revolución (en Venezuela y el mundo) La discusión política permanente es el mejor recurso con el que contamos para combatir el pragmatismo, para atajar las prácticas subordinadas que se asumen sin espíritu crítico (la crítica no es negociable)


Como parece claro en el análisis que precede, la sola imagen de un “partido único” suscita toda clase de cortocircuitos con supuestos muy caros a una concepción libertaria del socialismo, a una visión radical de la crisis de la Modernidad política, a una óptica diferente de la democracia occidental. La palanca de la diversidad política –a contrapelo—funciona como una fuente constante de enriquecimiento de la experiencia y como aliciente vital para la fecundización de la reflexión.

lunes, 26 de febrero de 2007

Socialismo del Siglo XXI y Educación (Primera parte)


Derecho a recibir una educación que fomente la solidaridad,
la amistad y la justicia entre todo el mundo.

Luis Peñalver

Socialismo para Siglo XXI parece, hoy más que nunca, una frase escandalosa que ha tenido la dicha de convertirse en vedette política de los más diversos escenarios nacionales e internacionales. Su más famoso y renombrado mentor, el Presidente Hugo Chávez, pudiera ser acusado de causar un terrible terremoto cognitivo cuyas ondas están recorriendo tanto a la derecha como a la izquierda. En el país, aparte de las múltiples visiones que se han publicado sobre el tema y que tienen como autor, entre otros, al mismo Presidente, también han opinado, en número considerablemente significativo, quienes adversan la Revolución Bolivariana, quienes la apoyan totalmente, quienes la apoyan parcialmente, quienes prefieren ver las cosas de lejito y quienes asumiendo una aparente neutralidad y objetividad, también hacen sus apuntaciones.

En este último caso, me estoy refiriendo, léase bien, por favor, a la jerarquía de la Iglesia Católica, donde aun con muchas diferencias, hay voces con las cuales no es posible diálogo alguno, porque sencillamente un sector ya aniquilado esa posibilidad. Y voces que hacen esfuerzos por expresar planteamientos que bien vale la pena leer y estudiar.

Un ejemplo de ello es el documento que, a pocos días de celebrarse la elección presidencial, puso en circulación la Conferencia Episcopal Venezolana. Aun cuando el episcopado venezolano insiste en la vocación e intención religiosa del referido texto, a mi me parece, y lo digo con el mayor respeto, un texto político de gran envergadura, escrito por religiosos católicos. Es, digámoslo así, una representación de su pensamiento político.

Otros factores políticos nacionales, a los cuales les encanta y excita autodenominarse democráticos o socialistas democráticos, ya tienen decidido, y es conocido por “todos”, lo que pasará en Venezuela: “se iniciará un socialismo perverso, pasará por el comunismo y culminará en fascismo o nazismo, porque el Teniente Coronel Chávez sigue los consejos de Fidel Castro, quien también es etc., etc.” Sé que ustedes están muy bien enterados de lo que este factor político, que es más bien un factor desestabilizador definitivamente disociado, exclama diariamente por casi todos los medios posibles, hasta por Venezolana de Televisión, aunque luego van a otros canal y dicen que no hay libertad de expresión.

En estos escenarios de discusión, que están construyéndose y desarrollándose todos los días, también concurren otros factores de opinión que tienen que ser atendido críticamente y con el mayor de los cuidados. Ahora me estoy refiriendo a los “socialismólogos”, “especialistas en socialismo” o “expertos en socialismo”. Que nadie, léase bien, nadie considere que tiene algún privilegio para hablar en nombre del Socialismo y muchos menos en nombre del Socialismo para el Siglo XXI. Y esto lo señalo, porque hasta el mismo Presidente ha repetido hasta el cansancio que el Socialismo para Venezuela hay que inventarlo; tenemos, así, en letras destacadas, TENEMOS que crearlo, que concebirlo, que parirlo, que criarlo y que cuidarlo.

Si aquí llegara a circular algo que pudiera llamarse Socialismo para el Siglo XXI, tendría un propietario: el pueblo de Venezuela, las ciudadanas y los ciudadanos de este país que podría emerger con nuevos sentidos.

Ojalá que a las instituciones educativas llamadas de educación superior, públicas o privadas, no se les ocurra la atroz idea de diseñar carreras de grado para otorgar títulos de Licenciatura, Profesorado, Técnico en Socialismo o acudir a otros dispositivos de saber-poder como cursos, diplomados, especializaciones, maestrías, doctorados, posdoctorales, presenciales, virtuales y a distancia, para legitimar ciertos conocimientos, descalificar otros e impedir que buena parte del pueblo no pueda inscribirse. Digámoslo de otra manera: si alguna de estas figuras llegara a tener algunos requisitos, como no sean leer, escribir y querer construir una Venezuela distinta, otra vez estamos repitiendo la película que representa el peor de los flagelos que ha sufrido buena parte de nuestro pueblo: la exclusión.

Estamos diciendo que el debate acerca del Socialismo y del Socialismo para el Siglo XXI, porque son dos cosas diferentes, será un auténtico debate, democrático y protagónico o no será. Y disculpen estas palabras que parecen más bien un llamado de atención, pero no habrá lugar ni tregua para discursos privilegiados ni que gocen de ciertas prerrogativas porque han adquirido pase de cortesía. Más bien podemos aprovechar este debate sobre Socialismo y Socialismo del para el Siglo XXI, para fortalecer los valores de una nueva ciudadanía, de una ciudadanía que construirá su porvenir en le presente. Amigas y amigos, el asunto es, al final, ¡cuidado con los apóstoles del Socialismo para el Siglo XXI y los falsos profetas ídem!

Me voy a permitir en este calentamiento preliminar, compartir otra idea que, esquemáticamente, tenía guardada para el final, pero que en el proceso de rebobinar algunas cosas, decidí que mejor era curarme en salud ética y exponerlas en la obertura.

La expresaremos telegráficamente y luego pretenderé ampliar un poco. El asunto es el siguiente: si hay un dato que tenga el mayor volumen en este debate acerca del Socialismo, el Socialismo para el Siglo XXI y ahora del Socialismo para el Siglo XXI y la Educación, es el que nos involucra a nosotros mismos como seres humanos. Podemos hacer una especie de “carrera socialista”, si ello llegara a existir, e ir a cuanto evento político o académico se presente, escuchar disciplinadamente todos los Aló Presidente y las alocuciones de nuestro Presidente, contar con una biblioteca de textos, comprados o expropiados, del pensamiento socialista mundial, adquirir los libros que el Presidente ha promocionado, leernos las obras completas de Marx, Engels, Lenín o Mao, por lo menos; uniformarnos de socialista y, además, vociferar por los cuatro vientos: ¡soy socialista!. Lamento decirles que le vamos a aguar la fiesta a un grueso considerable de amigos y amigas, pero todo eso que hemos nombrado puede que represente un reconocible y quizás hasta gratificante esfuerzo, pero, aun así, no es suficiente. Digámoslo otra vez: NO ES SUFICIENTE.

Edgar Morín, nuestro amigo que ha repotenciado el pensamiento complejo y de la complejidad, habla de las cabezas bien llenas y de las cabezas bien puestas. Y esto bien pudiera servirnos de ejercicio para hacer dos interrogantes: ¿Vamos a tener cabezas bien llenas de Socialismo para el Siglo XXI? O ¿Vamos a tener cabezas bien puestas de Socialismo para el Socialismo del Siglo XXI? El Socialismo para el Siglo XXI podrá debatirse, por supuesto, como forma diferente de vivir, porque constituye una lucha permanente contra el capitalismo y sus valores; pero también estamos obligados, éticamente hablando, a debatirlo como otra forma de ser ciudadano o ciudadana; es decir, para transformarnos en auténticos seres humanos.

Si estos debates y reflexiones acerca del Socialismo para el Siglo XXI no trastocan nuestras fibras y muchos de los valores con los cuales hemos vivido o convivido, le estaremos dando un chance al Nuevo Socialismo, por una razón muy sencilla: el Socialismo para el Siglo XXI pudiera ser bueno para declararlo o nombrarlo, pero es mejor para vivirlo plenamente. Parafraseando al amigo Rigoberto Lanz, diríamos: entusiásmese por vivir socialistamente. Aquí lo importante es saber en cuál parte de la cancha de juego está usted, ello en el entendido que está en la cancha y no en las gradas mirando como pasan los tiempos del juego que, por cierto, se inició hace un largo rato.

Pudiéramos decir que una oportunidad estelar se nos está presentando en este debate. Si quieren debatan con el Presidente, desquítense con quienes hacen propuestas relacionadas con el Socialismo para el Siglo XXI, póngase en total desacuerdo conmigo, pero, por favor, debata sus propias ideas, piense sus propios pensamientos. Tómese tiempo para ello.

El debate que nos convoca desde el Socialismo, entendido como las experiencias de pensamiento construidas y experiencias sociales vividas, y el Socialismo para el Siglo XXI, como pensamiento y experiencia por concebir, involucra no solo el factor de apellidamiento político como cristiano, utópico, democrático, marxista, entre otros, y lo llamamos sencillamente para el Siglo XXI, también contiene temas transcendentales muy significativos porque, en primer lugar: estamos implicando el presente y el futuro de nuestras propias vidas y de otras vidas que vendrán; en segundo lugar: porque estamos empeñados en transformar las prácticas económicas, políticas, sociales, culturales y educativas, entre otras; y, en tercer lugar: porque construiremos (juntos) otro modo de vivir.

Esta discusión tendrá que ocuparse, necesariamente, de las múltiples lecciones históricas para tener un crítico inventario de grandes patrimonios del pensamiento socialista como Saint Simon, Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Ulianov (Lenin), León Troski, Rosa Luxemburgo, Mao Tse Tung, Ho Chi Min, Ernesto Guevara, Fidel Castro Ruz y, junto a ellos, ampliar nuestros horizontes en América Latina y el Caribe y el resto del mundo en general y en Venezuela de manera particular, desde las creaciones del Maestro Simón Rodríguez, hasta el Presidente Hugo R. Chávez Frías. Como dice el mismo Presidente: debemos buscar tiempo para estudiar, leer y escribir; yo agregaría, que quien se presuma o quiera llamarse o le gusta ser nombrado socialista, está condenado a estudiar, a leer y a escribir. Un socialista serio, una socialista seria, estudia, lee y escribe.

Tal vez, hasta tengamos que hablar con el Presidente para inaugurar otra Misión, la Misión Socialismo para el Siglo XXI; mientras tanto, no hay excusa que valga para desentenderse de la gran responsabilidad que tenemos en la concepción, desarrollo, evaluación y reajuste del denominado Tercer Motor: Moral y Luces, Educación en Todos los Espacios. Aquí está, sin lugar a dudas, una oportunidad pedagógica con la cual no habría soñado jamás persona alguna, pues nos referimos, nada más y nada menos, que a la lógica de inclusión más extraordinaria que puede exponerse así: en cualquier parte de nuestra República donde hayan por lo menos dos personas, allí podemos encender el Tercer Motor, el Motor de la Moral y de las Luces, el Motor de la Educación, el Motor del Pensamiento y la Práctica Socialista en Construcción.

Otra de las lecciones históricas, aparte de las referidas al pensamiento socialista en su más amplia diversidad, son las relacionadas con las experiencias de vida social implicadas con los múltiples socialismos. Allí tenemos el compromiso de acercarnos a los relatos vinculados con la Comuna de París, comentada por Marx, la Revolución Rusa, desde Lenin hasta Gorvachov, pasando por Stalin y Niñita Kruchov; la Revolución de la República Popular China hasta los tiempos recientes, las experiencias de Corea, Cuba, Chile, Guatemala, Albania, Vietnam, Camboya, pasando por el presente reciente latinoamericano en el contexto de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).

¿Dijo usted Socialismo para el Siglo XXI? Bueno, aquí tiene un entremés exquisito: iniciar por el corazón y el espíritu mismo del Socialismo. No tenemos chance para los desastres ni para las copias por muy buenas que algunas nos parezcan, ni para perder la oportunidad de reconstituirnos como ciudadanos y ciudadanas de primera. Esta es una oportunidad que NOS PERTENECE. Mucho cuidado con esas organizaciones (partidos, gremios y similares) que siempre andan inventando trampas para ser reconocidos como portadores de…, defensores de… o creyentes en…, cuando lo que buscan son cuotas de poder y mecanismos arribistas para las directivas y quienes logren acercárseles.

Llamarse socialista, socialista para el siglo XX o revolucionario, para no serlo, es vivir en un remedo ético de corte capitalista y si usted habla como capitalista, piensa como capitalista, gestiona como capitalista, funciona como capitalista, camina como capitalista, trata a la gente como capitalista, escribe como capitalista, sueña como capitalista, entonces no le queden dudas: usted es capitalista por muy socialista que se nombre o lo nombren.

Quizás llegue el momento en el cual comencemos a exclamar auténticamente: “cuando yo era capitalista…” y allí, señoras y señores, dará comienzo (es posible) a la otra Historia de Venezuela, aunque no está demás decir que en el medio educativo hay mucha gente que ha sido y es socialista: con espíritu de solidaridad a toda prueba, éticamente irreprochable, de cultura ciudadana intachable, con respeto profundo por el ser humano y la naturaleza, con un ejercicio profesional responsable, con amor a la gente y al trabajo, de pensamiento humanista profundo, con cultivo permanente de sí. Busquemos ahora los impulsos necesarios para una aventura de grandes dimensiones en pro del Socialismo para el Siglo XXI. Y les doy un dato: la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y las Leyes dirigidas a fortalecer el Poder Popular, constituyen parte de nuestro equipaje Rumbo al Socialismo, aquel famoso RAS que mencionó el Presidente en una oportunidad.

Quisiera sintetizar esta primera parte con unas palabras del nombrado amigo Rigoberto Lanz que dice, en un artículo intitulado Borrón y cuanta nueva: el socialismo que viene, lo siguiente:

Queda claro pues que nunca partimos de cero en estos menesteres, pero más claro aun ha de quedar que se arrastra una pesada herencia en el pensamiento y la experiencia llamadas “socialistas” que es preciso colocar en su lugar. Alguien podrá argumentar con alguna razón que no todo fue negativo en este penoso trayecto. En efecto, muchos aportes teóricos quedaron por allí machacados por el implacable ejercicio del poder de los aparatos. Esos aportes han de ser reivindicados críticamente para repensar hoy un horizonte nuevo de la idea de revolución.

Cumaná, enero de 2007.

domingo, 25 de febrero de 2007

La fé

Socialismo del Siglo XXI y Educación (Segunda parte)

Luis Rafael Peñalver B.

Vamos ahora a una segunda parte, aunque ya hay aspectos que hemos mencionado en la primera. Trataré de trazar una cartografía de posibilidades desde la cual pudiera concebirse unas agendas para el trabajo socialista por-venir, en el entendido que tales agendas serán posibles si y solo sí se construyen en el espíritu del debate y de la crítica de pensamiento, en el contexto de la creatividad, la participación, el respeto y la libertad. Si ello no llegara a ocurrir, lo más probable es que tengamos aplazada la materia más importante: creer en nuestras posibilidades, creer en nosotros mismos, creer en nuestro pueblo. Lo diremos de otra manera: si allí la máxima calificación cuantitativa corresponde a veinte puntos, estamos obligados a obtener sobresaliente y contar con veintiún puntos. Por cierto ¿Cuánto sacaría usted?

Ahora, ¿Cuáles serían, puntualmente hablando, esas claves[1] para promover en nosotros y en la educación venezolana, una sintonía hacia el Socialismo para el Siglo XXI?

  1. Nuestra primera clave está representada por la lucha feroz y a brazo partido contra antivalores como el egoísmo, el individualismo, pronunciadamente capitalistas. No bastará con enseñar qué es solidaridad o aprender qué es solidaridad; es decir, no hay lugar para que el profesorado se sienta satisfecho por haber “dado” una clase brillante sobre solidaridad y el estudiantado ande muy contento porque aprobó una evaluación sobre el tema de la solidaridad. Para los efectos del Socialismo para el Siglo XXI, uno y otros están claramente aplazados. Pero, buena noticia, podrán reparar. Solo que la prueba para ambos será generar una cultura de vida solidaria. La palabra es buena, pero el gesto conciente transforma y reconstituye nuestra humanidad. La responsabilidad social que hoy tenemos, es indelegable y la solidaridad puede imprimirle un sello transformador.

  1. El Socialismo para el Siglo XXI, como posibilidad, se construye con y desde los movimientos sociales emancipatorios. Impulsar en la escuela, con la escuela, desde la escuela, movimientos con fuerza y determinación con responsabilidad social y de participación, pudiera fortalecer experiencias como las cooperativas, los consejos comunales, las asociaciones productivas, donde la conformación de lazos de cooperación y definición de visiones conjuntas, sean una prioridad. Nuestras experiencias pedagógicas y de gestión escolar, tendrán que hacerle lugar a una especie de reingeniería pedagógica y gerencial, basadas en las decisiones grupales, en la consulta, en el diálogo, sin imposiciones ni exclusiones.

  1. El Nuevo Socialismo (otra manera de nombrarlo) tendrá como soportes fundamentales la libertad y la justicia y en las instituciones educativas, uno y otro valor pudieran constituirse en ejes transversales para ser y para vivir, no solo para estudiar; donde la libertad es lo que me hace ser responsable de lo que soy y la justicia para impedir a toda costa el sometimiento y la explotación de unos por otros. Ya decían Mari y Engels en el Manifiesto Comunista que “El lugar de la antigua sociedad burguesa… será ocupado por una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos” Así, la libertad tiene un contenido plus ultra en nuestro debate. Todo germen represivo que atente contra el desarrollo de las personas y de los pueblos, va en dirección contraria al espíritu que aspiramos promover desde el Nuevo Socialismo. Acudiendo a unas palabras recientes del Vice-Presidente de la República, Jorge Rodríguez, la única dictadura posible es la dictadura de la democracia y, agregamos nosotros, de la justicia y la libertad. El retorno pedagógico en estos contextos, sería ganancia neta para el futuro de nuestro país.

  1. El Socialismo para el Siglo XXI, acudiendo a un “viejo” pensamiento del amigo Rigoberto Lanz, hay que entusiasmarse por vivir. Alguien con espíritu socialista vive en una pasión desbordante, en un éxtasis por vivir, con relaciones de intensidad, a construir la mayor suma de felicidad, como dijo Simón Bolívar. Así podremos rediseñar nuestras responsabilidades pedagógicas. Una auténtica pedagogía que de lugar al arte, la música, la poesía, las expresiones populares, la vida común y ordinaria, al acontecer diario, pudiera ser un buen comienzo.

  1. El Socialismo para el Siglo XXI, al menos el que aspiramos, tiene un privilegio fundamental por la educación, pero una educación concebida fuera de los estándares rutinarios. Esa visión que privilegia lo escolar y escolarizante como espacios exclusivos para la educación, arruina la posibilidad de compartir experiencias con otros seres humanos que han sido históricamente excluidos. La Nueva Escuela tendrá un nombre: República Bolivariana de Venezuela. La escuela tendrá que inventar estrategias para salir de las escuelas y las universidades y las misiones educativas, tendrán que hacer algo similar o correrán el riesgo de ver comprometidas sus responsabilidades sociales. Por ejemplo, la Misión Robinson transcendió los actos de leer y escribir como únicas posibilidades y ahora hace fuerza en el ejercicio de la ciudadanía, en el ser republicano ¿Dónde estamos haciendo fuerza nosotros?

  1. El Socialismo para el Siglo XXI podrá ser la alternativa al capitalismo, apostando, en principio, por quienes han sido menos favorecidos, como nuestros conciudadanos pobres de ciudades y pueblos, la población campesina, las comunidades indígenas. El Socialismo para el Siglo XXI pudiera ser un proceso político inclusivo para quienes habitan este país y con atención especial para la niñez y la juventud abandonada y a quienes, por múltiples razones, aun deambulan sin hogar. Con todos los esfuerzos del gobierno, aun vemos estas indignidades sociales. Y parte de ese esfuerzo pendiente, pasará por luchar tenazmente contra la corrupción, la corruptela y los corruptos; la burocracia, la no transparencia en el manejo de los recursos. La escuela podrá ser el espacio para enfrentar la corrupción, luchar decididamente contra la burocracia (incluida la del pensamiento) y promover la vocación por la transparencia en el manejo de recursos. Hay una práctica perversa que atenta contra la atención a tiempo de los sectores nacionales menos favorecidos. Quienes anden por esos caminos tendrán que ser denunciados con pruebas, separados de sus responsabilidades y sometidos al imperio de la Ley y del trabajo honesto. Tenemos que erradicar los mecanismos que producen damnificados sociales. Una vida digna es el norte: trabajo, educación, cultura, alimentación, sanidad, vivienda, agua potable, energía eléctrica, tendrán que formar parte de proyectos integrales de inclusión. Ahí está un baremo social preliminar.

  1. La violencia es un aspecto por atender. El asesinato pareciera el camino más corto para contar con unos zapatos de marca, dinero inmediato o, sencillamente, arreglar un desencuentro. La cultura de la muerte se nos está haciendo tan natural, que ya el linchamiento nos parece legítimo y hasta justo. El ojo por ojo y diente por diente recorre los espacios sociales, recorre los espacios escolares. Los extremos son tales, que se atenta violentamente contra los demás, porque lo importante son “mis” problemas o los problemas de un sector y el resto, simplemente, no importa para nada. Esa cultura de la muerte, de la violencia y contra los derechos de los demás, es contraria al Socialismo para el Siglo XXI. Aquí tenemos que ser extremadamente creativos para instalarnos, léase bien, en una cultura por la vida, en una cultura de la vida, en una cultura de paz, en una nueva cultura ciudadana o los linchadores serán los nuevos héroes superpoderosos.

  1. El Socialismo del Siglo XXI podrá ser la oportunidad histórica para darle cuerpo al diálogo intercultural, plurilingüe y diverso. No queda lugar para acudir a mecanismos que intenten colocar unas culturas por encima y por debajo de otras. Cada cultura tiene su historia, sus valores, sus protagonistas y sus potencias y nada ni nadie podrá despojarlas de tales características. Todas las lenguas, sin excepción, merecen atención en los educativos. Habrá que darle precisamente por la lengua a quienes califiquen como infralenguas, dialectos o microidiomas, a otros idiomas. Lo diverso y la diversidad deben gozar de nuestro mayor respeto. Pareciera contradictorio, pero lo que nos hace humanos e iguales es nuestra diversidad. Los odios y las diferencias contra otros seres humanos son intolerables en la nueva sociedad socialista y en la nueva educación.

  1. El Socialismo para el Siglo XXI avanza en la medida en la medida que avanzan la participación y el poder popular. El Socialismo para el Siglo XXI es un asunto muy serio como para dejarlo en manos del funcionarato de siempre, sea designado o elegido. Más poder para el pueblo no es una consigna, es una determinación para el éxito del Nuevo Socialismo. Las formas de democracia directa ejercida con altos criterios de responsabilidad ciudadana, el reforzamiento del poder popular local a través de los Consejos Comunales como alternativa para una nueva gestión de las políticas públicas, el descentramiento en la administración de presupuestos y gastos, la creación de los Consejos Populares en Defensa de la Educación Pública, podrán ser parte del nuevo poder popular alejado de las cofradías partidistas, las macotas arribistas y los aprovechadores de oficio.

  1. El Socialismo para el Siglo XXI será posible con una auténtica Revolución. Una Revolución que tendrá, primeramente, que ocurrir en nosotros y que atraviese nuestros pensamientos, valores y formas de ser. Una Revolución que fracture la pesadez del Estado capitalista, la ineficacia de sus leyes y normas, la burocracia antihumana; una Revolución que provoque una conmoción institucional necesaria para que los organismos y sus actores recuerden la responsabilidad pública y que se deben, en primero, segundo y tercer lugar, a cualquiera ciudadano o ciudadana que así lo requiera. Una revolución que también recorra todos los rincones del Sistema Educativo Venezolano. Al final, se trata de una Revolución con potencialidad auténtica transformación.

Bueno, pudiéramos decir que esto es una especie de decálogo que podrá estirarse, encogerse, transformarse o, definitivamente, cambiarse; para eso, precisamente, es el debate en torno al Socialismo para el Siglo XXI.

Permítanme culminar con unas palabras del amigo Juan Carlos Monedero:

No sabemos cómo es el socialismo del futuro, pero sabemos cómo no debe ser. Por eso hay un horizonte firme: todo lo que supere al capitalismo, logrando la alternativa [de] hegemonía social, va en la dirección correcta. Por eso, el socialismo del nuevo siglo debe desbordar al capitalismo, acentuar su condición contradictoria, acelerarle sus callejones sin salidas, usar sus recursos para demostrar su inhumanidad, su ineficiencia, su carácter depredador.

Ahora una pregunta final ¿Quiénes tienen disposición para construir el Socialismo para el Siglo XXI, siendo auténticamente Socialistas para el Siglo XXI? Esa es la cuestión.


[1] Varios aspectos de los aquí expuestos, están referidos en el artículo El socialismo del siglo XXI, un modelo para armar, elaborado por Juan Carlos Monedero (2005), quien fue Observador Internacional en el Referéndum Revocatorio realizado en nuestro país.

sábado, 24 de febrero de 2007

El Estado: ese aparato inútil



Rigoberto Lanz


El Estado es lo más parecido a la sociedad
y por ello mismo lo más difícil de cambiar.


En el Estado se condensan todas las creencias, rémoras y atavismos que circulan entre la gente. Lo mejor de la sociedad suele estar en los intersticios, escondido por allí en los márgenes. Más allá de la retórica jurídica que ensalza abstractamente las virtudes cívicas y los caramelos del bien, la sucia realidad se encarga de mostrar de infinitas maneras los rostros patéticos del poder, la brutalidad de la lógica burocrática y la incesante reproducción de lo mismo. El Estado capitalista específicamente es un paradigma de lo que vengo de señalar. Lo es mucho más nítidamente por estos parajes del subdesarrollo donde todas las enfermedades del espíritu se juntaron para producir estos remedos de “países” en los que se repartió tempranamente el suelo americano conquistado.


Esa maraña de prácticas, aparatos y discursos que es el Estado no es “naturalmente” transformable. Quiere ello decir que todo cuanto se intente para cambiarlo ha de llevar la impronta de lo extraordinario. Sólo una voluntad bien direccionada puede generar fisuras que a la larga traducirían cambios significativos. Como el Estado se ha incrustado en la mentalidad de la gente es obvio que su modificación profunda pasa por una suerte de revolución cultural. Cambiar la mentalidad estatal llevará entonces largos períodos de lucha en los que no será todavía visible qué es lo que está cambiando, cómo están ocurriendo esos cambios, cuáles son las nuevas realidades que esos cambios están generando. La enormidad de esta tarea histórica disuade a muchos camaradas bien intencionados. La lejanía de un resultado final termina operando como desaliento para emprender las pequeñas transformaciones que vayan horadando la lógica implacable de un aparato que se reproduce por inercia.

En la Venezuela de estos días vivimos a intensidad variable las implicaciones de este proceso. Hay amplios contingentes de compatriotas operando en el seno de ese Estado que no están ni enterados del asunto. Existe otra enorme porción de funcionarios que trabajan en el sentido contrario de cualquier transformación (sea por mentalidad o por defensa de intereses precisos) Conseguimos también a importantes sectores que militan activamente en la onda del desmontaje de los aparatos del Estado como condición del avance de cualquier proceso revolucionario.La demolición del Estado es una metáfora que asusta al conservadurismo que está agazapado en las filas de la revolución. Por ello no debe sorprendernos la pasmosa lentitud con la que se asumen las propuestas puntuales de reforma, la pasividad con la que se manejan los grandes enunciados de cambio o la inutilidad simple y llana de las modestas iniciativas que se observan dispersamente aquí y allá. Todo ello nos está indicando que no existe en verdad una poderosa voluntad de transformación del Estado masivamente compartida por todos los operadores políticos con responsabilidades de gobierno. Nos indica también que esa voluntad política—cuando existe—tiene que hacerse acompañar por una concepción teórica alternativa del espacio público y por una visión radicalmente diferente de los procesos organizacionales. Lo peor que puede pasar es que no contemos, ni con la férrea voluntad política para generar transformaciones, ni con la visión alternativa de lo político y lo organizacional para generar la “nueva institucionalidad” de la que tanto se habla.

En la coyuntura que se inicia en Venezuela se han disparado un conjunto de catalizadores políticos que van a dinamizar el adormecido músculo de la revolución para generar cambios sustantivos en el seno del Estado. El conservadurismo se acomoda rápido a los nuevos vientos y se ejercitarán las gimnasias de rigor para que todo siga impecablemente igual. De allí la importancia estratégica de mantener viva la conciencia del momento político de hoy y su chance de abrir una brecha irreversible entre la vieja sociedad y los embriones de una socialidad que nace, entre el viejo Estado que se niega a ser demolido y las nacientes experiencias del poder popular que emergen, entre un pensamiento anacrónico que vive en sus estertores y el alumbramiento de otro modo de pensar.


Hemos sostenido que la Misión Ciencia es una plataforma ideal para contribuir a la generalización de esos cambios en el seno del Estado. No puede ser esta política pública la única concernida en este propósito pero le tocaría la excepcional oportunidad de marcar un rumbo que repercuta en todo el paisaje institucional del viejo Estado. Están dadas las mejores condiciones para que el año 2007 sea el escenario donde se pongan a prueba importantes experiencias de cambios organizacionales de envergadura. Ello no vendrá espontáneamente por el puro desarrollo de las tareas de Misión Ciencia. Es preciso encarar de una manera muy enérgica este componente vital para el propio destino de las transformaciones en curso. No habrá revolución alguna al abrigo del viejo Estado heredado. Esa sencilla constatación debería ser más que suficiente para dotar a todas las políticas públicas de este requisito de base: generar transformaciones tangibles en todos los espacios organizacionales. Se trata de inventar nuevas maneras de hacer las cosas allí donde se ha desmantelado una maraña burocrática.