martes, 29 de enero de 2008

¿CUÁL SOCIALISMO?, Más allá de las claves eurocéntricas de lo moderno/posmoderno

Javier Biardeau R *

Hemos planteado la ineludible tarea de des-dogmatizar y descolonizar el imaginario crítico socialista en función de plantear alternativas históricas al orden moderno-colonial del capital. Esta tarea implica una crítica radical del cierre dogmático, por una parte, y del euro-centrismo, por la otra.

Ambas tareas abren un inmenso programa de renovación del imaginario crítico socialista, que será parte de la inteligencia colectiva de los movimientos sociales, etno-culturales y de fuerzas políticas. Así mismo, ambas tareas tienen implicaciones directas para construir formas de "viabilidad histórica" del proyecto socialista, en tanto proyecto antagónico al orden del capital.

Ni el dogmatismo ni el colonialismo son aliados para construir la viabilidad de modelos socialistas con futuro. Cualquier modelo o proyecto de socialismo que no se distancie explícita y radicalmente del orden dogmático y del orden moderno-colonial podrá devenir en alternativa histórica al modelo hegemónico de civilización. El "cierre dogmático" ha presentado a partir del estrechamiento del imaginario socialista (socialismo=marxismo), dos modalidades:

a) la cosificación ideológica del marxismo como una doctrina ortodoxa de principios inmodificables (estalinismo-burocrático, maoísmo, leninismo, II Internacional bajo Kaustsky, etc). Aquí, lo significativo son los intentos de codificación, convencionalización, o doctrinarismo de un núcleo duro de teoría-ideología "marxista";

b) la transformación "cientificista" del marxismo o el marxismo como "filosofema" del saber universitario (como la ha construido cierta lectura academicista de Marx hecha desde el mandarinato intelectual), llevándolo a cuerpo teórico subsumido a la taxonomía disciplinaria del aparato universitario moderno-colonial (el marxismo hegeliano, el marxismo estructuralista, el marxismo existencialista, el marxismo fenomenológico).

En fin, hay que liberar el imaginario socialista del "marxismo", comprendido como cierre dogmático. Esto significa escuchar la multiplicidad de voces socialistas, más allá de la reducción de este imaginario a un reducido núcleo de marxismos burocráticos. Además significa que hay que liberar las voces contestatarias de Marx del "marxismo burocrático".

Enfrentamos a dos grandes agentes portadores del cierre dogmático: a) los ideólogos-funcionarios, b) el mandarinato intelectual. En ambos casos, se trata de reducir a Marx a cierto "orden del discurso"; y al mismo tiempo, a cierto "discurso de orden"; es decir, a un discurso de cierto régimen de poder.

La des-dogmatización del marxismo pasa por la destitución de dos regimenes de poder: el poder de la forma/partido o de la forma/estado; y el poder del mandarinato académico, en la forma/aparato hegemónica "por excelencia" para la validación-legitimación social del "conocimiento autorizado": las universidades, como cúspides de los aparatos hegemónicos educativos.

La dogmatización de la obra de Marx ha sido históricamente, una actividad de aparatos hegemónicos, de estructuras institucionales, de matrices organizadas de afirmación y sanción de ciertos centros de poder. Quien ataca dogmas, ataca la armadura de sentido de los poderes. Por eso, los aparatos hegemónicos, se organizan en función de luchas por la apropiación del sentido, de las palabras-fetiche, de los dogmas, de los principios, de los presupuestos, etc.

El consejo más sensato para una renovación del imaginario crítico socialista, es entra en relación directamente con la obra abierta de Marx, más allá de los filtros burocráticos ya mencionados; desafiando estos aparatos hegemónicos como estructuras que pretenden normalizar "lógicas de sentido".

Ahora bien, el euro-centrismo ha estado estrechamente vinculado a los aparatos hegemónicos educacionales o políticos. Las tareas de reinvención del imaginario crítico socialista, del pensamiento crítico de izquierdas y de los enfoques teóricos contra-hegemónicos están estrechamente interrelacionadas. De allí, la necesidad de superar el dogmatismo, para pasar a abordar el imprescindible asunto de la descolonización epistémica del imaginario socialista, del pensamiento crítico y de las teorías revolucionarias.

Descolonizar es reconocer que desde la modernidad-colonialidad del sistema-mundo se ofrecieron tres grandes horizontes de interpretación de la realidad histórica, social y cultura: el conservadurismo vinculado a la matriz católica y al orden feudal en descomposición, el liberalismo vinculado a la matriz del las burguesías en ascenso, y el radicalismo, vinculado a matrices de resistencia e insurgencia político cultural de los movimientos subalternos de Europa.

Estos tres horizontes fueron profundamente euro-céntricos, y el marxismo no escapó a esta condición. Si no comprendemos que el cristianismo, el liberalismo y el marxismo son formaciones de discurso que responden a la expansión del sistema mundo moderno/colonial sobre estos territorios existenciales, que comenzamos a llamar "América Latina" por circunstancias y convenciones específicas, no podremos comprender los otros discursos no cristianos, no liberales y no marxistas que forman parte de Nuestra América; y que constituyen matrices culturales para fecundar la descolonización del imaginario crítico socialista.

Para que el socialismo indo-afro-latinoamericano sea algo más que calco y copia de la versión euro-céntrica del imaginario socialista hay que entrar en profunda relación con las narraciones y las experiencias existenciales distintas, con la alteridad y exterioridad de voces que no pueden ser tamizadas por el discurso cristiano, liberal o marxista. La gran riqueza existencial de Nuestra América multiétnica y pluricultural es que somos mucho más que la cristianización, que el liberalismo y que el marxismo. Y esto significa que, para la renovación de los imaginarios críticos socialistas, hay que reconocer que el término "socialismo", es una palabra cargada de euro-centrismo. Que hay que descolonizar al imaginario crítico socialista.

¿Significa esto, liquidar la palabra, sus significados y sentidos históricos? No necesariamente. En algunos casos, significa que desde los pluricultural se encuentren analogías existenciales y semánticas con las tradiciones socialistas conocidas hasta la actualidad. En otros casos, significa apropiarse-seleccionar las redes de significación y sentido que potencian la liberación histórico-cultural de los pueblos, descartando los nudos simbólicos e imaginarios que refuerzan el coloniaje. Se trata de una reinterpretación selectiva, que pasa por un proceso de transfiguración de los campos ideológicos y matrices culturales. Apropiación y rechazo selectivo, asimilación y transfiguración, desarticulación y rearticulación político-cultural.

La construcción de identidades nacional-populares en Nuestra América debe evitar nuevas imposiciones simbólicas e imaginarias. Es imprescindible la condición de apertura al movimiento indígena (que es diversidad interna por cierto); al movimiento afro-americano y caribeño (que tiene expresiones plurales), al campo cultural de lo popular-subalterno, a la interculturalidad como horizonte.

Por eso, la descolonización del imaginario crítico socialista es mucho más que un desplazamiento de la modernidad occidental bajo los parámetros de la condición posmoderna. Se trata de otra referencia, de una emergente condición transmoderna, desde los territorios existenciales y voces de las exterioridades político-culturales de la condición moderna-postmoderna euro-céntrica. No se trata del transito de un socialismo moderno a uno posmoderno. Se trata de la construcción de un imaginario socialista no colonizado.

Sólo la visión hegemónica de la historiografía y sociología latinoamericanas, basada en el racismo de nuestras sociedades, sustentadas en la supremacía racial blanca-criolla-europea, impuesta por la invasión europea y la derrota de las naciones indias, racismo expresado sin ambages en las genocidas consignas tales como ‘civilización o barbarie', u ‘orden y progreso'- sólo desde esa visión se puede intentar ocultar que ni la Revolución Norteamericana que estalló en 1774, ni la Revolución Francesa en 1789, son el comienzo de la emancipación de indo-afro-latinoamérica.

Hay evidencia histórica de emancipaciones histórico-culturales, de movimientos de descolonización que no se subsumían ni simbólica ni imaginariamente a estas "grandes revoluciones". Sobre estas emancipaciones se ha impuesto un régimen de invisibilidad que se extiende a la mayoría de la historiografía occidental. El marxismo oficial ha calificado de socialismos utópicos, mesianismos o rebeliones todas las experiencias de emancipación anteriores a la reducción del imaginario crítico socialista a "socialismo científico". Pero esta reducción tiene una fuerte carga euro-céntrica y neo-colonizadora. El propio Marx fue una expresión intelectual típica de estas limitaciones, a pesar de sus intentos de re-fundar el humanismo ético sobre bases históricas menos estrechas que las liberales y conservadoras. Sin embargo, es posible encontrar ideas y valores profundamente racistas y modernos-coloniales en Marx.

Hemos planteado cinco desafíos para la renovación de los imaginarios críticos socialistas: la cuestión ambiental, la cuestión intercultural, la cuestión social, la cuestión democrática, y la mutación existencial de los procesos de trabajo/producción/reproducción de la vida.

La descolonización del imaginario crítico socialista profundiza aún mas la conciencia de la muerte del mito de las dos izquierdas: de la división del la izquierda entre la socialdemócrata reformista y el marxismo-leninismo. Podríamos plantear que actualmente emergen un nuevo campo de izquierda y derecha civilizatorio, cultural y nacional.

La derecha civilizatoria es integrista, puede ser moderna occidental ó anti-occidental, pero asume los valores conservadores de las tradiciones diversas, como esencias culturales, mono-culturales y mono-lógicas. El llamado "choque de civilizaciones" es en realidad un choque entre derechas civilizatorias, entre etno-políticas todas esencialistas, mono-culturales y mono-lógicas.

La izquierda civilizatoria tiene la extraordinaria tarea de reorganizar el imaginario crítico, desde la interculturalidad de la emancipación, desde la multiplicidad de singularidades abiertas al respeto, intercambio liberador y la mutua fecundación. Hacia modalidades de transfiguraciones culturales que desbordan los horizontes estrechos con los cuales aún pensamos las culturas, civilizaciones y naciones. Allí aparece la transmodernidad, más allá del falso universalismo moderno, del particularismo posmoderno y de los arcaísmos anti-occidentales. Esto tendrá consecuencias para replantear las luchas a escala global.

Por otra parte, la mayoría de la "izquierda latinoamericana", hasta hace pocos años, adhería a la propuesta de la revolución por etapas, siguiendo ante todo los lineamientos centrales del socialismo re a l o campo socialista. Se habla de etapa de liberación nacional, o de la revolución democrático-burguesa. Sin embargo, como lo ha advertido Quijano, para creer que en América Latina es necesario que ocurra una revolución democrático-burguesa basada en el modelo europeo es preciso admitir en América y más precisamente en América Latina: 1) la relación secuencial entre feudalismo y capitalismo. 2) la existencia histórica del feudalismo y en consecuencia el conflicto histórico antagónico entre la aristocracia feudal y la burguesía; 3) una burguesía interesada en llevar a cabo semejante empresa revolucionaria.

En América, sin embargo, como en escala mundial desde hace 500 años, el capital ha existido sólo como el eje dominante de la articulación conjunta de todas las formas históricamente conocidas de control y explotación del trabajo, configurando así un único patrón de poder, histórico-estructuralmente heterogéneo, con relaciones discontinuas y conflictivas entre sus componentes. A partir de esta consideración es posible reconocer que las únicas revoluciones democráticas realmente ocurridas en América (aparte de la Revolución Americana) han sido las de México y de Bolivia, como revoluciones populares, nacionalistas/anti-imperialistas, anticoloniales, esto es contra la colonialidad del poder, y antioligárquicas, esto es contra el control del Estado por la burguesía señorial bajo la protección de la burguesía imperial.

En definitiva, toda democratización posible de la sociedad en América Latina debe ocurrir en la mayoría de nuestros países, al mismo tiempo y en el mismo movimiento histórico como una descolonización y como una redistribución del poder. En otras palabras, como una redistribución radical del poder. Esto es debido, a que las "clases sociales", en América Latina, tienen "color". Eso quiere decir, definitivamente, que las clasificaciones racistas y etno-culturales no se realizan solamente en un ámbito del poder, la economía, por ejemplo, sino en todos y en cada uno de los ámbitos. La dominación es el requisito de la explotación, y la "raza" se ha convertido en el más eficaz instrumento de dominación que, asociado a la explotación, sirve como el clasificador en el actual patrón mundial de poder capitalista. En consecuencia, es tiempo de aprender a liberarnos del espejo euro-céntrico donde nuestra imagen es siempre, necesariamente, distorsionada. Como ha dicho Quijano, es tiempo, en fin, de dejar de ser lo que no somos. Y agregaríamos, para devenir en las posibilidades que emergen en el entre-hacernos como comunidades contra-hegemónicas de liberación. Dejar de ser lo que no somos, implica no entregar nuestras potencias sociales bajo la metáfora del espejo, sino reconocer la alteridad, al otro como otro, y a la vez como un análogo de uno mismo. En fin, poner en escena a la multiplicidad de las singularidades revolucionarias que devienen pasiones de liberación. Destituir la centralidad de los valores-fuerza moderno-coloniales de la revolución francesa. Desmontar este modelo de Revolución. Y comenzar a postular nuevos perfiles transmodernos: la liberación, la justicia, la alteridad y la vida como nuevos centros de la acción colectiva y del Imaginario Crítico Socialista.

*Profesor Universidad Central de Venezuela (UCV)

lunes, 28 de enero de 2008

La muerte del mito de las dos izquierdas *



JAVIER BIARDEAU (**)
jbiardeau@yahoo.com.mx



La crisis de fundamentos epistemológicos de la Modernidad Occidental no puede confundirse con su crisis de legitimación social. Aún la Modernidad Occidental sigue vivita y coleando de inercias metales, de "sentidos comunes legitimadores", del hacer-decir fabulador cotidiano de diversos estratos, grupos, capas y clases.

Este factum tiene impactos ineludibles sobre el campo del pensamiento de izquierda. La izquierda moderna, la que el siglo XX delimitó como izquierda, nació fracturada y completamente articulada a la matriz eurocéntrica de la modernidad. Parados desde este fundamento, algunos pretendieron desarticular la unidad orgánica entre socialismo, democracia y revolución anticapitalista, desde Bernstein hasta llegar a Giddens-Blair. Su tarea política ha sido enterrar la obra de Marx, y a éste, como a un "perro muerto".

No hablemos de Labriola, de Adler, de Korsch o Lukacs. Esto sería introducir el pensamiento complejo en el universo simplificador y reduccionista de tanto funcionario orgánico de aparato (del comunista y del socialdemócrata); y por tanto del universo falso, de la mitología de las dos izquierdas. De esto viven las mitologías, de simplificar, de reducir, de falsificar, de legitimar universos, en vez de dejar que los humanos, los simples humanos, se confronten con los multiversos, con la multiplicidad de las verdades, con un pluralismo intercultural que socava la idea de centro, de unidad homogénea y fundamento universal. De allí las malas noticias que anuncian la crisis de la modernidad occidental para las apologías de lo simple.

Desde el más común y silvestre de los estalinistas hasta el más pedante socialdemócrata, ambas figuras están patinando en el abismo que para ellos anuncia la nueva configuración epocal: condición posmoderna para algunos, condición transmoderna para otros. Lo cierto es que el mito de las dos izquierdas ha muerto, y todavía algunos no se han enterado (esperamos que los intelectuales del PSUV tomen nota). Los superestrategas del "globalismo trilaterial" pretenden utilizar el mito como arma de división de los movimientos populares contraimperiales, y espantapájaro de los fantasmas del comunismo (allí están Castañeda, Villalobos y Petkoff, haciendo su mandado en nombre de los buenos modales de la macroeconomía capitalista).

Por el otro lado, desde las ruinas del viejo socialismo envían a sus funcionarios culturales para convencernos de la irrefutabilidad de las "leyes de la dialéctica materialista". Ambos sectores justifican en nombre de patético realismo del poder sus fabulaciones ideológicas.

Pero que nadie se engañe. Su capacidad de convencer es nula. Su inflación retórica es índice de que hay una quiebra de sus efectos performativos.

Estas movidas lucen en stricto sensu, ridículas. Que Lenin dijo que Kaustky era un "liberal adocenado", y que Kaustky acusó a Lenin de fundar una nueva dictadura unipersonal, todo esto es una bomba de humo que no tiene utilidad alguna para enfrentar la verdadera crisis del planeta: no habrá nuevo socialismo contra la barbarie, desde las coordenadas mentales de la Modernidad Occidental. Se acabó el cómodo gusto de los marxistas-leninistas y de los reformistas por la flojera intelectual y moral.

Hay que pensar críticamente la mutación existencial por venir, no sólo rumiar terminologías. Hay que renovar los marcos mentales de la crítica socialista, comprender las coordenadas-otras de pensamientos-otros, otras formas de decir-hacer socialismo, democracia y revolución. Y en este retorno de lo diferente, hay que comprender las implicaciones prácticas, existenciales, de las ligaduras entre poder popular protagónico y revolución democrática en todos los órdenes, en una nueva configuración epocal.

Ni las elucubraciones de nuestros operadores reformistas ni de nuestros marxistasleninistas podrán lograr lo que Gramsci denominó una "reforma intelectual y moral". La crisis civilizatoria del socialismo burocrático y del capitalismo neoliberal decretó la muerte del mito de las dos izquierdas: ¿acaso nuestros fabuladores se habrán enterado?
* Miradas múltiples para el diálogo, El Nacional, A-12, 28-01-2008.
(**) Universidad Central de Venezuela

domingo, 20 de enero de 2008

El difícil arte de gobernar *

Rigoberto Lanz R.
rlanz@cipost.org.ve



Es sabido que la función directiva es siempre problemática. Lo es aun más en condiciones de crisis, en países a medio camino entre la modernidad tardía y el mundo posmoderno. En sociedades que son apenas remedos de naciones, territorios poblados con un acumulado de dramas sociales espantosos. Si gobernar en Noruega ya es un lío, imagine usted lo que significa la función pública en estos chaparrales encandilados con las quimeras del "desarrollo", imbuidos hasta los tuétanos de todas las miserias del capitalismo salvaje, con grados de violencia impensables en cualquier país "civilizado".

Por si fuera poco, navegamos en estos tiempos en aguas revueltas por la efervescencia de los cambios, con grandes proclamas revolucionarias, con muchedumbres entusiasmadas por los cantos emancipatorios. Este no es un dato menor a la hora de evaluar el espacio público, la conformación del Estado o la acción de gobierno. Justo aquí se plantea un dilema que puede estropear los sueños redentores: es preciso resolver –al mismo tiempo– la cuestión de la función pública como cuestión cotidiana ligada a los problemas de la gente y la orientación de esa acción hacia las transformaciones de envergadura. Esta tensión es de mucha monta y suele resolverse a favor de la pragmática de la gestión pública ordinaria (sacrificando el contenido subversivo que toda revolución supone).

En la Venezuela de estos días asistimos a la inquietante paradoja de un gobierno que lleva ya una década intentando generar cambios de fondo en la sociedad y a la vez atender los problemas urgentes de la gente. La cuestión es que no logramos ni lo uno ni lo otro.

No están a la vista las grandes transformaciones y la gestión pública ordinaria es una calamidad (basta pasearse por la ristra de preguntas hechas en estos días por el ciudadano Presidente de la República, todas las cuales revelan el dramatismo de un gobierno que parece ausente de su misión primera: gobernar).

Burocratismo y corrupción están en la base de esta inopia gubernamental. Un Estado intacto (si no agravado) es lo que resulta de una gestión pública que está obligada a generar cambios significativos en los tejidos de una nueva institucionalidad pero que capitula en todos los escenarios donde esos cambios son más exigentes. El discurso gubernamental parece dirigido a cuestionar los desastres de algún "gobierno anterior", con el pequeño detalle de que han pasado diez años que dejan sin excusa posible todo lo actuado y sus omisiones.

Se está haciendo tarde para invocar las experimentaciones. La gente empieza a cansarse del cuento del ensayo y error. Se ha invertido tiempo en demasía asustando al enemigo con el espantapájaros de una revolución. Tal revolución no sólo está bien lejos sino que no aparece en ningún programa sustantivo sino como retórica de la hostilidad frente al otro, como tono bravío que desafía al adversario, como recurso discursivo que enuncia intenciones que no enganchan con la realidad pura y dura. Ello no alude a cuestiones de "honestidad" política ni a la simple manipulación. Se trata de un rasgo mucho más enraizado en la manera de hacer política, es decir, el ejercicio de una convicción que puede ser muy sincera sobre la voluntad de producir una revolución y la dificultad de hacerla viable en una sociedad compleja.

Gobernar en una cultura democrática es en primerísimo lugar la capacidad de generar gobernanza en medio de los conflictos y contradicciones. No es suprimiendo la diferencia que se gobierna. No es aniquilando simbólicamente al otro que se gobierna. No es uniformándolo todo que se gobierna. Justo al contrario: se gobierna a una sociedad y no a un pedazo de ella. Se gobierna en/con la diferencia constitutiva del otro. Se gobierna abriendo curso al conflicto y generando espacios para que se expanda la diversidad. Esta regla de oro es todavía materia pendiente. No hemos salido de las "caimaneras" de la política y nos urge ingresar a las agendas trascendentes de la construcción de otro país.

Ello no es optativo: se trata del único modo posible de hacer viable un nuevo modo de vivir.

Nada menos que eso,

*Publicado en El Nacional, A-10, 20/1/2008

viernes, 18 de enero de 2008

¿Democracia participativa o dedocracia en PSUV?

Javier Biardeau R. *
jbiardeau@yahoo.com.mx


Disposiciones transitorias. Disposición 1: El Presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela y los 12 integrantes de las Comisiones Nacionales Propulsora y Técnica serán delegados naturales a la primera Asamblea Socialista Bolivariana (Anteproyecto de Estatutos-PSUV)

¿Sorpresas? Primero la forma. No puede ser el “Presidente de la República Bolivariana de Venezuela” un delegado natural del PSUV, sino en todo caso Hugo Chávez Frías, como líder de la Revolución Bolivariana. Un estatuto mal redactado es una mala señal. Como lo fueron las erráticas señales de los artículos mal redactados de la propuesta de reforma constitucional. Segundo, los contenidos de esta disposición transitoria. ¿Cuál es el espíritu, propósito y razón de ser de esta norma? Nadie dudaba que Chávez sería elegido delegado en la Asamblea Socialista, pero darle a los miembros de las comisiones promotoras y técnica, el estatuto de “delegados naturales” y no de “delegados con derecho a voz pero sin derecho a voto”, como exige la consistencia democrática, comienza a confirmar las sospechas: la comisión promotora y técnica es el cogollo del PSUV. ¿El PSUV nacerá con un “cogollo socialista”?

Recordemos. El día 15 de febrero de 2007 se conformó una Comisión Promotora con el objeto de coordinar con los sectores políticos el método para crear el nuevo partido. En los discursos se enfatizó su función promotora, y que no eran autoridades del partido (Hay suficiente material disponible para constatar esta afirmación). La Comisión fue conformada por Titina Azuaje, Francisco Arias Cárdenas, Freddy Bernal, Diosdado Cabello, Pedro Carreño, Hugo Chávez, David Colmenares, William Fariña, Guillermo García Ponce, Roberto Hernández, Alberto Müller Rojas, Héctor Navarro, Jesús Paz Galárraga, Luis Reyes Reyes, Alí Rodríguez Araque, Jorge Rodríguez Gómez y José Vicente Rangel. El 5 de marzo de 2007, Chávez anunció el inicio oficial del proceso de formación del PSUV y la designación de un Comité Técnico que coordine ese proceso. El Comité técnico lo conformaron: Diosdado Cabello, Adán Chávez, Érika Farías, Lina Ron y Jorge Rodríguez. Un par de días después, el vicepresidente venezolano Jorge Rodríguez anunció la creación de cinco comisiones de trabajo dentro de la Comisión Promotora para agilizar el proceso de formación:

* Eventos: Freddy Bernal (coordinador), Rafael Isea y Luis Reyes Reyes.
* Ideas: Alberto Müller Rojas (coordinador), Adán Chávez, Roberto Hernández, Hector Navarro, Jesús Paz Galárraga y Alí Rodríguez Araque.
* Medios: Guillermo García Ponce (coordinador), Olga Titina Azuaje y José Vicente Rangel Vale.
* Secretaría: Fernando Soto Rojas (coordinador) y David Velásquez.
* Técnica Constituyente: Diosdado Cabello (coordinador), Francisco Arias Cárdenas, Pedro Carreño, William Fariñas y Jorge Rodríguez.

¿Son todas estas figuras y nombres “delegados naturales”?

Chávez anunció el día 14 de febrero de 2007: “Nada se impondrá desde arriba, todo vendrá desde las bases”. Uno esperaría consistencia, coherencia y congruencia con este espíritu democrático. El sintagma “delegados naturales” no parece consistente con este discurso. ¿De cual naturaleza hablan? ¿Acaso todos y todas estas personas son liderazgos “naturales” de las fuerzas socialistas bolivarianas en Venezuela? ¿Y por que se insistió tanto que no eran autoridades y ahora son delegados naturales con iguales derechos que los que pasaron por la dura prueba de la escogencia de las bases? Preguntas sin respuesta.

Siempre se habló del “partido más grande, democrático y revolucionario de la historia venezolana” (El Universal 05/03/07). Hasta ahora tengo dudas razonadas: hemos conseguido la más alta abstención en las elecciones internas de voceros, comparado con el registro de aspirantes a militantes; y hemos alcanzado la implosión de 3.000.000 de votos en el pasado referendo de la reforma constitucional. No seremos los más grandes con los mismos vicios de dirección política. No hemos elegido, si la cuenta no esta mal y sin meter a Chávez, 21 “delegados naturales”, a pesar de que hay excepciones que si fueron delegados electos por la base como Müller Rojas en Miranda. Esta sería la lista tentativa, y si no hay errores:

Titina Azuaje, Francisco Arias Cárdenas, Freddy Bernal, Diosdado Cabello, Pedro Carreño, William Fariña, Guillermo García Ponce, Roberto Hernández, Alberto Müller Rojas, Héctor Navarro, Jesús Paz Galárraga, Luis Reyes Reyes, Alí Rodríguez Araque, José Vicente Rangel. Adán Chávez, Érika Farías, Lina Ron Jorge Rodríguez. Rafael Isea, Fernando Soto Rojas, David Velásquez.

La figura del “delegado natural” es un lastre para la democracia interna de cualquier partido. Por este camino, e institucionalizando cogollos, NO seremos el partido mas democrático. Falta saber si seremos con estas decisiones, el más Revolucionario.

Marc Saint-Upéry: El periodo entre el referéndum revocatorio de agosto de 2004 y al menos la primera mitad de 2006 estuvo marcado por una atmósfera de relativa distensión en la sociedad venezolana. La desmoralización de la oposición dura, el cansancio de la clase media frente a la polarización política y la bonanza económica contribuyeron a limar un poco las asperezas más dolorosas del conflicto entre los adeptos al gobierno bolivariano y sus opositores. Sin embargo, después de su victoria -oficialmente reconocida por el candidato de la oposición, Manuel Rosales, y su estado mayor contra la voluntad de los antichavistas más recalcitrantes- parecería que el presidente venezolano hubiera optado por "agudizar las contradicciones" con una serie de declaraciones y medidas explícitamente destinadas a acelerar la marcha hacia un "socialismo" cuyo contenido permanece, por el momento, lleno de interrogantes. Entre otras, podemos citar: la formación de un "partido único de la revolución"; el anuncio de una nueva reforma constitucional; la aprobación de una ley habilitante de poderes especiales para que el Poder Ejecutivo legisle directamente a sus anchas por dieciocho meses (poco explicable ante un Parlamento plenamente controlado por el chavismo); la renacionalización de las empresas de telecomunicaciones y electricidad CANTV y ELECAR; la derogación de la concesión de la principal televisora privada del país, RCTV. Pese a ser totalmente legal desde el punto de vista formal (el gobierno tiene todo el derecho a no renovar una concesión, RCTV no fue "cerrada" y sigue emitiendo por cable), el "pase de factura" a esta emisora por sus innegables actitudes golpistas en 2002 suscitó una fuerte preocupación en la sociedad (las encuestas muestran que la mayoría de los propios electores chavistas no la aprueban) y provocó protestas callejeras, cuya novedad más notable es la emergencia de un movimiento estudiantil opositor de clase media con un discurso "pacifista" de estilo relativamente inaudito.

Por supuesto, los estudiantes fueron masivamente tachados de "sifrinos" (hijos de papá) y de cachorros del imperio y de la oligarquía por los voceros chavistas. Sin embargo, la novedad del fenómeno no pasó desapercibida entre los exponentes más sensatos del campo bolivariano, Así, el ex ministro de Educación Superior, Samuel Moncada, declaró: "No es que los estudiantes son una fuerza que erupciona sino que frente a la decadencia de los políticos, emergen como una fuerza de oposición. Considero que es un fenómeno muy interesante porque es una dirigencia política fresca y hay que tratarla con mucho respeto. No se puede decir que son manipulados ni agentes de la CIA sino que son unos tipos de oposición convencidos de sus ideas políticas. Yo no estoy convencido de sus ideas, es más, te puedo decir que pienso que la CIA está metida, el gobierno estadounidense y la ultraderecha están metidos; lo que sucede es que estos muchachos tienen sus ideas y no están siguiendo a guarimberos de oficio que se quieren aprovechar. Mientras lo hagan de manera pacífica, bienvenidos sean, porque son un aire fresco dentro de la política que necesita una oposición seria".

Fuera de los temas propiamente políticos, la base material y socioeconómica de esta supuesta aceleración hacia el "socialismo" no parece muy sólida y la situación no ha cambiado mucho en relación con lo descrito en mi artículo de 2006. La informalidad no ha disminuido. Nacieron y murieron más cooperativas, con más o menos la misma cuota sustancial de emprendimientos bajo respiración artificial y de operaciones abocadas a la flexibilización laboral o deseosas de beneficiarse de subsidios y exoneraciones. Las "misiones" siguen en existencia con resultados controvertidos y una cierta baja de rendimiento en algunos casos. El famoso "valijazo" de 800 mil dólares en Buenos Aires reveló a los ojos del mundo la punta de un iceberg de corrupción y de mercantilismo que el propio gobierno bolivariano no llega a desmentir con mucha convicción. En 2006, Eliécer Otaiza, ex jefe de los servicios de inteligencia venezolanos y director del Sistema Nacional de Contrataciones (SNC), reconoció que más del 80 por ciento de los entes públicos a nivel nacional, estadal y municipal, violaba las normas anticorrupción previstas en la ley que rige la materia. Sólo el 15 por ciento de estos organismos cumplía con la obligación de presentar ante el SNC la relación periódica de todos los contratos suscritos. En 2004, entre los entes que presentaron la información requerida, el 95 por ciento de los contratos reportados correspondió a adjudicaciones directas y, según Otaiza, la situación no era sustancialmente distinta en 2005 y en lo que iba de 2006: casi el cien por ciento de los municipios, la mitad de los ministerios y dos tercios de las gobernaciones seguían violando la ley. En lo económico, hubo brotes inflacionarios y desabastecimiento crónico de algunos productos básicos, pero siendo lego en esta disciplina, no me explayaré sobre las explicaciones divergentes de los economistas del gobierno y de la oposición. Por supuesto, la enorme distorsión rentista de la economía se mantiene. A eso podemos añadir que la principal preocupación de la población -y en eso concuerdan por una vez chavistas y antichavistas- es la seguridad: además de la epidemia creciente de robos y secuestros, hay cincuenta homicidios cada fin de semana en Caracas y alrededor de 16 mil por año en todo el país, con un aumento del quince por ciento desde el inicio de 2007.

El horizonte de incertidumbre abierto por las iniciativas erráticas del mandatario suscita fuertes preocupaciones y temores incluso dentro del campo bolivariano. Frente a esta especie de fuga hacia adelante, la expresión más elocuente, aunque muy diplomática y eufemística, de estas preocupaciones la emitió el general Raúl Baduel en su discurso de entrega del cargo de ministro de Defensa el 18 de julio de 2007. Vale la pena citarlo extensamente: "Nuestro modelo de socialismo debe ser profundamente democrático, con contrapesos y división de poderes. Deberíamos apartarnos de la ortodoxia marxista que considera que la democracia con división de poderes es solamente un instrumento de dominación burguesa. Sin embargo no son sólo los de orden político los únicos errores que deberían considerarse. También se cometieron errores de índole económica en los países del socialismo real. Contra estos también hay que estar en guardia, para no repetirlos. Los errores económicos de estos países del socialismo real como la URSS, incluyen la insuficiente generación de riqueza, ya que a pesar de haber logrado una industrialización acelerada, de tener una economía centralmente planificada y de los planes quinquenales, la economía soviética no pudo ser rentable, no pudo generar la riqueza necesaria para mantener confortablemente a su pueblo. La URSS no pudo dar el salto definitivo hacia adelante para alcanzar los niveles de eficacia en la generación de riqueza de sus competidores capitalistas. La política de nacionalización total de todas las empresas agrícolas, industriales y comerciales crea entre el gobierno y la población graves malentendidos y un descontento que desembocan en la anarquía, el hambre y la rebelión anticomunista. Los precios suben verticalmente, mientras que la producción se hunde y la moneda se desvaloriza y deja de ser un medio normal de cambio. El comunismo de guerra dejó la enseñanza de que no se pueden implantar cambios bruscos en el sistema económico, es decir abolición a rajatabla de la propiedad privada y la socialización brutal de los medios de producción sin que esto repercuta negativamente en la producción de bienes y servicios y sin que, concomitantemente, se genere un descontento generalizado en la población. Antes de repartir la riqueza hay que generarla. No se puede repartir algo que no existe. Esa fórmula no se ha inventado. Para que el modelo socialista que nos planteemos tenga éxito, éste debe encontrar las maneras de hacernos a los venezolanos más productivos. En el pasado, durante la IV República, los gobiernos emplearon la riqueza excesiva generada por el 'boom' petrolero para financiar todo tipo de ayudas económicas y subsidios. Numerosos venezolanos llegaron a depender enteramente de la ayuda oficial. En vez de enseñarle a los venezolanos cómo generar riqueza a través del trabajo y el esfuerzo, se les enseñó a pedirle ayuda al gobierno de turno. Cuando el boom petrolero terminó, el Estado se encontró súbitamente sin los fondos para continuar subsidiando la economía nacional. Fue entonces cuando el país se sumergió en la crisis, la peor en toda la historia venezolana. Nuestro modelo de socialismo debe y tiene que evitar la repetición de estos errores".

Sugerir que podría haber una semejanza de funcionamiento y de destino entre el régimen bolivariano y los odiados gobiernos de la IV República es, en realidad, mucho más ofensivo que cualquier acusación opositora de tiranía, de comunismo o de totalitarismo contra Chávez. Mientras que los tímidos disensos públicos de varios aliados del régimen -como el dirigente del partido Podemos [socialdemócrata, sin relación con el Podemos boliviano] Ismael García o el general Alberto Müller-Rojas- han sido sistemática y ferozmente censurados y deslegitimados desde la presidencia, Chávez no comentó las declaraciones de Baduel. Al contrario de la mayoría de los pocos prestigiosos jerarcas del régimen, el general que enfrentó a los golpistas y salvó el pellejo del presidente brevemente destituido en abril de 2002 es la figura más popular del chavismo después del propio Chávez. Una divergencia pública con él tendría un costo político muy alto. Por supuesto, varios voceros oficialistas declararon de pronto que sólo escuálidos empedernidos y agentes del imperio podían percibir en estas palabras la sombra de una divergencia entre Baduel y el líder. Mientras que, por lo contrario, algunos exponentes de la oposición más recalcitrante denunciaron en ellas una perversa maniobra de diversión efectuada con el acuerdo tácito de Chávez para legitimar entre los ingenuos la fachada democrática de la "dictadura".

- ¿Qué características tiene el nuevo PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela)?

MSU: En diciembre de 2006, apenas Chávez anunció que había que fusionar de urgencia todas lo partidos y organizaciones que apoyan el proceso bolivariano en un único partido revolucionario, frente a la sorpresa y a la perplejidad de algunos aliados del régimen, el ex vicepresidente y actual gobernador del estado Miranda, Diosdado Cabello -un pilar del régimen cuya fortuna personal se multiplicó inexplicablemente durante su paso por la función pública- declaró: "El partido único es una realidad, y en ese sentido no hay nada que discutir, sólo nos queda llevar a cabo el congreso ideológico que se efectuará en el primer trimestre del año 2007, para ventilar los lineamientos que se implementarán para darle vida a esta propuesta". No hubo ningún congreso ideológico en el primer trimestre de 2007, pero el "no hay nada que discutir" se confirmó en varios aspectos.

Mientras que el MVR (Movimiento Quinta República, principal vehículo político y electoral del chavismo) se autodisolvía dócilmente sin debate ni congreso, sus aliados menores del PCV (Partido Comunista), del PPT (Patria Para Todos) y de Podemos expresaron varias reservas frente al calendario y a las modalidades de construcción del nuevo partido. Los representantes de Podemos criticaron también la imposición del eslogan oficial "Patria, socialismo o muerte" (en mi opinión uno de los lemas más repugnantes -y de clara connotación falangista- jamás inventados por la izquierda autoritaria latinoamericana) y sugirieron que algo como "Patria, socialismo democrático y vida" sería tal vez más apropiado. Chávez se enfureció, amenazó a los disidentes y lanzó contra ellos todos los perros guardianes de su propaganda, provocando la división de los tres partidos entre adeptos de la entrada sin condiciones en el PSUV y partidarios de la autonomía crítica.

En agosto del 2007, Chávez anunció sorpresivamente, en medio de un mitin del partido, la creación de una comisión disciplinaria transitoria bajo la dirección de Diosdado Cabello, cuya primera decisión sería una sanción contra un dirigente nacional del PSUV, sin siquiera mencionar al castigado por su nombre y apellido. "Fue una víctima sin nombre, porque sin debido proceso, sin posibilidad de defensa, sin opinión del resto de los miembros de la organización, simplemente fue aniquilado simbólicamente", comentó el respetado intelectual marxista venezolano, Javier Biardeau. A lo que añadió: "Me pareció incongruente y un contrasentido con el socialismo revolucionario plantear la creación de una comisión disciplinaria transitoria del PSUV. Sin estatutos, sin órganos debidamente constituidos, sin deliberación democrática en instancias de dirección, ¿cómo juzgar la conducta equivocada o no de un miembro de la organización revolucionaria? Ni siquiera en el X Congreso del partido bolchevique en 1921, justo en aquella ocasión donde se prefiguró un partido monolítico y sin fisuras, Lenin prohibió la existencia de corrientes de opinión. Si una comisión disciplinaria transitoria va a llevar al paredón a las opiniones, por más disparatadas que sean, lo que constata es la existencia de censura y sanción a la libre expresión de opiniones políticas. Con estas decisiones erradas, estamos prefigurando el viejo socialismo burocrático del siglo XX y repitiendo la estupidez de la vieja cogollocracia histórica venezolana. Si se refuerza esta tendencia, la comisión propulsora del PSUV y el pequeño cogollo 'técnico' pasará en la práctica a funcionar como cualquier aparato stalinista. Si no se comparte una opinión, lo fundamental es debatir esta posición en público, argumentar, deliberar, practicar la crítica y la autocrítica. Pero montar el supertribunal de disciplina que ninguna democracia socialista eligió es un contrasentido. ¿Qué sucederá entonces desde este momento? Una lluvia de expedientes de una sapocracia que aprovechándose de las afinidades con quienes administren el supertribunal pasarán a controlar la vida interna del PSUV. Con estas decisiones, al parecer, se instalan con toda la visibilidad de la jerarquía y la violencia de la dominación, las charreteras en el PSUV; y, desde ahora, se perfila la prohibición de disentir y pensar críticamente".

Otro intelectual cercano al régimen, el sociólogo de Clacso y organizador del Foro Social Mundial de Caracas en 2006, Edgardo Lander, se expresó en términos similares sobre la gravedad del asunto, mientras que un militante de base confiaba al sitio aporrea.org su frustración: "Ya vemos clarita la historia política inmediata: los elefantes del chavismo burgués, los que acabaron en siete años con el MVR, ahora serán los mismos que asumirán las riendas del PSUV que se encuentra en proceso de gestación". Desgraciadamente, el escenario poco alentador dibujado por Biardeau y por otros me parece bastante plausible. Para parte de la base chavista y de los sectores populares, el PSUV será el partido dominante de turno, lo que fue Acción Democrática (AD) en su tiempo: una agencia de empleo, una vía de acceso periférico a cuotas marginales de poder y de recursos, una correa de transmisión de las demandas y de los favores clientelares. Prueba de eso, el hecho bastante cómico de que, en algunos Estados de Venezuela, hubo más candidatos a inscribirse en el PSUV que votantes para Chávez en las elecciones de diciembre de 2006. Para otro sector, la adhesión al partido será simplemente una función de la adhesión al líder carismático. Pero existen sectores de la base chavista que creen sinceramente en la democracia "participativa y protagónica" y que exigirán un verdadero control y un verdadero debate democrático. (Cuidado que cuando hablo de tres "sectores", la realidad es más complicada, en la medida en que las motivaciones descritas pueden sobreponerse totalmente o parcialmente en muchas personas o colectivos sociales y políticos.) De ahí surgirán contradicciones que se resolverán en modo muy diferente según los casos y las regiones. Lo más probable es que Chávez y el aparato logren instrumentalizar estos disensos para favorecer o marginalizar a tal o cuál corriente o personalidad en función de la oportunidad del momento. En caso de que las contradicciones amenacen con volverse irreductibles, la solución del aparato será los llamados a la lealtad y a la disciplina, seguida si es necesario por la insultadera, la acusación de traición ("agentes del imperio", "infiltrados", etc.) y la estigmatización más rastrera de los disidentes, lo que ha sido la práctica sistemática del grueso de la jerarquía chavista hasta ahora. La aplastante mayoría de los militantes se alineará por miedo, por oportunismo o por convicción de que hay que estar "patria o muerte" con el líder y con la noción abstracta de "revolución", pero no con principios democráticos definidos y con modalidades de aplicación prácticas y verifiables de estos principios.

Esto para el aspecto político ideológico. Pero eso no es ni siquiera el problema fundamental de la construcción del PSUV. En la particular alquimia de la política partidaria, el oro puede transformarse en plomo, pero no al revés. En la historia, hay muchos ejemplos de partidos leninistas o jacobinos "incorruptibles" o de vanguardias guerrilleras sacrificadas que acaban su trayectoria bajo la forma de nomenclaturas anquilosadas y oportunistas. No hay ejemplos de lo contrario. Tomamos el caso del sandinismo: para cumplir su degeneración de heroico ejército guerrillero a camarilla orteguista en contubernio con la derecha más corrupta, el FSLN tuvo que pasar por la famosa "piñata". En el marco de la borrachera rentista, la nueva clase burguesa burocrática con Rolex y Hummers que domina el proceso venezolano (y que dominará el PSUV, no quedan muchas dudas sobre esto) empezó su ascenso social y político con una gran piñata petrobolivariana. De ahí no hay marcha atrás hacia la pulcritud revolucionaria. Por muchas boinas rojas y muchos retratos del Che que se enarbolen, no hay cómo transformar este plomo en oro. Tampoco habrá la "revolución dentro de la revolución" con la que sueña la izquierda radical chavista para acabar con toda esta podredumbre, y eso por dos razones. Primero, porque la nueva clase (tal vez más una capa que una clase social orgánica) está demasiado enquistada en las estructuras socioeconómicas, aliada y a menudo económicamente asociada con el ejército, y cobijada por el líder que la necesita para gobernar a pesar de sus discursos sobre la belleza de la pobreza evangélica y lo malo de ser rico. Segundo, porque la población no es para nada "socialista" en el sentido en que los radicales creen. Para la mayoría del pueblo chavista, el "socialismo" es algo muy nebuloso, una mezcla de vagas prédicas sobre el altruismo y la caridad cristiana y de versión más personalista, más mesiánica y más plebeya de la redistribución rentista al estilo Carlos Andrés Pérez (en su primer mandato); no es una nueva institucionalidad y un nuevo modo de producción socioeconómica a la vez más justo y más eficiente, noción muy problemática sobre la que la mayoría del pueblo no tiene la menor idea, como tampoco la tiene la jerarquía chavista.

- ¿La reelección indefinida de Chávez, incluida en el proyecto de reforma constitucional, pone en riesgo la democracia?

MSU: Vamos por partes. Primero, Chávez y los chavistas señalan que la posibilidad de reelección ilimitada de un gobernante está vigente en varios países occidentales desarrollados. Formalmente, es la pura verdad, y si el pueblo venezolano quiere poder reelegir Chávez indefinidamente, ¿porqué no? Ahora, por supuesto, no hay que ser ingenuo, y cuando usted tiene un mandatario con fuertes tendencias mesiánicas y megalómanas en el poder (Chávez declaró hace poco en la televisión iraní que "Venezuela es considerada como la nación más importante de Latinoamérica" y que la alianza entre Caracas y Teherán prefiguraba "un movimiento que salvaría el mundo de la amenaza del imperialismo norteamericano"), vale la pena interrogarse sobre el significado de la exigencia de reelección indefinida. Sobre todo cuando uno oye los argumentos a favor de la reforma constitucional planteados por los máximos exponentes del régimen. Para defender la reelección, el diputado chavista Carlos Escarrá, integrante de la comisión presidencial que asesoró a Chávez en su diseño, citó el proyecto de la Constitución de Bolivia presentada por Bolívar en el siglo XIX : "El presidente viene a ser en nuestra Constitución como el sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua y permanente". Otro ejemplo, un discurso reciente de Diosdado Cabello -¡siempre él!- : "Los que crean que la reforma es para perjudicarlos a ellos, que se vayan, bastante pueblo tiene el comandante Chávez, bastante pueblo tiene el verdadero socialismo". Éstas son sólo dos indicaciones del increíble nivel de servilismo, de sectarismo y de intolerancia que reina en la cúpula del chavismo, y no sólo en la cúpula. Hace pocos días, en aporrea.org, un militante chavista escribía sin ironía: "Comandante, dicte; que el soberano copia". Que no es sino una nueva versión de otro eslogan usado en algunas manifestaciones chavistas: "Comandante ordena, te obedecemos". Sería interesante saber quién, exactamente, promueve esto lemas "espontáneos" dentro de las organizaciones populares.

Lo que sí es perfectamente antidemocrático es la exigencia (todavía no definida oficialmente, pero se ve que el régimen se inclina fuertemente hacia esto) de votar en bloque, en un referéndum que debería ocurrir en diciembre, todas la enmiendas a la Constitución (33 de 350 artículos), que tratan temas tan diversos como la reelección indefinida, la formas de propiedad (definición de la propiedad social y comunal, además de la privada y estatal), el fin de la autonomía del Banco Central, la transferencia a la presidencia de la reserva monetaria internacional, la institucionalización de las "misiones" sociales, el estatuto de las FF.AA. y las milicias populares, la instauración de un nuevo mapa político-territorial con la creación de "territorios federales" y "ciudades socialistas" controlados directamente por el ejecutivo central, la reducción de la jornada laboral a seis horas, etc. Al mismo tiempo, es una maniobra táctica bastante inteligente porque ya tuvo el resultado de dividir a la oposición entre quienes quieren decir No en bloque y los que quisieran poder votar sobre cada tema separadamente (además de los que elegirán la abstención).

Ahora, si me permiten, quisiera analizar más en profundidad el tema "Chávez y la democracia". Primero, como dije en mi artículo y en mi libro, no tiene mucho sentido la pregunta de si Chávez es un "demócrata sincero" o si "tiene un alma de dictador". Todo es una cuestión de contexto y de posibilidades sociopolíticas concretas. ¿Cuál es el "modelo" de "socialismo" que Chávez tiene en mente? Por un lado, no es el "modelo" cubano (un "modelo" que ni los filocastristas más empedernidos del continente pretenden imitar en lo concreto, lo que en sí mismo ya es muy sintomático), como lo cree gran parte de la oposición. Por otro lado, los chavistas sobreestiman bastante la originalidad y el carácter innovador del régimen bolivariano. Si los analizamos uno por uno, casi todos sus rasgos fundamentales podrían ser referidos a experiencias históricas bien conocidas. Mi hipótesis (e insisto que es sólo una hipótesis de trabajo) es que se trata de una mezcla sui géneris de varios elementos.

Primero, todo el manejo chavista del tema de la democracia participativa y protagónica, y de los famosos consejos comunales, tiene muchos parecidos con los "congresos populares" de Muamar El Gadafi, o sea, una forma de simulacro de democracia directa donde el cemento cohesionador de la "pirámide" de los organismos participativos no es la autoactividad de las masas y la construcción deliberativa de la voluntad general, sino el liderazgo carismático del caudillo y su control del aparato estatal. Por otro lado, este aspecto "gadafista" está considerablemente matizado por el contexto y las tradiciones institucionales de la región y se combina con una forma de gestión del poder más parecida a la del primer peronismo o del PRI mexicano de cierta época, lo que requiere una fachada más o menos convincente de pluripartidismo y de elecciones libres (y la honestidad obliga a decir que son por el momento mucho más libres y transparentes en la Venezuela de Chávez que en el México del PRI de antaño). Eso, creo, es el modelo implícito y más o menos intuitivo que tiene Chávez. Pero esta especie de modelo mixto "gadafista-peronista" es sólo un ideal-tipo que no refleja la realidad en el terreno concreto. Es una mezcla, pero una mezcla incompleta, que entra también en amalgama con formas más o menos deterioradas del sistema democrático liberal tradicional de Venezuela, con su fuerte sesgo de oligarquía partidocrática y rentista clientelar, y con un mayor desarrollo -y una mayor indocilidad- de la sociedad civil, incluso de la sociedad civil chavista.

Me parece también que es una mezcla muy inestable, por lo que es difícil predecir lo que puede pasar a medio o largo plazo. ¿Cómo compensará el carisma del caudillo el rendimiento decreciente de los programas sociales? ¿Qué efecto legitimante o, al contrario, deslegitimante, pueden tener el sobrecalentamiento retórico del régimen y la sensación creciente de exilio interior y de desesperación de los sectores opositores o bien la ansiedad de los "ni-ni"? ¿Hasta qué punto la nueva clase que goza del poder (aunque en realidad, en el nivel económico, lo comparte con las élites capitalistas tradicionales, que no han sido desplazadas), la "boliburguesía", se someterá dócilmente a todos los caprichos de líder? Dentro de las nuevas generaciones, compuestas tanto por los estudiantes que manifestaron contra el cierre de RCTV en la primavera de 2007 como por los jóvenes de los barrios populares adeptos del régimen, ¿puede haber un día una convergencia de intereses y frustraciones más allá de la cristalización estereotipada de los lenguajes ideológicos -el lenguaje hueco de la "revolución" y la enorme abstracción del discurso de la "democracia liberal"-? Por supuesto, el régimen y gran parte de la oposición hacen todo para consolidar estos estereotipos y fortalecer una polarización simbólica que no es sino un simulacro manipulado de lucha de clases. Pienso que el juego es más abierto que lo que creen tanto los opositores desesperados como los chavistas atrincherados en el poder, y tengo cierta confianza en la vitalidad democrática de la sociedad venezolana. Sólo hay que esperar que la inevitable explosión de la burbuja rentista y de la ilusión "revolucionaria" no se produzca en condiciones demasiado caóticas que dejarían a los venezolanos un país moral, institucional y económicamente arruinado y sin rumbo.

- ¿Cómo puede usted sostener este tipo de discurso supuestamente desde la izquierda? ¿No teme ser víctima de la acusación de "hacerle el juego al enemigo"?

MSU: Eso de hacer el juego al enemigo me tiene sin cuidado. Hablar sobre Venezuela desde la izquierda implica cierta responsabilidad, pero no la de "no hacer el juego al enemigo" -argumento de los estalinistas de siempre-, sino la de no hacer propaganda barata, como la hacen 95 por ciento de los discursos pro y antichavistas. Lo que necesitamos son reportajes y encuestas sociológicas y económicas serias y sustentadas sobre el proceso bolivariano, y de eso hay poquísimo. Además, primero, y hasta ahora, considero el gobierno bolivariano como el legítimo gobierno de Venezuela, le guste o no a fulano o a mengano (o incluso a mí). Esta legitimidad electoral, tanto como su séquito popular, no impide hacer un balance de sus logros concretos y de su dinámica política y económica, y ahí la cosa es más compleja y mucho más preocupante. Yo diría cada día más preocupante. Segundo, en el nivel geopolítico, no temo una extensión y una infiltración continental del "modelo" chavista (una cosa es la retórica y las fanfarronadas de los bolivarianos propios y ajenos, y otra los intereses y las estrategias reales de los distintos países y regímenes), ni me molesta que las izquierdas o centroizquierdas en el poder en América Latina hagan acuerdos con Chávez o con PDVSA. La estrategia de buscar un mundo multipolar, de diversificar las fuentes de inversión y de consolidar bloques geopolíticos alternativos me parece profundamente justa. Pero tampoco hay que hacerse ilusiones exageradas. Por ejemplo, la idea de que fortalecer los vínculos comerciales con países de tendencia supuestamente "socialista", como China y Venezuela, tiene una carácter unilateralmente emancipador es muy ingenua. De hecho, el comercio con China y los acuerdos con PDVSA tienden a menudo a consolidar la reprimarización extractivista de las economías latinoamericanas, o sea, exactamente lo que la teoría de la dependencia reprochaba al imperialismo.

Por supuesto, tratar de encontrar y transmitir al menos parte de la verdad sobre Venezuela expone a los insultos, las calumnias y las acusaciones mas descabelladas de la izquierda boba. Para resistir a este tsunami de idiotez sin caer en la tentación de volverse reaccionario, hay que tener una cierta fuerza moral y un cierto sentido del humor. Afortunadamente, es posible encontrar una fuente de serenidad en la perspectiva histórica que provee una buena educación marxiana, es decir la costumbre del análisis materialista concreto y racional de las situaciones concretas. Y también en la certidumbre de que, en última instancia, sólo la verdad es revolucionaria.

Docente Universidad Central de Venezuela

jueves, 17 de enero de 2008

Trampas fecales en la "R" *

ABRAHAM GÓMEZ**


A veces nos parece tan fastidioso e insoportable que seamos un ente racional en permanente fabricación, en un proceso de ilimitado llenado y que esa inalcanzable completitud la procuramos en ámbitos ocasionalmente impensables de la sociedad.


Inmenso desafío tenemos hoy quienes presumimos que hacemos afinadas elaboraciones de conocimientos, y que además las exhibimos en tanto una exquisita creación cognitiva. ¿ Por qué estamos encarando un reto? Porque la densidad y consistencia que aspiramos darle a todo cuanto internalizamos y expresamos nos obliga a establecer las diferenciaciones con lo que a cada paso nos tropezamos, con procedencia de la esfera política, mayormente, cuyo propósito e intención persigue sumirnos en ese estado de cosas en las que sus propaladores se solazan.

Escaso o nulo recato observamos en el detentador superior del poder cuando apela a la escatología, en su más desvestida forma, con tal de aproximar una idea, auxiliante para sus despropósitos, aunque hunda el escrúpulo en esa abyección. Tal ha sido el comportamiento en los últimos tiempos: manifestaciones de regresión, bajeza, repudio, ineptitud, inmoralidades, radicalismo, persecuciones y bastante más, lo que han aparejado con justificaciones que han sido intragables por imbéciles. Las revoluciones suelen estar signadas por retiradas tácticas, que no son ni buscan rectificación o propósito de enmienda.

La vieja conseja. Manejada de modo hábil y sibilino.

Cuando perciben que sus devaneos ideologizantes son deleznados dan en apariencia marcha atrás, hacen como si se replegaran, con ofrecimiento incluido de no incurrir nuevamente en esa desfachatez.

El peligro que siempre estuvo anidado irrumpe con recurrencia una vez que pasa la resaca del descalabro. La historia de la humanidad tiene retratada por ominosa la característica esencial de esta detestable línea de pensamiento, que en la búsqueda de un igualitarismo de los seres humanos liquidan sus libertades. Cuál es la diferencia entre lo que ya sabemos de estos regímenes totalitarios de fundamentada estirpe militarista y las escenas develadas en nuestro país actualmente.

Un funcionario con serio padecimiento del síndrome de Tourette: enfermedad que lleva a la persona que la sufre a experimentar trastornos obsesivo-compulsivos, megalomanía, problemas de percepción, excesiva irritabilidad, pobre tolerancia a la frustración, etc., no está en condiciones de dirigir el Estado, porque constituye un descomunal entrampamiento, del cual no es fácil librarse.

Así también se le oculta al país la gravísima crisis económica en la que estamos y la que se encima, a pesar de haber blandido inmoderadamente un tal desarrollo endógeno que dista mucho de 85% del presupuesto nacional destinado a importaciones en general para poder mantener activa una cuarta parte del aparato productivo. Otra trampa que por más que han intentado enmascarar con la reconversión monetaria aflora por los diversos intersticios de la economía.

La actitud revisionista asomada con sarcasmo debe corresponder en mayor proporción a las correcciones conductuales demoradas a lo interno de lo que denominan proceso. La insistencia a un retrogradismo de etapas ya superadas ha sido el eje teórico fundamental de los ideólogos del presente régimen en Venezuela.

La realidad del país vislumbra, los recientes comicios así lo demostraron, una perspectiva distinta: más humana, con libertades, respetuosa de las condiciones individuales y de las posibilidades de cada quien, en pleno acatamiento al Estado de Derecho. La máxima aspiración de la población venezolana no es la tramposa desaceleración de las acciones que propendan a la inconveniente imposición, a sangre y fuego, de un indescifrado y todavía inexplicado socialismo.

Nuestro país anhela una legítima reinserción en los principios rectores de una verdadera democracia con justicia social.

* Miradas Múltiples para el diálogo, El Nacional, A-10, 17-01-2008
** Instituto Tecnológico de Tucupita

miércoles, 16 de enero de 2008

Socialismo sin idolatría cesarista*


JAVIER BIARDEAU*
jbiardeau@yahoo.com.mx



No hay nada más incongruente, desde el punto de vista de la democracia socialista, que la idolatría cesarista. Que no se confunda la crítica radical al mito-cesarista con un ataque al liderazgo político, personal o colectivo, reconocido por una base social y política de apoyo. No, se trata de otro fenómeno a cuestionar, de una modalidad conservadora de plantear la relación entre liderazgo y base de apoyo. Es conservadora por su apelación a la tesis del culto a los héroes, del arquetipo del líder que simboliza la potencia omnipotente del genio individual, que exalta sus presuntas cualidades infalibles, su voluntad indoblegable o su razón indiscutible como atributos excepcionales, por encima de la experiencia de lo común, de la voluntad colectiva.

La élite, el representante, el personalismo, son sustituciones de la voluntad popular. El horizonte socialista requiere de multitudes, de movimientos, de voluntades colectivas, de inteligencias sociales, de la superación de las viejas tesis sobre vanguardias y masas.

En la izquierda histórica el elitismo revolucionario bolchevique dio lugar a trágicas experiencias de personalización del poder: Stalin, por ejemplo.

El déspota revolucionario que sustituía finalmente a un partido de cuadros, que representaban la figura mítica de la dirección política. El culto a la personalidad y el vanguardismo son dispositivos de anulación del protagonismo popular y ambos son producto de culturas políticas con valores reaccionarios.

Entramos en el terreno de la voluntad de dominio. Este es el mito-cesarista, la necesidad para una camarilla política de un mito de legitimación de su función de mando. Es allí donde las camarillas utilizan al mito-cesarista como revestimiento ideológico de un tipo de liderazgo carismático. Las camarillas obtienen a cambio prebendas de poder, obstaculizando así la formación éticopolítica, la autodeterminación de la multitud, el autogobierno popular.

El sistema de movilización populista se ha convertido en ritual electoral, sin analizar que entramos en nuevos momentos del despliegue de las correlaciones de fuerzas y de los proyectos en conflicto. No es lo mismo el clivaje neoliberalismo/justicialismo, que el clivaje capitalismo/socialismo. El segundo requiere de nuevas capacidades éticoculturales. El socialismo como experiencia y tradición histórica requiere de revisiones, rectificaciones y reimpulsos.

Agregaría otras "R". Renovación radical, por ejemplo. Sin una renovación radical del imaginario socialista no habrá posibilidad alguna de revisar, rectificar y reimpulsar la revolución.

Hay que introducir novedades radicales en el socialismo como horizonte estratégico, y, entre ellas, sellar el vínculo entre revolución democrática y revolución socialista. La idolatría cesarista requiere de un pueblo convertido en votanteespectador, y no en protagonista efectivo de los cambios.

La viabilidad del horizonte socialista está en la radicalización de la democracia, no en su restricción ni en la degeneración personalista del poder.

¿Y el nuevo socialismo? En vez de una iniciativa popular tendiente a la mayor distribución y diseminación del poder, el mito-cesarista terminó proyectando la imagen de una reforma que secuestraba la democracia y restringía derechos fundamentales.

Conclusión: la dirección política revolucionaria no ha propuesto renovación alguna del discurso socialista. No logró plantear el pluralismo igualitario frente al pluralismo liberal, plantear la importancia de superar la tolerancia-indiferencia de las inmensas desigualdades de clase que reproduce el capitalismo, la indiferencia ante las inmensas discriminaciones sociales en el país.

Frente al pluralismo liberal, que refuerza la tolerancia represiva, hay que impulsar el pluralismo igualitario, la diversidad en la igualdad, el tratamiento conjunto de la igualdad y la diferencia. Sin idolatrías cesaristas, con liderazgos, sí, pero sin mitos reaccionarios. Entonces, socialismo con pluralismo político y, sobre todo, con pluralismo igualitario. Son tiempos de encrucijadas: de renovación o de compulsión al fracaso.

* Miradas múltiples para el diálogo, El Nacional, A-10, 15-01-2008

domingo, 13 de enero de 2008

La "R" de retroceder *



RIGOBERTO LANZ
rlanz@cipost.org.ve


Las derrotas políticas tienen el curioso efecto de iluminar –a veces– el lado oscuro de la conciencia para mirar mejor el camino, y, al mismo tiempo, proporcionan una suerte de sedante intelectual para tranquilizar el espíritu, para pasar el trago amargo, para combatir la razonable depresión que va dejando el descalabro. Un poco de este clima respiramos en estos días en todos los ambientes asociados al Gobierno. La sensación de estar trabajando con un motor sobreacelerado es la metáfora con la cual el Presidente de la República ilustra la situación. Por tanto, la idea de "desacelerar" luce a primera vista más que conveniente.

No obstante, hay en esta agenda otras interrogantes que es importante despejar. Una de ellas se refiere a la propensión pragmática que es consustancial al desempeño de los sectores más conservadores del proceso. Ese pragmatismo puede verse reforzado por el clima de desaliento que se impone con la metáfora de la "desaceleración".

Las exigencias de realizaciones concretas, la cristalización de una obra de gobierno visible, la ejecutoria de una función pública volcada a la resolución de tantos problemas de la vida cotidiana de la gente, no son asuntos triviales de los que se ocuparían funcionarios de segundo orden. Se entiende que estos asuntos (por cierto, en todos ellos hay un balance negativo) terminen minando cualquier proyecto trascendente de transformación social. Se entiende por igual que el alto Gobierno esté más que preocupado por la incidencia política de estas dimensiones en cualquier disputa con los factores de oposición. Dicho directamente: que el Gobierno gobierne es algo que estábamos dando por supuesto.

En vista de que tal sobreentendido no está funcionando, entonces proceden todas las rectificaciones.

Detrás de los comprensibles llamados a la "rectificación" está encapsulada una tónica pragmático-conservadora que es en verdad la responsable de muchos desaciertos.

Este conservadurismo va de la mano del síndrome burocrático y de la corrupción. El inmovilismo de los aparatos del viejo Estado es uno de los vectores más lesivos a la hora de generar saltos. No es por la profundidad de los cambios que la gente está molesta, sino por la ineptitud de tanto burócrata "bueno para nada". No es por el carácter revolucionario de las transformaciones que el pueblo protesta sino por las innumerables inconsistencias de la que es víctima la acción del Gobierno y del Estado. Si el "motor de la revolución está fundido" (como sostiene el Presidente) es porque ha estado acelerado con el freno puesto. La marcha de los cambios ha sido lenta, lentísima.

Hay que saludar sin mezquindad el espíritu de rectificación que está siendo invocado. La cuestión es evitar que con ello se oculten las responsabilidades específicas y se amelle el filo transformador de un proyecto de país que ha de involucrar a todo el mundo. Rectificar no es retroceder. Ajustar el ritmo y acompasar las energías puestas en las transformaciones del país son parte de las reglas de juego de la política.

De allí no se sigue que los compromisos de fondo por gestar una nueva institucionalidad de cara a otra idea de sociedad deban ser negociados (¿negociados con quién?).

Sabemos que en Venezuela hacer las cosas bien es ya una proeza. Pero ello sería una mala excusa para justificar la inopia de la función pública en casi todos los terrenos. Tomarse en serio la gestión de gobierno supone algo mucho más exigente que los regaños y las exhortaciones. Ya es bastante que el propio Presidente de la República tome en sus manos la cuestión de garantizar una acción de gobierno consistente y eficaz.

Los conflictos y contradicciones están a la vista. Ellos no son "accidentes" con los que se tropieza el Gobierno por mala suerte. El asunto es precisamente poder lidiar democráticamente con esa heterogeneidad conflictual, ser capaces de gestionar eficazmente los problemas de la gente y avanzar en la profundización –no importa si gradual– de los cambios en todos los órdenes de la vida. Rectificando a cada paso, sobre todo, para que no se detengan las transformaciones. De eso se trata.

* Miradas múltiples para el diálogo, El Nacional, A-12, domingo 13-01-08

sábado, 12 de enero de 2008

Marcar la diferencia*


Magaldy Téllez**
mtellez@alcadiamayor.gob.ve

En un artículo anterior sostuve que los resultados del 2-D convocan a hacernos la pregunta: ¿qué se tiene que hacer diferente?, proponiendo una de las cuestiones decisivas: el forjamiento de un nuevo imaginario social, radical e instituyente, libre y desfuncionalizado.
Aquí propongo las siguientes cuestiones:

1. Profundizar el debate en torno al socialismo bolivariano como dimensión del fortalecimiento de la cultura política democrática.

Porque asumimos que sin este debate no se produce una revolución en los modos de pensar, decir y hacer, ni se fecunda el pensamiento revolucionario. Ello implica la resignificación de las palabras que nombren el socialismo que queremos: ¿qué decimos cuando decimos igualdad, justicia, libertad, solidaridad, democracia, pueblo, revolución? No se trata del debate per se, sino de asumir que el lenguaje político también hace a las cosas políticas y que nuestra revolución reclama una revolución del lenguaje que nos haga pensar, decir y hacer de otro modo eso que llamamos política, democracia y socialismo, convocando a los diversos sectores sociales e impulsando y apoyando experiencias en la construcción de alternativas orgánicas para fortalecer el ejercicio del poder popular, del cual depende un proyecto ético-político de gran aliento que no se agota en un gobierno, en una elección, o en un partido: la construcción del socialismo, como escribió Javier Biardeau, "asumido desde el pensamiento crítico y desde las pasiones libertarias".

2. La nueva institucionalidad estatal

Que facilite las condiciones para el ejercicio del poder popular en sus plurales expresiones, que articule y haga seguimiento de la ejecución de políticas económicas y sociales orientadas a la supresión de las causas de la pobreza y la exclusión social, que impulse el desarrollo sostenido de la producción mediante distintas formas de propiedad de los medios de producción regidas por la prohibición del monopolio y de la explotación económica, y por el imperativo de la consolidación de una economía integrada en términos solidarios.

Se trata, entre otras cuestiones, de hacernos cargo de los asuntos que impiden o favorecen la creación de gobernabilidad desde los movimientos de base, de ir acercando cada vez más la gestión estatal y gubernamental a las comunidades para dar respuestas oportunas a los problemas que les afectan, de activar dispositivos contra la impunidad en sus diversas expresiones (como el acaparamiento y desabastecimiento de alimentos convertido en instrumento del "golpe suave"), de ir cerrando la brecha entre el Estado y las diversas formas de organización social, de cara a la participación democrática en la toma de decisiones sobre los asuntos públicos; de impulsar y fortalecer nuevos emprendimientos productivos que expresen los principios de inclusión y cooperación e incorporen formas de autogestión y cogestión de los trabajadores; de propender a la calidad de la gestión estatal entendida en términos de sus impactos en el mejoramiento sustantivo de las condiciones de vida de las mayorías, con la activa participación de las comunidades organizadas. En fin, una nueva institucionalidad que se sustente en el movimiento popular y siente las bases para una nueva forma de organización política de la sociedad que algunos pensadores han planteado como un Estado no-Estado.

3. Construir el PSUV como una verdadera mediación político-institucional

Que se constituya en espacio de ejercicio: de la democracia participativa y protagónica (del derecho a elegir y revocar, de activación de mecanismos de consulta permanente, de coexistencia de la pluralidad de corrientes de pensamiento socialista), de una dirección colectiva, de construcciones deliberativas de la voluntad común, del debate inacabado. Sólo así podrá fortalecerse una plataforma política con fuerte arraigo popular como una de las fuerzas inherentes a la construcción del socialismo A. Un partido que se despliegue como movimiento articulado y plural en ruptura con cualquier pretensión de centralismo burocrático, siempre alerta al peligro del totalitarismo que niega la pasión libertaria.


  • Miradas múltiples para el diálogo, El Nacional, A-9, 12-01-08
  • *Alcaldía Mayor de Caracas