miércoles, 9 de enero de 2008

¿Qué marca la diferencia? *

Magaldy Téllez**
mtellez@alcaldiamayor.gob.ve

Los resultados del referéndum del 2 de diciembre convocan a hacernos la pregunta: ¿Qué se tiene que hacer diferente? Iniciemos con lo que parece de sentido común: es preciso marcar la diferencia en el modo mismo de hacer, pues todo proceso revolucionario se enfrenta no sólo a la reacción capitalista sino al peligro de la reacción en su seno, porque de él hace parte la impronta de una cultura política que expropió el derecho de los excluidos a decidir libremente las formas de organización de su vida social y que sigue instalada en los modos de pensar, decir y hacer política.

Por razones de espacio me limitaré a señalar una cuestión que considero vital: marcar la diferencia implica, entre otros asuntos, hacernos cargo de la fuerza que tiene el forjamiento de un nuevo imaginario social, radical e instituyente, como lo llamó Castoriadis, libre y desfuncionalizado.

Se trata de construir en común, entre todos, y mediante prácticas concretas, nuevos valores, normas, lenguajes y deseos, que adquieran una fuerza instituyente contrapuesta a los sentidos que encontramos dados hoy en día generando y poniendo en funcionamiento heterogéneos dispositivos efectivamente forjadores de un imaginario que conecte con el deseo de socialismo como creación de nuevas formas de vida-en-común y como pasión puesta en esa creación.

Para ello es impostergable romper con la nefasta convicción de que podemos crear una conciencia socialista desde afuera, como si se tratara de inyectar dosis de una conciencia ya dada en preclaros dirigentes que hacen suya la tarea de transmitirla a los demás, a los ignorantes, a los políticamente inmaduros, a los sectores populares, a quienes no hacen vida pública.

Se trata de hacer que la gente se sienta convocada, promueva y haga suyo el debate inacabado en torno a las ideas mismas de democracia, igualdad, justicia social, libertad y solidaridad, y de hacer que el movimiento popular genere sus propios dispositivos y sus propias interpretaciones al calor de sus luchas, de sus experiencias organizativas, de sus demandas, de su derecho a participar en la toma de decisiones.

Porque es esencial contrarrestar el peso de los prejuicios y estereotipos sedimentados en la cultura política venezolana contra el socialismo, y porque su construcción reclama la resignificación de tales ideas secuestradas por un discurso político habitado por palabras vacías, tan útiles a los poderes que las cruzan como inútiles para resistir su lógica y sus efectos.

Se trata de que en la mayoría de los venezolanos y venezolanas prenda el deseo de socialismo como proyecto ético-político de realización de la democracia radical que cobra cuerpo en el ejercicio inconcluso de la igualdad y la justicia social, de la libertad y de la solidaridad como contrapunto de la cultura competitiva individualista.

Y, en tal sentido, que es en este proceso de construcción colectiva donde se generan condiciones para un real ejercicio de poder popular que, en lo fundamental, deviene tal por la aparición de las múltiples formas que adopta la política autónoma de quienes históricamente excluidos ejercen su derecho a ser reconocidos y escuchados en pie de igualdad, no sólo para resolver sus problemas cotidianos, sino como partícipes en las decisiones que atañen a un nuevo modo de organización de la vida social y política: autoorganizándose, autogobernándose, eligiendo, revocando, autodeterminándose.

En fin, se trata de marcar la diferencia en el hacer cruzado por la convicción de que no habrá socialismo sin la creación de un imaginario radical instituyente de un nuevo modo de vivir-en común, dimensión ineludible del combate en el cual se pone en juego la cuestión de quién decide, y con qué fines, las normas democráticas que han de regular ese nuevo modo de vivir.

* Miradas múltiples para el diálogo, El Nacional, 9-1-2008, A-8

**Alcaldía Mayor de Caracas

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