| RIGOBERTO LANZ rlanz@cipost.org.ve |
Como gusta decir a Toni Negri: "La multitud es esa energía que atraviesa el viejo concepto de pueblo". Esa multitud está bastante claramente demarcada en el mapa político venezolano. No harían falta muchas encuestas para determinar su tamaño y para ubicar su filiación política. Por ello resulta fácil pronosticar el triunfo electoral del chavismo con una neta ventaja sobre sus rivales. En parte por la fuerza que mantiene este polo desde hace varios años, en parte también por el desbarajuste de una derecha que aún no se recupera de su aventura golpista.
En Venezuela ocurre un fenómeno subterráneo que está en la base de la fortaleza electoral del Gobierno: la repolitización de la gente y su creciente protagonismo. Sin este sustrato no se entendería por qué el control mediático de la derecha no tiene los efectos esperados sobre la conciencia colectiva.
En Venezuela la mediocracia hace las veces del sistema de partidos. Ante la bancarrota de la partidocracia, los dueños de medios han tomado el relevo sin sutilezas.
No obstante, la gente permanece refractaria a todas las manipulaciones y abusos de este poder mediático.
En parte, este fenómeno está asociado a un resurgimiento de la conciencia política de la multitud.
Se entiende que los factores de oposición en el país cuentan objetivamente con una importante franja de la población que no han podido recuperar después del desastre del golpe de Estado.
Con un pobre liderazgo, divididos en varias fracciones y con la rémora del golpismo, esta oposición no tiene ningún chance de disputarle limpiamente el poder al chavismo. Tal vez con la experiencia de esta nueva consulta popular se produzca un realineamiento que pueda en un futuro augurarle un mejor destino a la oposición democrática en el país.
Derrotada el ala golpista de esa derecha histérica, es posible que los factores de mentalidad democrática puedan reagruparse en una formulación creíble para los contingentes de la sociedad que adversan al Gobierno.
Por el lado de los factores que conforman la plataforma de apoyo al Gobierno es claro que este nuevo período va a significar inmensos desafíos en el terreno programático, en las definiciones ideológicas, en la cualificación de la gestión pública.
Hay muchas materias pendientes que ya no podrán ser diferidas. Se agudizará el debate sobre lo que debe entenderse por socialismo del siglo XXI. Se recalentará la discusión sobre las desviaciones que ya aparecen en el imaginario de las burocracias de aparato.
Pero, sobre todo, aparecerá de bulto la urgencia de encontrar remedio a los dos males que amenazan gravemente el proceso de cambios en Venezuela: la corrupción y el burocratismo (males estos reconocidos una y otra vez por el ciudadano Presidente de la República). El fervor popular que está en la base de la legitimación política del chavismo tiene un límite. La multitud no es una masa amorfa de adherentes que estará allí apoyando lo que sea, no importa lo que haga el Gobierno.
Este optimismo puede ser letal frente a coyunturas venideras donde las condiciones de la oposición sean otras.
Producir resultados visibles en la lucha contra la corrupción y el burocratismo puede ser tan importante como exhibir una obra de gobierno contundente.
El panorama posreferéndum en Venezuela se vislumbra como un período de estabilización macropolítica, con una fuerte expansión económica y con grandes chances de profundización de las líneas distintivas del tipo de sociedad que queremos construir, sobremanera en lo que concierne a la configuración de las redes del poder popular, que ha de pasar de su identificación jurídica a una efectiva malla de nodos decisionales en todas las esferas de la vida pública.
La idea vaga de un "socialismo" deseado puede encontrar músculo cultural y político a condición de que la gente haga suya la experiencia de la autogestión, la vivencia de los nuevos modos de gestión política, el horizonte compartido de una sociedad radicalmente diferente. Allí el "pueblo" deviene multitud merced al poder real disputado al viejo Estado. Ese es el camino.
EL NACIONAL - Domingo 28 de Octubre de 2007
En Venezuela ocurre un fenómeno subterráneo que está en la base de la fortaleza electoral del Gobierno: la repolitización de la gente y su creciente protagonismo. Sin este sustrato no se entendería por qué el control mediático de la derecha no tiene los efectos esperados sobre la conciencia colectiva.
En Venezuela la mediocracia hace las veces del sistema de partidos. Ante la bancarrota de la partidocracia, los dueños de medios han tomado el relevo sin sutilezas.
No obstante, la gente permanece refractaria a todas las manipulaciones y abusos de este poder mediático.
En parte, este fenómeno está asociado a un resurgimiento de la conciencia política de la multitud.
Se entiende que los factores de oposición en el país cuentan objetivamente con una importante franja de la población que no han podido recuperar después del desastre del golpe de Estado.
Con un pobre liderazgo, divididos en varias fracciones y con la rémora del golpismo, esta oposición no tiene ningún chance de disputarle limpiamente el poder al chavismo. Tal vez con la experiencia de esta nueva consulta popular se produzca un realineamiento que pueda en un futuro augurarle un mejor destino a la oposición democrática en el país.
Derrotada el ala golpista de esa derecha histérica, es posible que los factores de mentalidad democrática puedan reagruparse en una formulación creíble para los contingentes de la sociedad que adversan al Gobierno.
Por el lado de los factores que conforman la plataforma de apoyo al Gobierno es claro que este nuevo período va a significar inmensos desafíos en el terreno programático, en las definiciones ideológicas, en la cualificación de la gestión pública.
Hay muchas materias pendientes que ya no podrán ser diferidas. Se agudizará el debate sobre lo que debe entenderse por socialismo del siglo XXI. Se recalentará la discusión sobre las desviaciones que ya aparecen en el imaginario de las burocracias de aparato.
Pero, sobre todo, aparecerá de bulto la urgencia de encontrar remedio a los dos males que amenazan gravemente el proceso de cambios en Venezuela: la corrupción y el burocratismo (males estos reconocidos una y otra vez por el ciudadano Presidente de la República). El fervor popular que está en la base de la legitimación política del chavismo tiene un límite. La multitud no es una masa amorfa de adherentes que estará allí apoyando lo que sea, no importa lo que haga el Gobierno.
Este optimismo puede ser letal frente a coyunturas venideras donde las condiciones de la oposición sean otras.
Producir resultados visibles en la lucha contra la corrupción y el burocratismo puede ser tan importante como exhibir una obra de gobierno contundente.
El panorama posreferéndum en Venezuela se vislumbra como un período de estabilización macropolítica, con una fuerte expansión económica y con grandes chances de profundización de las líneas distintivas del tipo de sociedad que queremos construir, sobremanera en lo que concierne a la configuración de las redes del poder popular, que ha de pasar de su identificación jurídica a una efectiva malla de nodos decisionales en todas las esferas de la vida pública.
La idea vaga de un "socialismo" deseado puede encontrar músculo cultural y político a condición de que la gente haga suya la experiencia de la autogestión, la vivencia de los nuevos modos de gestión política, el horizonte compartido de una sociedad radicalmente diferente. Allí el "pueblo" deviene multitud merced al poder real disputado al viejo Estado. Ese es el camino.
EL NACIONAL - Domingo 28 de Octubre de 2007
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