Javier Biardeau R.
No hubo sorpresas efectivamente. Los deseos solos no preñan. La realidad cruda y dura impone limitaciones a las ilusiones ilimitadas. El cuadro de derrota política con alta abstención, incluso si subiese llegado a lograrse una pírrica victoria electoral, coloca a la alta dirección estratégica de la revolución en el único espacio emocional y racional para superar la actual situación: reconocer errores y corregirlos, comenzando por la visión unilateral de la infalibilidad del Líder. Con una abstención cercana a 7.200.000 votantes (45 %), y un estrechísimo margen entre el SI y el NO (el CNE ha contabilizado 4 millones 504 mil 354 (50,70%) votos a favor del NO, y para el SÍ, 4 millones 379 mil 392, lo que representa el 49,29%), la lectura es que el peor escenario: un empate catastrófico con alta abstención, fue el evento no solo mas probable sino efectivo. La oposición quedo en neutro con relación a diciembre de 2006 (en realidad la oposición unida no logró despegar significativamente del año 2006), y la verdad cruda es que hubo un deslave en las bases sociales de apoyo de la revolución, una verdadera evaporación del voto bolivariano. No solo no hay 4.000.000 millones de oligarcas, sino que tampoco se le sumaron a estos, 3.000.000 de “traidores abstencionistas”, ex votantes de la revolución. El rechazo a la reforma es muy alto, así se elaboren racionalizaciones acerca de la abstención a-política y anti-política. Hubo abstención política de la base social revolucionaria hacia la reforma. Esta es la primera conclusión de sensatez ante los hechos electorales. En segundo lugar, no hay que endosarle el mayor peso explicativo de la actual situación a la campaña mediática de manipulación del miedo que lanzó el NO. Jugó un papel sin duda, pero no es lo esencial. Era predecible que la migración del voto bolivariano no iría hacia el NO, sino hacia la abstención. En realidad, a diferencia del chantaje propagandístico que se levantó para convertir el referendo en plebiscito, y llevar la decisión al terreno de la lealtad, se evidencia una protesta de fondo en el campo bolivariano. A 3.000.000 de bolivarianos no les pareció adecuado, ni la forma como se tramitó, ni aspectos medulares del proyecto de reforma constitucional, que si se hubiesen votado temáticamente, hubiesen permitido una abstención menos alta. La gran responsabilidad de la derrota es de aquellos que convencieron a Chávez de que la revolución depende exclusivamente de su figura personal. Error. Probablemente sin Chávez no haya revolución, pero solo con Chávez tampoco. Hay que corregir esta tendencia de minimizar el papel protagónico del pueblo a la hora de las grandes deliberaciones y decisiones. El “chavismo de aparato” (dirección PSUV) fue derrotado. La revolución se construye desde abajo, o se desgasta desde arriba. No se trata de que “por ahora no se pudo”. No me cansaré de plantearlo. El camino escogido para la construcción de la viabilidad política de la reforma era incorrecto. El proyecto de reforma está muy mal diseñado y fue muy mal tramitado. Allí hay temas de fondo que desbordan una reforma constitucional, que no rompen con el viejo socialismo burocrático, y que requieren ahora un debate radical. El campo minado de la reforma constitucional explotó en el terreno electoral, y no se pudo avanzar. Incluso, su legalidad constitucional estaba severamente cuestionada, a pesar de los intentos de la Sala Constitucional para correr la arruga. El maltrato a los desacuerdos le cobro alto al estilo vertical de hacer política. Las decisiones no se imponen, deben deliberarse. No hay democracia protagónica revolucionaria sin democracia deliberativa, sin democracia interna en el campo bolivariano. No repetiré los errores planteados en el texto: ¿Por qué esta explotando el campo minado de la reforma constitucional? Chávez persiste en el error si piensa que “faltaron 3 millones de votos” y que “estas personas no votaron contra nosotros, se abstuvieron". Se abstuvieron porque formas y contenidos esenciales del proyecto de la reforma, sin modificación alguna, no logran ser propuestas de prácticas democráticas contra-hegemónicas. No subestimen al pueblo, ni su intuición, ni su capacidad de autonomía política, intelectual y moral. Hay que seguir batallando por el socialismo, pero hay que saber diferenciar la hegemonía autoritaria de la contra-hegemonía democrática. La unidad en la diversidad es el camino viable del socialismo plural y libertario. Cualquier socialismo que liquide la pluralidad democrática, de manera real o imaginaria, no pasará la prueba de la soberanía popular. Hay que lograr no solo la máxima inclusión social sino la inclusión política, no solo la igualdad social sino la igualdad política. Hay que enterrar el imaginario jacobino de las revoluciones dirigidas desde arriba, desde vanguardismos y personalismos esclarecidos. Es tiempo de profundas reflexiones en la dirección revolucionaria. Tiempos para acabar con el pragmatismo de la derecha endógena y con el estalinismo de la ultra-izquierda también endógena. Tiempos para liquidar el burocratismo y la corrupción. Tiempos para liquidar la deriva cesarista-populista. Tiempos para renovar el pensamiento crítico socialista. Incluso tiempos, para pedir perdón y mostrar humildad por tantos maltratos proferidos. Ha llegado la hora de salir de un dilema que no es electoral: o se construye un socialismo verdaderamente democrático, protagonizado desde abajo, desde el poder popular, organizado en su diversidad y multiplicidad, o se pacta con la derecha y quienes quieren asumir una vía populista sin cambios profundos. Aquí hay cuatro grandes derrotados: el burocratismo de aparato, la derecha endógena y su mito cesarista, el estalinismo y las actitudes autoritarias de la ego-politik que habita, espero transitoriamente, en Chávez. Se trata de construir el socialismo de las mayorías democráticas. Nada más y nada menos. Para esto, no hay que radicalizar el discurso, hay que profundizar-renovar las prácticas socialistas, democráticas y revolucionarias, desde abajo, de cara a la construcción orgánica de un poder popular autónomo, democrático y revolucionario.
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