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Como es sabido, según la historia griega, Zenón de Elea (siglo V a. C.), formuló cerca de cuarenta reflexiones filosóficas basado en el denominado método de reducción al absurdo, dando origen así a lo que se conoce con el nombre de aporía o paradoja. Entre ellas se cuentan la de "Aquiles y la tortuga" y la de "El corredor en el estadio".
Desde entonces, bastante agua ha corrido debajo de los puentes, y las afirmaciones donde un sentido es el reflejo invertido del otro continúan generando tal perplejidad que colocan la razón en entredicho, cuando la lógica tradicional que acompaña la ciencia occidental es insuficiente para explicar la realidad a la manera como la percibimos.
Releyendo a Edgar Morin (Los siete saberes de la educación del futuro), en eso de cómo enfrentar las incertidumbres, nos percatamos de que su alusión a que el siglo XX ha descubierto la impredecibilidad del futuro es enteramente cierta y válida, a propósito de lo que acaba de ocurrir el pasado 2 de diciembre en nuestro país.
La diversidad y la disimilitud, como rasgos característicos del tiempo que vivimos, está presente en la multiplicidad de interpretaciones que se entretejen en la red argumental que desde los diferentes ámbitos comunicacionales se configura, tratando de explicar unos acontecimientos que se declararon en huelga, para decirlo en términos postmodernos.
Las ideas y opiniones que buscaron traducir la realidad lo hicieron de forma errónea.
Nadie, o casi nadie, para ser más exactos, planteó la posibilidad de un resultado electoral tan reñido, excepto el vicepresidente Jorge Rodríguez, ya en conocimiento de los datos reales. Una vez hecho el pronunciamiento del Consejo Nacional Electoral, nadie o muy pocos, y a tan escasos minutos, esperaba el reconocimiento por parte del Presidente. El ambiente de violencia que se respiraba, y que había sido presagiado, desapareció del escenario como por arte de magia.
Luego se desencadenaron otros eventos, dándole razón a Eurípides, quien otrora, también siglos ha, señaló: "Los dioses nos dan muchas sorpresas; lo esperado no se cumple y para lo inesperado un dios abre la puerta".
La victoria ya no es como se esperaba.
No es nada original ni novedoso calificar un triunfo como pírrico, para asumir como lo advirtió Pirro, rey de Epiro (307 y 302 a. C.), que ganando también se pierde.
Cuánto esfuerzo realizado, cuánto trabajo invertido, sin que proporcionalmente la diferencia obtenida permita ir más allá de lo que desde hace rato se sabía: uno, que la abstención electoral es un fenómeno crónico, y dos, que la polarización tiene mínima diferencia Ante probables victorias visualizadas como pírricas ya hubo respuestas no menos paradójicas. Así, en las reñidas elecciones presidenciales de 1963, Rafael Caldera triunfó por un margen de 30.000 votos frente a Gonzalo Barrios, quien públicamente declaró: "...Prefiero una derrota dudosa a una victoria sospechosa...". De allí a postular hoy que "perdiendo también se gana" es una manera de emparentarse con la aporía de Zenón.
La victoria del No, supuestamente, deja bien parada una Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que, paradójicamente, no recibió el debido apoyo que la legitimara electoralmente, precisa mente dada la abstención crónica a la cual hicimos referencia.
No obstante, la campaña y los hechos posteriores dejan esa percepción en la ciudadanía. Paradójicamente, el triunfo tuvo la virtud de disipar casi la totalidad de las dudas acerca de la actuación del CNE, tan vilipendiado por los dirigentes de la oposición durante la secuencia de derrotas electorales recibidas, como defendido por el Gobierno, con base en los triunfos obtenidos.
Los resultados electorales de una contienda polarizada en grado sumo, incluso conducen a lecturas que supuestamente desmontan, de una vez, varios mitos, entre ellos, el de la dictadura de Chávez, el golpismo de la oposición y la falta de imparcialidad del CNE. ¿Quién iba a decirlo?. Paradojas de un proceso electoral.
*UCLA (Barquisimeto)
Desde entonces, bastante agua ha corrido debajo de los puentes, y las afirmaciones donde un sentido es el reflejo invertido del otro continúan generando tal perplejidad que colocan la razón en entredicho, cuando la lógica tradicional que acompaña la ciencia occidental es insuficiente para explicar la realidad a la manera como la percibimos.
Releyendo a Edgar Morin (Los siete saberes de la educación del futuro), en eso de cómo enfrentar las incertidumbres, nos percatamos de que su alusión a que el siglo XX ha descubierto la impredecibilidad del futuro es enteramente cierta y válida, a propósito de lo que acaba de ocurrir el pasado 2 de diciembre en nuestro país.
La diversidad y la disimilitud, como rasgos característicos del tiempo que vivimos, está presente en la multiplicidad de interpretaciones que se entretejen en la red argumental que desde los diferentes ámbitos comunicacionales se configura, tratando de explicar unos acontecimientos que se declararon en huelga, para decirlo en términos postmodernos.
Las ideas y opiniones que buscaron traducir la realidad lo hicieron de forma errónea.
Nadie, o casi nadie, para ser más exactos, planteó la posibilidad de un resultado electoral tan reñido, excepto el vicepresidente Jorge Rodríguez, ya en conocimiento de los datos reales. Una vez hecho el pronunciamiento del Consejo Nacional Electoral, nadie o muy pocos, y a tan escasos minutos, esperaba el reconocimiento por parte del Presidente. El ambiente de violencia que se respiraba, y que había sido presagiado, desapareció del escenario como por arte de magia.
Luego se desencadenaron otros eventos, dándole razón a Eurípides, quien otrora, también siglos ha, señaló: "Los dioses nos dan muchas sorpresas; lo esperado no se cumple y para lo inesperado un dios abre la puerta".
La victoria ya no es como se esperaba.
No es nada original ni novedoso calificar un triunfo como pírrico, para asumir como lo advirtió Pirro, rey de Epiro (307 y 302 a. C.), que ganando también se pierde.
Cuánto esfuerzo realizado, cuánto trabajo invertido, sin que proporcionalmente la diferencia obtenida permita ir más allá de lo que desde hace rato se sabía: uno, que la abstención electoral es un fenómeno crónico, y dos, que la polarización tiene mínima diferencia Ante probables victorias visualizadas como pírricas ya hubo respuestas no menos paradójicas. Así, en las reñidas elecciones presidenciales de 1963, Rafael Caldera triunfó por un margen de 30.000 votos frente a Gonzalo Barrios, quien públicamente declaró: "...Prefiero una derrota dudosa a una victoria sospechosa...". De allí a postular hoy que "perdiendo también se gana" es una manera de emparentarse con la aporía de Zenón.
La victoria del No, supuestamente, deja bien parada una Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que, paradójicamente, no recibió el debido apoyo que la legitimara electoralmente, precisa mente dada la abstención crónica a la cual hicimos referencia.
No obstante, la campaña y los hechos posteriores dejan esa percepción en la ciudadanía. Paradójicamente, el triunfo tuvo la virtud de disipar casi la totalidad de las dudas acerca de la actuación del CNE, tan vilipendiado por los dirigentes de la oposición durante la secuencia de derrotas electorales recibidas, como defendido por el Gobierno, con base en los triunfos obtenidos.
Los resultados electorales de una contienda polarizada en grado sumo, incluso conducen a lecturas que supuestamente desmontan, de una vez, varios mitos, entre ellos, el de la dictadura de Chávez, el golpismo de la oposición y la falta de imparcialidad del CNE. ¿Quién iba a decirlo?. Paradojas de un proceso electoral.
*UCLA (Barquisimeto)
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