jueves, 3 de mayo de 2007

¿Distribuir el excedente sin discutir el proceso de trabajo? A propósito de los enfoques sobre el desarrollo y las empresas socialistas.

Carlos Lanz R.


En los actuales momentos, está abierto un proceso de discusión y elaboración sobre el modelo de desarrollo o modelo productivo que corresponde a la construcción del Socialismo del Siglo XXI.

En este marco es ineludible examinar las premisas o puntos de partidas de dicho proceso, ya que allí se encierra una toma de posiciones teóricas e ideológicas que deben ser evidenciadas, explicitadas si queremos profundizar el proceso y realizar cambios radicales.

En esa dirección, hemos estado problematizando la discusión al estilo ¿Puede construirse el Socialismo perpetuando la explotación del trabajo?, y hemos propuesto rescatar la lectura del proceso inmediato de producción (ámbito donde la valorización del capital tiene su raíz) para superar la óptica que reduce el análisis a la esfera de la circulación y la distribución de bienes y servicios. Como una contribución a este debate, hemos editado una compilación bajo el título ¿PUEDE CONSTRUIRSE EL SOCIALISMO PERPETUANDO LA ENAJENACIÓN DEL TRABAJO?

(Aportes para el debate sobre el proceso de trabajo que debe imperar en el nuevo modelo de desarrollo)”

Como un adelanto al contenido de dicho material, brevemente vamos a focalizar lo que es el centro de nuestra reflexión.

Mantenerse en la circulación sin profundizar en el estudio de la producción real, tiene múltiples implicaciones, pero vamos a destacar algunas donde se observa el nexo entre epistemología y política:

La esfera de la circulación y la distribución, forma parte del proceso económico, pero ya desde Marx quedó claro que este es el límite de la economía política burguesa, y sólo realizando su “crítica” se rompió el velo apariencial que encubre el régimen de producción capitalista. Esta fue una de la ruptura epistemológica que realizó el marxismo en relación a la economía clásica (Adam Smith y David Ricardo), al descubrir el doble carácter del trabajo: trabajo necesario y trabajo excedente (denominado también como plustrabajo, trabajo no pagado, plusvalía), siendo este último la fuente de la acumulación capitalista.

Si Marx se hubiese mantenido atrapado en la apariencia de la relación mercantil o de intercambio salarial, por ejemplo, no habría descubierto el origen de la ganancia y hubiese reiterado el error de la economía política de sostener que el salario paga el trabajo en cualquier jornada laboral.

Toda la fuerza de la crítica de la economía política posee este punto de partida, el cual desmantela la justificación ético-política del régimen de producción capitalista, ya que el lucro, la ganancia, no surge del esfuerzo, el ahorro, el riesgo o ingenio empresarial como sostienen los lugares comunes divulgados por los agentes ideológicos del capital, sino de la apropiación del trabajo excedente (lo que también se conoce como teoría del valor-trabajo o teoría de la explotación del trabajo).

Todo el móvil de la producción capitalista está centrado en la producción y apropiación del trabajo excedente. Históricamente hemos conocido el alcance y límite de la sed insaciable del capital para obtener el plustrabajo, donde se han dado coyunturas en las que lo han alcanzado extendiendo la jornada laboral, en otros casos, incrementando el ritmo y la cadencia de la producción, abaratando los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, desvalorizando el trabajo. En el marco del capitalismo, la “productividad del trabajo“ está asociada a tal dinámica y la aplicación de la ciencia y la tecnología se ha articulado a dicho propósito.

La pregunta obligante sigue siendo ¿Puede construirse el Socialismo suscribiendo este enfoque de la productividad del trabajo?

¿Es coherente política e ideológicamente plantearse distribuir el excedente sin discutir cómo se produce?, ¿Evadir esta precisión no conduce a perpetuar las relaciones de producción capitalista, confundiendo capitalismo de Estado con Socialismo, como lo hicieron los soviéticos?

En CVG Alcasa, en el proceso cogestionario hemos problematizado el régimen de producción y de allí la consigna “Cogestión con cambio en las relaciones de producción” y en esta tercera etapa del proceso, hemos colocado en la agenda una nueva manera de comprender la “cultura del ahorro y la productividad”, implicando otra lógica productiva dirigida a humanizar el trabajo, alcanzar metas de desarrollo humano integral, alejado del móvil de la máxima ganancia y su acumulación.

Esta postura política-ideológica, define en nuestro criterio, el núcleo central de lo que debe ser una empresa socialista y nos obliga a evaluar de otra manera el proceso inmediato de producción en nuestra planta, particularmente, humanizar el puesto de trabajo que hoy continúa bajo la impronta taylorista:

v Las prácticas operativas y las normas de rendimiento.

v La adscripción de cargo y el tabulador.

v Horarios, turnos y condiciones de higiene y seguridad.

v Cualificación profesional y la nueva manera de entender la carrera en la formación permanente.

Los Consejos de Fábrica como ejercicio de la democracia de los trabajadores, asume no sólo las maneras de distribuir el excedente sino como se produce.

Por otro lado, para no dejar en el aire la esfera de la circulación y la distribución, en el proceso cogestionario, no sólo hemos hecho “justicia distributiva” cancelando pasivos, deudas y reivindicaciones salariales, sino que hemos propuesto la constitución de cuatros fondos:

  • Fondo social para devolverle a la sociedad y a la comunidad parte del trabajo excedente o ganancia.
  • Fondo de amortización de deuda, compra de materia prima y equipos.
  • Fondo de seguridad social integral y remuneración.
  • Fondo rotativo o de contingencia.

El porcentaje de esta distribución y su aplicación práctica, forma parte del control obrero asociado a una planificación democrática y participativa.

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