sábado, 6 de octubre de 2007

La socialización de la política: El retorno de lo social-reprimido

Francisco Rodríguez
Universidad de Oriente

Como aspecto fundamental de la vida humana, la política ocupa un espacio muy amplio en el campo de la motivaciones sociales de la gente, aún en nuestros días. Sea como actores protagónicos visibles en "la puesta en escena", o bien como mayoría silenciosa que vive vicariamente lo que transcurre en esta área de la vida social. Más allá de la metáfora de la "muerte de la política" y sólo como eso, podemos hablar del fin de una praxis que constituye el "sustituto simbólico" de lo que la religión fue para la humanidad; al menos en la civilización occidental.

El avance del proceso de des-modernización ha significado fundamentalmente, el advenimiento de un fenómeno de violento desplazamiento de los ámbitos de sentido institucionales que tradicionalmente constituían los principales ejes de referencia de la subjetividad en la vida cotidiana: familia, religión, integración a la vida comunitaria, etc. En este contexto surge la política como sistema integrador clave por excelencia, proveedor de sentido, a propósito de su carácter de estrategias prometeicas de lucha por la conquista y mantenimiento del poder orientado a la realización del "reino de Dios en la tierra". Promesas civilizatorias de la modernidad que se convirtieron, a propósito del desarrollo de las estructuras mediáticas, en el centro de atracción para grandes masas de irredentos en busca de salvación terrenal; pero también en un eje de estructuración del "cosmos" ahí donde lo que reina es el caos. Y es ese el papel que el estado juega en las sociedades modernas cuando asume el rol de sustituto de Dios en una sociedad donde lo que predomina es el desencantamiento de los imaginarios simbólicos tradicionales.

En América Latina en general y en Venezuela en particular, la individualización de la política significa, especialmente desde el período democrático, un sistema de estrategias de agenciamiento de soluciones a problemas individuales: sobrevivencia material, ascenso e inclusión social, logro de aspiraciones crónicamente diferidas en una sociedad con altísimos niveles de frustración y exclusión social.

Sin embargo, en los últimos tiempos podemos observar como la práctica política se ha venido convirtiendo en meras estrategias para conquistar y mantenerse en el poder, que terminan fagocitándose las otras funciones que hacían alusión a las dimensiones humano-sociales que este tipo de praxis social podía contener. Mera lógica para administrar el poder y la dominación, simulacros del poder, juego especular de líderes narcicista-primario- carismáticos, espacio para el despliegue de delirios mesiánicos de redención social que suelen convertir en pesadilla el "sueño" que dicen tener. En fin se trata de una visión y un ejercicio que empobrece la política, reduciéndola a simples efectos de una racionalidad instrumental, lógica binaria que la define en términos de la lucha escatológica entre el bien y el mal, amigos versus enemigos; aunque el imaginario que la recubre puede ser redentorista.

El resultado final de todo esto es un proceso de brutal de-socialización de la política que la transforma en un tipo de actividad ajena a las preocupaciones terrenales de la gente en el "mundo de la vida" que transcurre en los predios de la cotidianeidad. Así entendida, como mera agonística del poder, en vez de herramienta para abrir espacios de participación y convivencia, lo que propicia es el surgimiento de un fenómeno de tribalización que termina cerrando el universo político a funciones mucho más interesantes y enriquecedores como: el ejercicio del poder como arte del gobierno de la sociedad, el uso del poder no solo para dominar como decía Weber, sino también para hacer, crear y transformar; la función de gobierno como propuesta de una ética de la convivencia; entre otras posibles significaciones. La propuesta de reforma a la constitución pudiera ser analizada en este contexto de problematizaciones, sabiendo que todo acto, sobre todo los que se centran en el poder, tienen la intencionalidad propia del sujeto que la concibe, siempre en relación al Otro como competidor o como masa que debe ser conducida por el "pastor".

Esta situación, que es ya estructural, puede generar como respuesta, dos tendencias aparentemente contradictorias: 1.- Repliegue de la gente (mayormente los jóvenes) sobre el sí mismo del mundo privado, narcisismo y culto al cuerpo. Esto podría ser un factor de abstención en el caso de una elección, y 2.-Recuperación de la política centrada en los múltiples espacios públicos de la microfísica social de la vida cotidiana. Este segundo aspecto lo reivindicamos como una salida al "laberinto borgiano" que plantea esta situación. Así podríamos hablar de una re-socialización de la política a propósito de temas como: la cuestión de la reconstrucción de las identidades colectivas, la autogestión de lo público desde lo popular -social-comunitario (no populista), reconstrucción de los tejidos socio-comunitarios y las redes de relaciones-comunicaciones interpersonales, a partir de los cuales podríamos comenzar a fundamentar la participación que aún es un mito. Hablamos de eco-comunitarismo, fomento de una cultura y ética de la convivencia, cultivo de una red de solidaridades y comunicaciones empáticas, reconstrucción de la familia como grupo primario-afectivo de pertenencia, más allá de la ética judeo-cristiana. Y en este aspecto ya estamos centrados en la prevención social de un problema epidemiológicamente grave como es el de la violencia interpersonal. No sabemos si esto es o no socialismo del siglo XXI, pero más que la construcción de una utopía radical, quizás en este momento la necesidad de convivencia sea lo más importante como "cordón sanitario" al caos social que pudiera avecinarse en nuestro país.

Finalmente podríamos decir, como hipótesis de trabajo basada en la experiencia histórica bastante reciente que los líderes mesiánico-heroico-salvacionistas y las vanguardias político-ideológicas que proponen y gestionan macro-utopías radicales del tipo redentoristas, están en grave riesgo de caer en la pesadilla totalitarista y la "metafísica de la política" (huida del terreno concreto de los problemas reales) al ejercer un uso fálico y tanático del poder. Frente a esta perversión necrófila proponemos la construcción de poderes múltiples desde lo local, comunitario y los grupos parciales, para un uso social-libidinal de nuestras potencialidades creativas vitalmente pulsionales.

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