Javier Biardeau
Debo expresar que escuchando al Presidente Chávez en el evento del PSUV me pareció incongruente y un contrasentido con el socialismo revolucionario, plantear la creación de una comisión disciplinaria transitoria del PSUV. Es una postura incongruente con toda la experiencia histórica de los partidos de izquierda revolucionaria del mundo en los cuales, es la ética revolucionaria en primer lugar, y en segundo lugar, son los estatutos de un partido los que guían y orientan la disciplina de los miembros de una organización constituida. Sin estatutos, sin órganos debidamente constituidos, sin deliberación democrática en instancias de dirección, ¿cómo juzgar la conducta equivocada o no de un miembro de la organización revolucionaria?Ni siquiera en el X Congreso del partido bolchevique en 1921, justo en aquella ocasión donde se prefiguró un partido monolítico y sin fisuras, que luego Stalin constituyó en aparato de terror e intimidación, Lenin prohibió la existencia de corrientes de opinión. Que vivan y se fecunden en el debate público las corrientes de opinión diversas en una organización revolucionaria. Si una Comisión Disciplinaria transitoria va a llevar al paredón a las opiniones, por mas disparatadas que sean, lo que constata es la existencia de censura y sanción a la libre expresión de opiniones políticas. Como decía Rosa Luxemburgo, la libertad es la de aquellos que piensan diferente. Rosa Luxemburgo demostró ética revolucionaria. Con estas decisiones erradas, estamos prefigurando el viejo socialismo burocrático del siglo XX y repitiendo la estupidez de la vieja cogollocracia histórica venezolana.
A pesar de que en el evento del poliedro se habló de un dirigente nacional, no se mencionó su nombre y apellido. Fue una víctima sin nombre, porque sin debido proceso, sin posibilidad de defensa, sin opinión del resto de los miembros de la organización, simplemente fue aniquilado simbólicamente. ¡Que sirva de ejemplo, pues! Si se refuerza esta tendencia, la comisión propulsora del PSUV y el pequeño cogollo “técnico” pasará en la práctica a funcionar como cualquier aparato stalinista. Bajo ordenes supremas que saben que es el bien y que es el mal (un mal platónico y delirante, por cierto), pasarán a liquidar toda conducta o opinión que presente opiniones alternativas y escenarios a las “líneas oficiales.
Cuando se cita al camarada Alfredo Maneiro para justificar acciones disciplinarias, es otra incongruencia, ya que fue Maneiro quién estimuló con mayor radicalidad el pensamiento crítico revolucionario con todas sus consecuencias. Ni Rosa Luxemburgo ni Alfredo Maneiro tolerarían cualquier despropósito con olor a stalinismo.
El Socialismo del siglo XXI no es el socialismo del siglo XX, con su cultura de aparato, su burocratización y su autoritarismo molar y molecular. Las mediaciones despóticas son incongruentes con el socialismo del siglo XXI, donde se aspira a superar los errores y deformaciones que llevaron al traste una experiencia de liberación política, social, económica y cultural.
Ningún aspirante a militante puede decidir el destino político de otro sin un proceso democrático interno, llámese como se llame. Recuerden, somos aspirantes a militantes. Si un aspirante a militante se equivoca, allí están las asambleas de batallones, como mecanismo-base y democrático de regulación. Si no se comparte una opinión, lo fundamental es debatir esta posición en público, argumentar, deliberar, practicar la crítica y la autocrítica. Pero montar el supertribunal de disciplina que ninguna democracia socialista eligió es un contrasentido. ¿Que sucederá entonces desde este momento?. Una lluvia de expedientes de una sapocracia que aprovechándose de las afinidades con quienes administren el supertribunal pasarán a controlar la vida interna del PSUV. Si el mensaje es que quienes piensen distinto se vayan, ¿de cual democracia socialista se habla? No es lo mismo comparar el talante ético de Gramsci que de Mussolini, por cierto.
Con estas decisiones, al parecer, se instalan con toda la visibilidad de la jerarquía y la violencia de la dominación, las charreteras en el PSUV; y desde ahora, se perfila la prohibición de disentir y pensar críticamente. Como no amanecí socialista en el año 2005, ni me interesan los oportunismos frente a una idea, un horizonte, un proyecto de vida, protesto abiertamente y a viva voz, que se juzgue a cualquiera sin debido proceso, sin estatutos y sin legitimidad democrática producto de un debate público. La ética socialista y el amor por una revolución verdadera están por encima de cualquier falsificación filo-estalinista. No podrán silenciar mi voz de protesta. Como aprendí de la violación atroz de los derechos humanos en toda América Latina, cómo operan los mecanismos psico-sociales de la lógica de la “obediencia debida”, práctico la des-obediencia debida. ¡Que viva la desobediencia contra la dominación, la coerción, la explotación, la negación cultural!
Lamentablemente, creo que como en todos los procesos del socialismo burocrático esta pequeña señal de despotismo, y de resistencia-insurgencia contra la misma, pasará sin pena ni gloria, al menos asumo la ética del testimonio, la ética de la memoria para dejar una huella que plantea que por esta ruta vamos directo y sin escalas al despotismo de aparato. Como ha dicho Monsonyi, con quién comparto en la profundidad del espíritu lo que implica su frase para la emancipación humana, radicalmente humana.
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