jueves, 7 de junio de 2007

Sobre el debate y sus alrededores

Rigoberto Lanz R.
Distinguidos colegas:


Una regla básica para que estos debates sean viables es entender que cada colega tiene intereses y motivaciones distintas (no a todos importa por igual la discusión epistemológica que cuestiona radicalmente el discurso cientificista, no a todos interesa por igual el debate sobre la izquierda, el marxismo, la democracia o el socialismo) Moraleja: que cada quien llegue hasta donde quiere llegar sin arriesgarse demasiado en agendas que no conoce. Pero además es obvio que circulan opiniones y visiones del mundo enteramente diferentes. Eso no es solo evidente sino inevitable y muy sano. No hace falta estar buscando acuerdos forzados ni disimulando los antagonismos. Lo que sí hace falta es tomarse en serio los asuntos en debate y asumir—en mi caso, hasta las últimas consecuencias—las posiciones teóricas y políticas en las que cada quien se ubica.

Sobre los tonos del debate no hay que escandalizarse: algunos amigos son especialmente rudos y quisquillosos y otros prefieren los buenos modales de las finas sutilezas. Por mi lado, me importan menos los asuntos de estilo cuando el fondo del debate permanece nítidamente ubicado. En una discusión que toca efectivamente intereses vitales en todos los ámbitos, ingenuo sería esperar posturas angelicales y procedimientos cristalinos. La intensidad de las pasiones en los debates es parte del asunto. De los excesos y extravagancias no nos libraremos. De las exageraciones y disparates tendremos las dosis que hacen a la propia heterogeneidad de la gente que interviene en estos problemas.

En lo que concierne a la agenda que se ha puesto en movimiento a propósito de la Misión Ciencia es claro que asistimos a un verdadero sacudón epistemológico. Sus consecuencias verdaderas serán de largo plazo (no se construye un nuevo paradigma de la tecno-ciencia en horizontes inmediatos) El núcleo duro de este debate pone en tensión toda la vieja plataforma cognitiva de la derecha académica y sus aliados de la vieja izquierda. El debate público que hemos animado en estos últimos dos años (hay tres tomos que recogen esta rica discusión) muestra clarísimamente dónde están los nudos a romper: en la mentalidad de los operadores, en la sensibilidad intelectual heredada, en los sistemas conceptuales instalados, en las maneras de producir conocimiento, en los modos de enseñarlo, en las formas de gestionarlo. En lo que me concierne, sólo me gusta recordar que la cuestión de fondo es producir una crítica epistemológica radical a toda la episteme de la Modernidad (que cada quien derive sus consecuencias)

*En el ámbito caliente de la relación entre ciencia y política (tendremos un Congreso Internacional sobre este asunto en octubre próximo) la discusión ha de radicalizarse para que afloren los supuestos subterráneos, para poner en evidencia las falacias de la derecha académica, para hacerse cargo de las tremendas inconsistencias del conservadurismo de la vieja izquierda en este terreno. Una política pública como la Misión Ciencia es el escenario ideal para que estos contenidos se expresen abiertamente, para que las concepciones ideológicas aparezcan con nitidez, para que las visiones sobre el país encuentren conexión directa con otra manera de entender las ciencias y las tecnologías. En lo que me concierne, baste recordar que desde hace varias décadas propulsamos una corriente intelectual que está expresamente comprometida con la transformación radical de esta cosa que mentamos por comodidad lingüística “la sociedad”. Ello supone una clara determinación en lo que atañe a la demolición del Estado y la construcción de una fuerza subversiva que se abra paso desde la multitud (Toni Negri) Ello acarrea consecuencias directas hacia el mundo de la tecno-ciencia y no pocas implicaciones hacia el campo del desempeño universitario.

En el ámbito singular del debate sobre el socialismo ocurre otro tanto: se ponen en juego allí, no sólo opiniones relacionadas con el campo de lo político, sino toda una constelación de problemas teóricos que atañen a las visiones sobre el mundo actual, sobre el estado de la cultura y las derivas del conocimiento, sobre el mapa de fuerzas que determinan el curso histórico actual y sus correlatos en el terreno de la reflexividad. También aquí nuestra posición ha sido expresada de todos los modos posibles. (Si el amigo lector tiene interés especial en este asunto cuenta para ello con una abundante producción que está disponible)

Todo lo anterior abona en una finalidad cardinal: la discusión teórica es vital para que los procesos de transformación avancen. La polémica es consustancial a la idea misma de sociedad viva, en turbulencia, en permanente conflictividad. Eso no sólo hay que “tolerarlo” sino estimularlo. Los interlocutores de este debate están en muchos lados. Los aportes intelectuales que en verdad valen la pena vendrán de esa diversidad. De momento una sencilla regla me sirve de brújula: la agenda, los temas en debate y los interlocutores pertinentes se definen en la inevitable correlación de fuerzas de cada coyuntura. La plataforma epistemológica desde la cual se propulsa la Misión Ciencia no es obra de caprichos personales. Eso hace la diferencia con debates abstractos sin destino y sin consecuencias. Los desafíos a la vista son inmensos. Las riñas menores serían una distracción imperdonable.

Cordiales saludos:

R. Lanz



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