jueves, 30 de agosto de 2007

Con Comisiones Disciplinarias Transitorias: ¿Qué queda del Pensamiento Crítico Socialista?

Javier Biardeau
Debo expresar que escuchando al Presidente Chávez en el evento del PSUV me pareció incongruente y un contrasentido con el socialismo revolucionario, plantear la creación de una comisión disciplinaria transitoria del PSUV. Es una postura incongruente con toda la experiencia histórica de los partidos de izquierda revolucionaria del mundo en los cuales, es la ética revolucionaria en primer lugar, y en segundo lugar, son los estatutos de un partido los que guían y orientan la disciplina de los miembros de una organización constituida. Sin estatutos, sin órganos debidamente constituidos, sin deliberación democrática en instancias de dirección, ¿cómo juzgar la conducta equivocada o no de un miembro de la organización revolucionaria?

Ni siquiera en el X Congreso del partido bolchevique en 1921, justo en aquella ocasión donde se prefiguró un partido monolítico y sin fisuras, que luego Stalin constituyó en aparato de terror e intimidación, Lenin prohibió la existencia de corrientes de opinión. Que vivan y se fecunden en el debate público las corrientes de opinión diversas en una organización revolucionaria. Si una Comisión Disciplinaria transitoria va a llevar al paredón a las opiniones, por mas disparatadas que sean, lo que constata es la existencia de censura y sanción a la libre expresión de opiniones políticas. Como decía Rosa Luxemburgo, la libertad es la de aquellos que piensan diferente. Rosa Luxemburgo demostró ética revolucionaria. Con estas decisiones erradas, estamos prefigurando el viejo socialismo burocrático del siglo XX y repitiendo la estupidez de la vieja cogollocracia histórica venezolana.

A pesar de que en el evento del poliedro se habló de un dirigente nacional, no se mencionó su nombre y apellido. Fue una víctima sin nombre, porque sin debido proceso, sin posibilidad de defensa, sin opinión del resto de los miembros de la organización, simplemente fue aniquilado simbólicamente. ¡Que sirva de ejemplo, pues! Si se refuerza esta tendencia, la comisión propulsora del PSUV y el pequeño cogollo “técnico” pasará en la práctica a funcionar como cualquier aparato stalinista. Bajo ordenes supremas que saben que es el bien y que es el mal (un mal platónico y delirante, por cierto), pasarán a liquidar toda conducta o opinión que presente opiniones alternativas y escenarios a las “líneas oficiales.

Cuando se cita al camarada Alfredo Maneiro para justificar acciones disciplinarias, es otra incongruencia, ya que fue Maneiro quién estimuló con mayor radicalidad el pensamiento crítico revolucionario con todas sus consecuencias. Ni Rosa Luxemburgo ni Alfredo Maneiro tolerarían cualquier despropósito con olor a stalinismo.

El Socialismo del siglo XXI no es el socialismo del siglo XX, con su cultura de aparato, su burocratización y su autoritarismo molar y molecular. Las mediaciones despóticas son incongruentes con el socialismo del siglo XXI, donde se aspira a superar los errores y deformaciones que llevaron al traste una experiencia de liberación política, social, económica y cultural.

Ningún aspirante a militante puede decidir el destino político de otro sin un proceso democrático interno, llámese como se llame. Recuerden, somos aspirantes a militantes. Si un aspirante a militante se equivoca, allí están las asambleas de batallones, como mecanismo-base y democrático de regulación. Si no se comparte una opinión, lo fundamental es debatir esta posición en público, argumentar, deliberar, practicar la crítica y la autocrítica. Pero montar el supertribunal de disciplina que ninguna democracia socialista eligió es un contrasentido. ¿Que sucederá entonces desde este momento?. Una lluvia de expedientes de una sapocracia que aprovechándose de las afinidades con quienes administren el supertribunal pasarán a controlar la vida interna del PSUV. Si el mensaje es que quienes piensen distinto se vayan, ¿de cual democracia socialista se habla? No es lo mismo comparar el talante ético de Gramsci que de Mussolini, por cierto.

Con estas decisiones, al parecer, se instalan con toda la visibilidad de la jerarquía y la violencia de la dominación, las charreteras en el PSUV; y desde ahora, se perfila la prohibición de disentir y pensar críticamente. Como no amanecí socialista en el año 2005, ni me interesan los oportunismos frente a una idea, un horizonte, un proyecto de vida, protesto abiertamente y a viva voz, que se juzgue a cualquiera sin debido proceso, sin estatutos y sin legitimidad democrática producto de un debate público. La ética socialista y el amor por una revolución verdadera están por encima de cualquier falsificación filo-estalinista. No podrán silenciar mi voz de protesta. Como aprendí de la violación atroz de los derechos humanos en toda América Latina, cómo operan los mecanismos psico-sociales de la lógica de la “obediencia debida”, práctico la des-obediencia debida. ¡Que viva la desobediencia contra la dominación, la coerción, la explotación, la negación cultural!

Lamentablemente, creo que como en todos los procesos del socialismo burocrático esta pequeña señal de despotismo, y de resistencia-insurgencia contra la misma, pasará sin pena ni gloria, al menos asumo la ética del testimonio, la ética de la memoria para dejar una huella que plantea que por esta ruta vamos directo y sin escalas al despotismo de aparato. Como ha dicho Monsonyi, con quién comparto en la profundidad del espíritu lo que implica su frase para la emancipación humana, radicalmente humana.

Sin contemplar el pensamiento crítico marxista no hay socialismo posible

Javier Biardeau


La lucha contra el dogmatismo en el terreno el pensamiento revolucionario no puede confundirse con una liquidación del programa teórico crítico marxista. La obra abierta de ese gigante que fue Carlos Marx es indispensable, irrenunciable e innegable aunque es insuficiente. Sin Carlos Marx es imposible evaluar críticamente el horizonte Socialista. Como conclusión práctica, debe aparecer la referencia al marxismo crítico y abierto en los estatutos y en el programa político del PSUV.

El Marxismo no existe como dogma, pero si como motor de transformación revolucionaria de las sociedades capitalistas. El conjunto plural de los marxismos deben dialogar críticamente para renovar el horizonte de una teoría de la transformación revolucionaria de las sociedades capitalistas. Sin marxismo(s) no hay Socialismo(s).

He usado la expresión dialogo crítico entre tradiciones marxistas para referirme a las distintas corrientes marxistas activas en los colectivos, movimientos y gobiernos que asumen de manera enunciativa al menos, el horizonte socialista. Desde 1968, que es una fecha indispensable para liquidar el mito de las dos izquierdas (tanto la estalinista como la socialdemócrata-reformista), lo característico de la relación entre las diferentes corrientes marxistas existentes fue el enfrentamiento constante y la intolerancia en la afirmación de lo que cada cual consideraba ortodoxia. Pues bien, ha llegado la hora de la “unidad en la diversidad” de las diferentes narraciones marxistas críticas, una unidad revolucionaria en función de la convergencia practica en las tareas de transformación de las sociedades capitalistas.

Para el pensamiento crítico ha quedado liquidada la gran narrativa ortodoxa del diamat/hismat. Este no es un asunto menor ni escolástico, sino un asunto teórico que prefigura los errores de proyecto, estrategia y táctica política del Socialismo burocrático. El Socialismo burocrático es la sombra de la política socialista, y no es una sombra imaginaria, es una sombra real, histórica, acumulada de sufrimientos innecesarios en nombre de una hermosa utopía concreta. Allí están las nomenclaturas y los gulags, allí están las planificaciones centrales y la escasez de bienes esenciales, allí está la mutilación de la crítica en los terrenos estéticos, éticos y cognitivos, allí está la liquidación de la democracia de los soviets y del poder popular, sacrificados en el altar del Leviatán estalinista o maoísta. Allí están las policías de pensamiento y todo el socialismo orwelliano. Así que, hay que superar todo esta experiencia teórica y práctica para darle impulso al pluralismo socialista, al socialismo de lo diverso en el terreno teórico, intelectual, en el terreno del saber, del conocimiento, de la comunicación y los campos culturales.

El estalinismo es enemigo de la diversidad de interpretaciones de la obra abierta de Marx. El asunto de la unidad no es la imposición de una homogeneidad ideológica, el asunto es la unidad concreta en la praxis política, reconociendo distintos abordajes teóricos. Desde 1990 comienza un reconocimiento recíproco de perspectivas críticas marxistas. Las condiciones históricas concretas de la imposición de las políticas neoliberales y a la disolución de la mayoría de las organizaciones creadas bajo la sombra de la guerra fría, nos llevan de nuevo al análisis concreto de la situación concreta contemporánea, y para esta tarea conviene empezar escuchando las razones de los otros, de los (en principio) más próximos ideológicamente pero que las circunstancias, cuando no la intolerancia y el dogmatismo, habían convertido en adversarios o en enemigos.

El diálogo crítico entre las corrientes marxistas tiene que potenciar lo que algunos han llamado el intelectual colectivo orgánico al movimiento nacional-popular, o si prefiere el General Intellect a lo Negri. Pero todo esto depende de la prioridad que se dé al análisis concreto de la situación concreta y a las propuestas constructivas alternativas. Todo esto implica un balance de inventario, volver a estudiar esa historia, ahora en común, para captar qué hilos hay en ella que -como diría Walter Benjamin- aún pueden contribuir a formar el ovillo de una praxis revolucionaria compartida en la contemporaneidad.

Marx ha muerto físicamente pero su obra abierta sigue fecundando un debate en el seno de los movimientos alter-mundistas y de las fuerzas intelectuales contestatarias al orden despótico del capital. Existen múltiples voces que pueden ser citadas como referencias de una época de ebullición de ideas para el debate. Sin embargo, lo sustantivo en su articulación orgánica de de estas ideas a diferentes modalidades de praxis e intervención concretas. El contacto y diálogo con los movimientos sociales alternativos y, sobre todo, con el movimiento de movimientos, es básica, pero hay que mencionar a Samir Amin (sobre lo que él llama "el capitalismo senil"), a I.Wallerstein (sobre el carácter de los movimientos anti-sistémicos y la utopía), a Anibal Quijano (sobre la colonialidad del poder) , a Enrique Dussel (para una ética de la liberación), a Atilo Boron, (para una crítica radical de la filosofía política de la burguesía global), a Emir Sader (para comprender la hegemonía y la contra-hegemonía global), a James Petras (sobre la evolución del hegemonismo norteamericano), de Tariq Ali (sobre los nuevos fundamentalismos), a Aricó, Laclau y Chantal Mouffe (para posicionar a Gramsci en América latina), de Mezsaros y E.O. Wright (sobre la desigualdad, el socialismo del futuro y la utopía concreta), de Toni Negri (sobre imperio, biopolítica, general intellect, poder constituyente y multitud), de Luca Casarini (sobre la desobediencia), de John Holloway (sobre antipoder y contrapoder), de Boaventura da Sousa Santos (sobre democracia participativa), y a tantos otros que por razones de espacio no es posible referenciar. Y sobre todo, a los invisibles, los movimientos sociales y a los colectivos intelectuales que dentro de ellos asumen las tareas de transformación socialista.

El carácter heterogéneo de pensadores y pensadoras que mantienen una crítica radical al orden despótico del capital, tanto en lo que hace al análisis y diagnóstico de lo que están representado la globalización contemporánea, el papel de los Estados Unidos de América y de Europa en la nueva fase o la estructura del Imperio, como en lo que se refiere a la prognosis, a las expectativas, a la evaluación de la correlación de fuerzas en presencia o a las alternativas que se proponen, nos permite mantener el optimismo realista con relación al futuro de la acción contra-hegemónica.

Quien se haya acercado con atención a la historia de los marxismos desde los tiempos de la I Internacional tiene que saber que esa idea de la teoría unitaria, aseadilla y cerrada, tanto en lo que hace al análisis económico-social como en lo que hace a las previsiones sobre la revolución, fue siempre una ilusión; una ilusión, como decía Gramsci, de gentes que pretenden encajonar la historia haciendo abstracción de la voluntad, los deseos y la imaginación de la humanidad que sufre.

Bastará con recordar a este respecto lo que el principal candidato a teórico de la revolución en esa historia, V.I. Lenin, escribió en un momento decisivo- recordando en esto a Napoleón-: "primero se pone uno en marcha y luego se verá". Lenin mismo advirtió, en 1922, ya al borde de la muerte, de los peligros de la generalización de la teoría, basada en lo que se vió en Rusia, a la Europa central y occidental. Gramsci, el otro candidato a teórico de la revolución en Occidente, supo ver que no es posible encajonar la historia en teorías y, luego, porque supo escuchar el mensaje final del hombre aquel del primero se pone uno en marcha y luego se verá.

El Imperio fomenta entre las gentes fundamentalismos varios, y es hora de poner en marcha en la pluralidad de aproximaciones teóricas construidas por los marxistas del siglo que empieza, tanto para el diagnóstico como para el cambio, y desde lugares tan distintos del planeta, programas de reflexión-intervención que permitan potenciar el horizonte socialista. Cualquiera que se declare marxista de los inicios del siglo XXI tiene que aceptar, no sólo por lo que ha sido la historia de las revoluciones desde 1870 hasta 1968, sino por lo que es el presente de los movimientos de liberación, que el marxismo es una de las ideologías en presencia pero no la única.

El problema de la izquierda no es exclusivamente de teoría. Se trata de saldar cuentas con teorías derruidas por la praxis histórica, pero también es y sobre todo un problema práctico: la fuerza, la potencia (económica, militar, política, ideológica) del adversario, en el plano estatal y en el ámbito mundial. Lo que cambia es la forma de articulación de esa fuerza: el modo de producir mercancías, el modo de producir ideología, el modo de producir cultura, el modo de producir información, el modo de manejar los medios de comunicación. Falta saber, como cambiamos para ser más eficaces el modo de configurar potencias revolucionarias. Así pues, que el “marxismo crítico y abierto” aparezca en los estatutos y en el programa del PSUV.

sábado, 4 de agosto de 2007

Desdogmatización y descolonización: tareas indispensables para la reinvención del imaginario socialista

Javier Biardeau R.

Las tareas de reinvención del imaginario crítico socialista, del pensamiento crítico de izquierdas y de los enfoques teóricos contra-hegemónicos están estrechamente interrelacionadas en la revolución bolivariana. Podríamos decir, que aquellos que esperan ver un marxismo 'puro' le hacen un flaco servicio a la revolución socialista, al no comprender qué puede llegar a ser el marxismo, parafraseando a Lenin cuando cuestionaba a su manera figuras del platonismo y actitudes fetichistas hacia los modelos revolucionarios. Hay que liberar al marxismo de muchos marxistas.

No confundamos las cartografías revolucionarias con los procesos revolucionarios, ni proyectemos sobre lo real, sin una actitud de reflexividad crítica, nuestros esquemas deterministas, mecanicistas, reduccionistas, simplificadores y teleológicos. El marxismo no es una teoría pura, es una constelación narrativa abierta, un programa de investigación-acción, y por cierto, no es la única y exclusiva referencia teórico-crítica posible de un proyecto socialista para Nuestra América.

El marxismo es solo una de las singulares formaciones de discurso, saber y verdad que movilizan la potencia de la revolución bolivariana, pero no la única. Muchos “marxistas platónicos” se sienten portadores de una idea esencial, universal y necesaria del marxismo, propietarios exclusivos de una clave de bóveda de lo que realmente dijo y pensó Marx, realizando exégesis tras exégesis, pero evitando contrastar sus interpretaciones de los procesos de elaboración teórico-crítica del Marx-siglo XIX, con las realidades y procesos del capitalismo global en su fase imperial-neoliberal en el siglo XXI. Lo mismo pudiéramos decir para Engels, Lenin o cualquier otra figura del pensamiento socialista de inspiración marxista.

Las exégesis históricas son adecuadas para una clarificación y comprensión conceptual, para el manejo terminológico en su dimensión tanto lógico-semántica como pragmático-contextual de una teoría, pero no dicen nada sobre las complicadas correlaciones entre la teoría crítica y los fenómenos concretos, y mucho menos sobre la validez de los enunciados teóricos como guías de referencia para la acción revolucionaria en el presente histórico. Por estas razones hay que evitar dogmatizar, y mucho menos fetichizar un determinado momentum de la cartografía de orientación para la acción revolucionaria.

Esto no significa por supuesto renegar del programa teórico marxista y de su innegable contribución a las luchas por el socialismo a lo largo de la historia, pero si de afirmar que son insuficientes las proposiciones de Marx, Lenin y tantas otras figuras, que en ellos hay importantes contribuciones, pero también significativos desaciertos. Que incluso hay problemáticas que ni siquiera se imaginaron, y que como generalmente ocurre con un horizonte teórico, mostró cegueras a sus propios presupuestos epistemológicos y gnoseológicos, a su adscripción a determinado episteme, a los núcleos ético-míticos correspondientes a determinados círculos civilizatorios, nacionales y culturales.

De allí, la necesidad de superar el dogmatismo, que es un esfuerzo permanente de cualquier teoría crítica, para pasar a abordar el imprescindible asunto de la descolonización epistémica del imaginario socialista, del pensamiento crítico y de las teorías revolucionarias. Esta segunda tarea de la reflexividad crítica en Nuestra América, es menos visible que la primera, y es incluso mas importante ya que la subsume como un momento particular, sobre la cual hay una literatura exuberante y una polémica fecunda, que va incluso a las propias clarificaciones de Marx y Engels en los documentos epistolares sobre el punto clave de las deformaciones y falsificaciones tempranas de sus elaboraciones teóricas. Desde que Marx y Engels comenzaron a proponer sus enfoques, comenzaron los malentendidos, las clarificaciones, las correcciones y auto-correcciones; en fin también hay que constatar la existencia de un movimiento de transformación en el seno de las propias teorías. No perdamos de vista los movimientos de transformación de la realidad, de la teoría y de la propia subjetividad.

Partiendo de esta ultima observación, es pertinente preguntarse si la polémica que emerge es una polémica teórico-política, o si no encierran ésta, otros aspectos vinculados con los procesos de identificación/identidad subjetiva de proyecto-movimiento revolucionario. Al parecer, hay algo referido a los modos de subjetivación de la revolución bolivariana, de una anhelada búsqueda de certezas sobre la identidad simbólica-ideológica del proyecto socialista bolivariano, y un supuesto no tematizado que plantearía que si se asumiera como marxista-leninista, o marxista, las cosas serian más sencillas.

Aquí también es relevante plantear el asunto de la descolonización ya no solo epistémico, sino de la descolonización de los modos de subjetivación de un proceso de transformación revolucionaria. Y los modos de subjetivación tienen que ver no sólo con el logos, sino con el ethos, el pathos y el mithos de la política intersubjetiva. Para comprender esto, es indispensable pensar más allá de las teorías, y comprender sus articulaciones a narraciones histórico-culturales y tradiciones más amplias, a procesos de semiosis ideológico-culturales, a registros simbólicos e imaginarios, que colocan a la teoría como un diminuto átomo en complejas redes de constelación de sentido y significación.

Entramos en el tema no del dogmatismo de la teoría marxista, sino de la cosmovisión eurocéntrica del marxismo, de su adscripción a núcleos ético-míticos que corresponden a la dinámica histórico-cultural de civilizaciones, naciones y formaciones ideológicas cuyo contexto es condicionante de los actos de interpretación y construcción teórica. Este asunto, obviamente tiene implicaciones directas con el tema de la construcción de identidades políticas e ideológicas, y es parte de la polémica abordar esta dimensión como un aspecto intersubjetivo de los agenciamientos transformadores.

No es lo mismo suponer que el marxismo es un método crítico de interpretación histórica (Mariategui) y una guía de acción revolucionaria (Lenin), que suponer que uno-mismo es marxista, y que si no se es marxista no se podrá ser revolucionario y socialista. Aquí pasamos de los modos de objetivación a los modos de subjetivación, y ambos dependen de relaciones intersubjetivas; es decir, de relaciones sociales históricos-culturales determinadas. Ser marxista parece ser el problema para algunos. Obviamente aquí Chávez ha sido completamente sincero: “yo no soy marxista, respeto a los marxistas, soy cristiano, soy humanista, etc, etc”. Como fenómeno de singularización es completamente legítimo que Chávez se identifique como cristiano, el problema es que es evidente que hace cortocircuito con otros modos de identificación y subjetivación que esperan que él se identifique como marxista o como marxista-leninista. Al parecer, el asunto de los discursos y objetos de identificación es parte del problema, y la solución es comprender que la unidad del proyecto revolucionario no depende de ser cristiano o marxista, sino de comprender que además de cristianos y marxistas, el imaginario crítico socialista incluye otras formaciones de discurso, saber y verdad en la construcción de la revolución.

Esta dimensión intersubjetiva de los modos de construcción de identidades es cada vez más relevante, ya que pone al descubierto que tanto la objetivación como la subjetivación son construcciones histórico-culturales, que estos procesos no son equivalentes pero son co-dependientes, y que la producción de teorías, enfoques y cartografías es al mismo tiempo un aspecto de la producción de subjetividad; que es simultáneamente, una puesta al desnudo de las dependencias de la formación de identidades subjetivas con fenómenos de relación social y marcos culturales.

De allí la importancia de la descolonización del imaginario crítico socialista, de poner entre-comillas a la actitud histórica de “calco y copia” que ha marcado la existencia de estratificaciones ideológico-culturales disímiles en la conformación de la identidad socialista en Nuestra América. Si no comprendemos que el cristianismo, el liberalismo y el marxismo son formaciones de discurso que responden a la expansión del sistema mundo moderno/colonial sobre estos territorios existenciales, que comenzamos a llamar “América Latina” por circunstancias y convenciones específicas, no podremos comprender los otros discursos no cristianos, no liberales y no marxistas que forman parte de Nuestra América, y que podrían fecundar la descolonización del imaginario crítico socialista.

Para que el socialismo indo-afro-latinoamericano sea algo más que calco y copia de la versión euro-céntrica del imaginario socialista hay que entrar en profunda relación (in-vivencia) con las narraciones y las experiencias existenciales distintas, con la alteridad y exterioridad de voces que no pueden ser tamizadas por el discurso cristiano, liberal o marxista. La gran riqueza existencial de Nuestra América multiétnica y pluricultural es que somos mucho más que la cristianización, que el liberalismo y que el marxismo. La construcción de identidades nacional-populares en Nuestra América ha pretendido si, ser traducida exclusivamente por cristianos, liberales y marxistas, a través del dominio de la letra y del control del monopolio de la violencia simbólica legítima, pero estas traducciones han sido inevitablemente traiciones e imposiciones simbólicas. Para no ser así, cristianos, liberales y marxistas, deben abrirse a la doble traducción; es decir, ser capaces de comprender que hay otras voces y marcos culturales con igual dignidad de ser escuchadas y traducidas en la deliberación social.

Nadie duda que puedan existir contribuciones al nuevo socialismo, al nuevo imaginario radical socialista, desde ciertas vertientes del cristianismo, del liberalismo y del marxismo, pero es imprescindible la condición de apertura al movimiento indígena (que es diversidad interna por cierto), por ejemplo, al movimiento afro-americano y caribeño (que tiene expresiones plurales), al campo cultural de lo popular-subalterno, a la interculturalidad como horizonte.

Ratificar el marxismo, o pero aún, el marxismo-leninismo, como seña de identidad es obviar toda esta realidad pluricultural y multiétnica de la resistencia y de la insurgencia contra la globalización del capitalismo imperial-neoliberal, reproduciendo la negación racista y cultural en el seno de la propia teoría revolucionaria. Mas que de la dialéctica de lo Mismo, el imaginario crítico socialista requiere de su apertura a la alteridad y a la diferencia, a las voces pluri-tópicas, a lugares de enunciación como las pequeñas voces de la historia, a los testimonios de los hasta ahora vencidos, de los hasta ahora silenciados e invisibilizados, incluso por el marxismo y el cristianismo. El Cristianismo, el Liberalismo y el Marxismo, ciertamente, nunca han negado el papel del “individuo” en la historia, porque es la historia de la persona cristiana, del individuo-propietario abstracto o del individuo social eurocéntrico. Lo que ocurre es que todos ellos han ignorado que el “individuo” es una construcción geo-cultural que responde a historias que no agotan la historia por construirse. Que los seres humanos somos mucho más que las marcas de humanidad legítima que ha instituido el occidentalismo colonial-moderno.

Cuando un marxista como Allan Woods dice: “El factor más importante hoy en día a escala mundial es la ausencia de una dirección marxista fuerte y con autoridad. La tendencia del genuino Marxismo ha retrocedido décadas y actualmente representa una pequeña minoría. Todavía no puede llevar a las masas a la victoria. Pero los problemas de las masas son atroces. No pueden esperar hasta que estemos preparados para dirigirlas. Intentarán por todos los medios cambiar la sociedad, lucharán por encontrar una escapatoria al callejón sin salida. Esto es particularmente cierto en los países ex-coloniales de África, Asia y América Latina, donde sobre bases capitalistas la sociedad no tiene ninguna posibilidad de avanzar.”(Los marxistas y la revolución bolivariana), podemos observar los prejuicios que una cultura de supremacía cultural ha generado en las propias filas del campo socialista, donde la “dirección marxista fuerte y con autoridad”, aquella que debe estar preparada para “dirigir” y “llevar a las masas a la victoria”, todavía no entienden que las formas de lucha para encontrar escapatoria al callejón sin salida, será obra de los sujetos nacional-populares mismos, y que las ex colonias son todavía blanco del colonialismo de derechas y de izquierdas.

Este es solo un síntoma de lo que abunda como colonialismo de izquierda. Desde allí las pequeñas voces de la historia están condenadas a ser masas de maniobra de vanguardias esclarecidas, los rostros del indio marginado, del negro discriminado, del mestizo que lucha por el blanqueamiento, de la mujer negada, de la pedagogía castradora, desaparecen.


El Imaginario crítico socialista debe asumir los retos de la interculturalidad y la pluriculturalidad revolucionaria, debe asumirse como constelación abierta, y no como una ciudadela sitiada, letrada y amurallada de dogmas. Los cristianos y marxistas que hablan de liberación, deben enfrentar sus prejuicios contra las otras voces que no hablan exclusivamente de una mono-cultura religiosa, de una onto-teo-logía de la liberación, o de una razón revolucionaria euro-céntrica, que exalta a la clase obrera-urbana y todo “el resto”, lo etiqueta de “masas”, que denigra de los pueblos indígenas como estadios primitivos del desarrollo histórico, de los campesinos (que siempre son pequeño burgueses), ignora el racismo hacia lo popular-subalterno o coloca a los sectores medios como antesalas automáticas del fascismo.

Habría que recordar que José Gabriel Condorcanqui Tupac-Amarú II, ya antes de la Revolución Francesa, recorrió con otros hermanos y otras hermanas, Nuestra América, con su grito de justicia, alteridad y liberación.

Sólo la visión hegemónica de la historiografía y sociología latinoamericanas, basada en el racismo de nuestras sociedades, sustentadas en la supremacía racial blanca-criolla-europea, impuesta por la invasión europea y la derrota de las naciones indias, racismo expresado sin ambages en las genocidas consignas tales como ‘civilización o barbarie’ u ‘orden y progreso’- sólo desde esa visión se puede intentar ocultar que mientras la Revolución Norteamericana estalló en 1774 y la Revolución Francesa en 1789, en medio de ambas la historiografía liberal o la católico-nacionalista, no ubican absolutamente nada.

Este régimen de invisibilidad se extiende a la mayoría de la historiografía occidental, con honrosas excepciones como las de Boleslao Lewin, Eduardo Astesano, Rodolfo Kusch, José Carlos Mariátegui, Alcira Argumedo, Ernesto Giúdici, Gabriela Mistral, César vallejo, Pablo Neruda, Osvaldo Bayer, Felipe Pigna y Enrique Dussel entre otros. El período comprendido entre la Revolución Norteamericana y la Revolución Francesa, estalló una insurrección popular que conmovió el corazón estratégico del imperio español en América, y que a punto estuvo de liberar los inmensos territorios del Incanato.

La historiografía liberal y católica ocultan que las proclamas de Túpac Amaru, de abolición de la esclavitud, la encomienda y la servidumbre indias, y de toda dominación sobre otras personas, así como de todo poder colonial sobre los pueblos americanos, eran mucho más avanzados que los principios de supremacía blanca de las revoluciones Norteamericana y Francesa. Como señalara Boleslao Lewin, en la América del sur se llevaban a cabo simultáneamente una revolución popular-subalterna, de indios, mulatos, zambos y negros y una revolución criolla, que maduran a veces en contacto pero en general enfrentadas a todo lo largo del siglo XVIII. Una radical, india y popular en su composición étnica mayoritaria y otra criolla, atada básicamente al occidentalismo colonial-moderno. Una obligatoriamente destinada a borrar de raíz todas las formas de explotación, incluidas la Mita, la Encomienda, la Servidumbre, los Obrajes, los Repartos y la esclavitud tal cual entendió y proclamó Túpac Amaru II, eliminando también por lo tanto el dominio colonial.

Es necesario ubicar en su justo lugar la insurrección indígena-popular de Tupac Amaru II en todo este debate. Los revolucionarios que en 1774 levantaron el estandarte de la libertad, para los blancos poseedores en las colonias inglesas del Norte de América y en 1789, proclamaron los Derechos del Hombre –blanco y poseedor- y del Ciudadano Francés, no lo hicieron para las mujeres europeas, ni para las colonias de Francia, ni sus esclavos y pobladores originarios- en París en 1789.

Condorcanqui proclamó por primera vez, en las revoluciones de finales del siglo XVIII, la igualdad y la libertad real y efectiva para quienes poblaban la América española, suprimiendo toda forma de esclavitud y servidumbre. Cuestión que, ni Washington, ni Paine, ni Jefferson, ni Laffayette, ni Danton, ni Napoleón se atrevieron a plantear. Luego del triunfo de Sangarará, Túpac Amaru expidió un mensaje a los pueblos del Perú, volviendo a convocar a los criollos a la unidad con la causa india:

‘Vivamos como hermanos y congregados en un solo cuerpo. Cuidemos de la protección y conservación de los españoles; criollos, mestizos, zambos e indios por ser todos compatriotas, como nacidos en estas tierras y de un mismo origen.’

Es hora ya de quitarse las anteojeras que fueron colocadas por siglos de colonialidad, y re-montarse desde las profundidades de las experiencias existenciales de las múltiples opresiones, para inventar y afirmar un nuevo imaginario crítico socialista, sin el culto a dogmas, a fetiches, sin eurocentrismo, ni modos de subjetivación que truncan la posibilidad de construir diferencias en las diferencias. Porque más que de igualdad, libertad y fraternidad, siguiendo el cancionero de la Revolución Francesa (¡Hasta cuando la Revolución Francesa!), se trata ahora de una nueva democracia participativa post-occidentalista…Para conquistar la justicia, la alteridad y la liberación.

jbiardeau@yahoo.com.mx

martes, 3 de julio de 2007

“INVENTEMOS EL NUEVO SOCIALISMO O ERRAREMOS EN LA BARBARIE”:


Javier Biardeau R.

“Una revolución radical solo puede ser la revolución de necesidades radicales cuyos supuestos y cunas parecen precisamente faltar”

(K. Marx).

1.- LOS DINOSAURIOS Y MINOTAUROS COMO OBSTÁCULOS DEL NUEVO SOCIALISMO

Para el diseño de los socialismos radical-democráticos en el siglo XXI, nos encontramos en un paisaje rodeados de “dinosaurios”, “minotauros” y “unicornios”. Hay algo mas que una simple oposición entre lo “viejo” y lo “nuevo”, artilugio moderno por excelencia, o entre aquello que forma parte de un pasado “realmente existente” y de un “mundo imaginario” y por tanto, posible; sino una invocación a la prudencia para no caer de nuevo en las diversas figuras de la Barbarie Civilizada, encarnadas en los despotismos de derecha y de izquierda. Los dinosaurios y minotauros encarnan figuras emblemáticas del “socialismo realmente inexistente”, unos por dogmáticos e infalibles, apegándose el canon sacrosanto del marxismo-leninismo, otros por su permanente actitud de funcionar como centinelas ideológicos de un “pensamiento único” en la tradición Socialista.

El Nuevo Socialismo del siglo XXI requiere de una ruptura política y epistemológica con todo lo que represente dogmatismo, monolitismo ideológico, pensamiento único, colonialismo, simplificación, censura y razonamiento apodíctico. Los unicornios encarnan, entonces, la imprescindible conexión entre Socialismo y Emancipación, sin la cual, la utopía concreta tendría como destino, como diría el filósofo pragmático, eurocéntrico y liberal-democrático, Richard Rorty, convertirse en una “fantasía privada”.

2.- REACTUALIZAR EL PENSAMIENTO SOCIALISTA, CRÍTICO, PLURALISTA Y RADICAL-DEMOCRATICO:

Sin embargo es conveniente hacer explícitos algunos elementos de la perspectiva que se pretende construir, como corriente ético-política animada por una crítica radical a la dominación social y política, animada desde la doble perspectiva de Marx y Gramsci, para demoler las cadenas de la explotación y superar el fetichismo de la separación entre gobernantes y gobernados, antes de avanzar con la argumentación, ya que es relativamente fácil detectar dinosaurios y minotauros, pero muy difícil detectarlos, cuando se disfrazan de nuevos unicornios. Hablamos de Socialismos en plural, de una pluralidad socialista, porque obviamente la experiencia histórica ha enterrado cualquier formulación universalista y cualquier tentativa de “pensamiento único” acerca del socialismo, formulación universalista con pretensiones de imponer una concepción doctrinaria y mono-cultural, como lo fue la experiencia burocrática-estalinista en su pretensión de construir un bloque de poder y una esfera de influencia de alcance mundial. Tampoco es posible replicar “modelos de revolución”, porque precisamente una “caja de herramientas” si es revolucionaria no operaría con estos contra-sentidos, con esta racionalidad dogmática, con esta impostura reduccionista, que solo servirían como “cartas de navegación” aplicados a otros “referentes” y al contraste comparativo.

Adicionalmente, existe a disposición de los interesados una amplia literatura donde se caracterizan los rasgos autoritarios y despóticos de las experiencias socialistas que se hicieron eco fácil de la crítica leninista a la democracia-liberal, sin ofrecer perfiles democráticos-radicales que rebasasen los límites de la democracia burguesa en su forma paradigmática, como modelo elitista de democracia restringida.

Por esta razón, resulta un extraordinario empobrecimiento teórico, en nombre de la “dictadura del sujeto revolucionario”, con indeseables consecuencias prácticas, descartar en bloque a lo socialismos como tradiciones populares de lucha así como el aprendizaje histórico que desde el ala progresista del liberalismo político (izquierda liberal) propio del sistema-mundo moderno-colonial (Mill y Laski, por ejemplo), y descartar su contribución al patrimonio de la memoria socialista en las luchas en pro de una ciudadanía democrática en la esfera de los derechos sociales y culturales. En pocas palabras, genealógicamente, el Socialismo ha sido postulado por una pluralidad de lugares de enunciación, desde anarquistas libertarios hasta el reformismo socialdemócrata, y por tanto, hay algo que no se puede descartar a priori, aunque hay que tener un criterio muy afinado de selectividad para no caer presos en el programa político de apoyo al “capitalismo democrático de bienestar”, o si se prefiere, en una actitud defensiva ante las críticas al Estado de Bienestar o Estado Social.

Entre aquellos que justificaron una suerte de “socialismo liberal”, desde el punto de vista teórico, figuran pensadores de la intelectual de Norberto Bobbio, que no pueden confundirse con la llamada Tercera Vía a lo Giddens, o posturas “anti-fundacionalistas” (Postestructucturalistas? Postmodernos?), como las de Mouffe-Laclau, y su propuesta de “revolución democrática” para una nueva estrategia socialista. Lo que caracteriza a estas propuestas es su marcado carácter euro-céntrico, distanciándolas de las experiencias, especificidades y particularidades de los territorios sometidos a procesos de colonización y de modernización imitativa, trunca y refleja.

Nuestra tesis afirma que las luchas por los socialismos democráticos, plurales, radicales y arraigados en las tradiciones nacional-populares de resistencia, impugnación y esperanza, proceden de dos puntos de partida: a) del reconocimiento del papel de los “lugares de enunciación” y de “agenciamiento histórico-cultural”, reconociendo la

geografía de las experiencias político-culturales (Mignolo) y, b) reconocer la posibilidad de una torsión de las proposiciones del ala radical-democrática del liberalismo político propia de la tradición moderna, colonial y occidental, para rearticular sus formas y contenidos progresistas con otras formaciones de discurso y acción político-cultural que no pertenecen a la tradición política de la Modernidad euro-céntrica, pero que tienen clara conciencia de la conexión entre emancipación política, justicia económica, eco-dependencia y dignidad nacional-cultural.

Aunque, a los buenos ciudadanos les moleste, gran parte del ideario socialista solo podrá ser reconstruido desde los márgenes del pensamiento euro-céntrico, sin necesidad de caer en el chantaje de los “fundamentalismos”, del “cesarismo populista” y del “fascismo de los vencidos”. Sin embargo, quiero enfatizar que uno de los mínimos democráticos del socialismo posible será dado por los perfiles construidos desde una democracia participativa, radical, pluralista y protagónica, desde el autogobierno de lo anteriormente gobernados, que rebasando los contenidos de la democracia representativa, permitirán la construcción de nuevas ciudadanías sociales y pluriculturales, y por tanto de una nueva esfera pública democrática, condición de posibilidad del quiebre de la explotación y la opresión social.

3.- EL SOCIALISMO ES UNA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA PERMANENTE:

Otro de los mínimos democráticos del Socialismo posible será el de mantener la tensión permanente entre lo instituyente, lo instituido y la institucionalización, entre la potencia y el poder, entre las necesidades radicales y las cadenas de las diversas manifestaciones del fetichismo, y en el terreno jurídico-político, entre el poder constituyente, el poder constituido y la Constitución Normativa. Aquí el derecho y la política vuelven a desmontarse como espacios formalizados por la razón liberal, para ser reconducidos a las luchas sociales y nacional-populares. La forma jurídica tiene contenidos de poder económico, político, social y cultural.

Tratándose de una democracia revolucionaria, y por tanto agonística

de cabo a rabo, la deliberación y las “comunidades de comunicación” estarán permanentemente asediadas por la las pretensiones de desinformar, por el rumor, por la guerra psicológica, por las razones estratégico-hegemónicas y la “comunicación distorsionada” (Habermas) a partir de la tensión entre racionalidades políticas en conflicto y la utopía concreta de la liberación social. Por tanto, la democracia revolucionaria tiende a un estallido del paradigma liberal clásico que ha cosificado la separación entre economía, política, sociedad y cultura, por una parte; y entre el ámbito de “público” y lo “privado”, desconociendo la revalorización que de la esfera pública realizan la acción colectiva de plurales movimientos sociales y fuerzas

políticas.

4.- EL NUEVO SOCIALISMO ES DE MODO INMANENTE CONTRA-HEGEMÓNICO:

Sin embargo, el desplazamiento del monopolio de la voz del liberalismo-democrático en los procesos de influencia social será un

proceso de luchas contra-hegemónicas en el terreno de la construcción de significaciones y sentidos (de la guerrilla semiótica en la multiplicidad de referentes de liberación social y cultural), y en los procesos de acumulación de fuerzas y recursos de poder,; es decir, lo que se ha dado en llamar, “empoderamiento”. Así mismo, las “revoluciones parciales”, acotadas a la transformación democratizadora de estructuras estatales, relaciones sociales y economías nacionales, y a las transiciones “nacional-populares” hacia el Socialismo, han dado paso a una revalorización de las particularidades y especificidades de las posibles transiciones socialistas que reconocen que la construcción de un “socialismo mundial”, forma parte de un espacio-tiempo de transformaciones que en un largo proceso histórico, que transitará por la construcción de bloques regionales de poder contra-hegemónicos, desborda a varias generaciones de movimientos, fuerzas y programas políticos.

Más que obedecer a leyes de “necesidad histórica”, el socialismo será una construcción de la agencia humana, de la actividad humana, de la praxis, una “revolución contra el capital” (Gramsci), una revolución político-cultural de emancipación social y de supervivencia de la vida digna, o simplemente no será. Y esta construcción de la agencia humana transgeneracional tiene que derrumbar de manera más o menos consistente al muro geo-cultural y civilizatorio creado por la sociedad liberal-individualista del sistema-mundo moderno y colonial, y redefinir modelos de desarrollo a escala humana y ambiental. Nada mas y nada menos que transformar los sistemas de

valores, creencias y gramáticas ideológicas profundamente arraigadas que forman parte de la base generativa de los modelos económicos, políticos, institucionales y culturales, y que pisotean como fantasmas, ídolos, palabras e imaginarios el cerebro de lo seres vivos!!!.

5.- LA TRANSICIÓN AL NUEVO SOCIALISMO: ¿DESDE CUÁLES REFERENTES?:

Por otra parte, es muy difícil sostener hoy una mecánica de transición

necesaria entre un sistema socialista y algo llamado comunismo. Lo que Marx visualizó como el fin de la prehistoria (el reino de la necesidad), y el comienzo de la historia (el reino de la libertad) sigue ubicándose en el reino del entusiasmo utópico. Y nuestra época dominada por la ultra-modernidad liberal-occidental segrega cada vez más una crisis de sentido sobre la posibilidad misma de tal entusiasmo utópico, canalizando estas energías en la subcultura del éxtasis posmoderno y de consumismo hiper-segmentado. Sin embargo, existe una fuerte sensibilidad posmoderna que se constituye en un “estado naciente” para reelaborar desde matrices político-culturales diferencialistas a los horizontes socialistas, de la mano de obras como las de Boaventura dos Santos y Rigoberto Lanz. Esto no excluye una cuidadosa demarcación de corrientes que proponen jugadas neo-conservadoras.

Por otra parte, las corrientes postcoloniales ofrecen un invalorable aporte al desmontaje del occidentalismo, que puede ser aprovechado para recrear lo agencimientos socialistas. ¿Acaso la experiencia soviética no se proponía alcanzar como meta la imagen de bienestar consumista del campo capitalista del “primer mundo”? ¿El año 1989 no fue acaso una pragmática evaluación colectiva del sistema soviético como fracaso de la promesa de ese particular “reino de la libertad” reducido a la pura y simple “soberanía del consumidor”? ¿Qué futuro le espera a las innumerables nacionalidades y culturas sometidas por la imposición mono-cultural del colonialismo? Las razones postcoloniales pueden contribuir decisivamente a colocar en la agenda del debate las historias locales frente a los diseños globales, y reivindicar los tonos de la descolonización del pensamiento en el propio terreno de los horizontes socialistas.

Por otra parte, no resulta descabellado enfrentarse a operaciones de

transformismo ideológico de extraordinaria eficacia a partir de los acontecimientos de 1989, como la asimilación del capitalismo realmente existente con el reino de la libertad, cuando la experiencia de millones de personas bajo el capitalismo mundial experimentan la mas intensa privación, humillación y sobre-explotación bajo el salvaje auge del proyecto neoliberal / neoconservador. Sin embargo, constatamos como las culturas mediáticas licuan estas experiencias y sugieren que la causa de esta situación es la “falta o ausencia de capitalismo”, y no la desregulación social y política de la lógica del capital. Los horizontes socialistas deben enfrentar los dominios desbocados del imperio mediático y su contribución al metabolismo del capital a partir de la diseminación de un “régimen de necesidades”, constituyéndose en el verdadero “príncipe posmoderno” de las corporaciones transnacionales, consolidando junto a otros aparatos culturales una red integrada de dispositivos de modulación del control social, de la vigilancia y la “persuasión coactiva” generalizada.

En síntesis, las controversias contemporáneas entre modernos (liberales, conservadores y radicales), posmodernos (conservadores, resistentes y oposicionales) antimodernos (fundamentalistas y nostálgicos de las monarquías del “ancien regime”), trans-modernos (pos-ideológicos o de izquierda) y poscoloniales (Latinoamericanos, Caribeños, Africanos o Asiáticos), pudieran generar nuevas recepciones y reinterpretaciones de lo que pudiera significar una nueva discusión de las experiencias y visiones Socialistas en el siglo XXI.

La dispersión teórica en el terreno pensamiento social es un factum de la situación presente, pero la realidad de los movimientos de resistencia, impugnación y esperanza por otra parte ha venido generando prácticas de articulación entre pensamientos-saberes críticos frente al capitalismo neoliberal y los movimientos de acción colectiva que van sedimentando los nodos de una reticular y molecular praxis contra-hegemónica. Sin embargo, hasta ahora, el estado del arte de la discusión no remite al Socialismo como foco central de la agenda de reflexión, sino a una apreciación de las tendencias, contradicciones y dislocaciones del “capitalismo global”. De allí la interrogante: ¿cuál socialismo?, ¿el de los dinosaurios?, ¿el de los minotauros?, ¿el de los unicornios?.

Esta brecha de la reflexión pudiera comenzar a saldarse si se clarifican los términos del debate, y si se sabe hacia donde apuntan las nuevas aperturas conversacionales en términos políticos, pues pareciera que las fuerzas político-partidarias que se identifican con el ideario socialista a escala mundial poco dicen sobre la posibilidad de un nuevo socialismo en el siglo XXI, e incluso se encuentran en un franco retraso ante las lógicas impulsadas por los movimientos alter-mundistas (¿Otro índice de la muerte de la fertilidad del partido único de la revolución de inspiración leninista? ¿La muerte de la vanguardia como acceso privilegiado a la línea política y epistemológica “correcta”?).

Hablamos de socialismos en el siglo XXI, porque sin esta lectura no habrá posibilidad alguna del “Socialismo del siglo XXI”. Para que sea del siglo XXI tiene que situarse inevitablemente en el presente histórico del siglo XXI; es decir abordar el pluralismo socialista desde un talante contemporáneo y cosmopolita. ¿Qué significa en el presente histórico problematizar las experiencias socialistas y las visiones socialistas para el siglo XXI?

Significa ni más ni menos, realizar un verdadero balance de inventario, y levantar sobre las huellas del siglo XIX y XX, los nuevos horizontes socialistas, reconociendo las limitaciones colonialistas y euro-céntricas de proyectos que idealizaron un mito de progreso articulado exclusivamente al industrialismo, la burocratización de la existencia y la lógica unidimensional de la racionalidad instrumental. Entre estas huellas, es impostergable redefinir la relación de cualquier programa político con la obra teórica y política de Marx, por ejemplo, con todo el “socialismo y comunismo teórico”, y con los “socialismos históricos”. Hoy es inevitable, analizar desde una perspectiva no euro-céntrica todas las huellas del socialismo, y enfrentar la impostergable interdependencia entre nuevo socialismo (nueva economía mixta de estilo socialista con un marcado acento popular- autogestionario) y la nueva democracia (con marcado acento en la participación y protagonismo del mundo popular y de las escalas locales). Un nuevo poli-centrismo democratizador y socializador a través de redes político-culturales para un mejor-vivir.

Al mismo tiempo nos enfrentamos a temibles “minotauros”. No solo es impostergable contar con el hilo de Ariadna y con las habilidades de la real-politik para enfrentar los minotauros de las formaciones capitalistas propias del sistema-mundo colonial-moderno, sino tener presente que el “socialismo histórico” creó sus propios horrores, laberintos y monstruos: los minotauros que bajo el codificación estalinista del llamado “marxismo-leninismo” pretendieron crear una “visión unitaria” del proceso de “transición al socialismo”, del “comunismo” y otras fabulaciones. Hay que echar a la basura toda la

dogmática estalinista, y sobre todo, echar a la basura las actitudes estalinistas. Frente al despotismo burocrático hay que levantar un plural movimiento de emancipación socialista libertario.

6.- CONJURAR LA VOLUNTAD DE DOMINIO, LA BUROCRACIA Y EL VERTICALISMO EN LAS FUNCIONES DE MANDO:

El Nuevo Socialismo es una ruptura del Socialismo Burocrático, o con mayor precisión, del Estatismo oligárquico. Incluso, consideramos que hay que romper con el imaginario jacobino de la Revolución, en el cual una minoría selecta se constituye en destacamento de vanguardia para devenir en “nueva clase dominante”. La revolución socialista es una larga y zigzageante transición democratizadora que nace en las entrañas de las contradicciones y dislocaciones del capitalismo global, bajo la convicción de que cualquier otra opción nos hunde aún más en la barbarie. Ya Rosa Luxemburgo lo había planteado, no se trata de espontaneísmo, se trata de no sustituir al sujeto nacional-popular en la transformación de las relaciones de poder, explotación, coerción y hegemonía. Sustituir al pueblo, transformarlo en masa pasiva-dependiente o en clientela no es nuevo socialismo, es populismo autoritario. Cualquier desvío del ideario democratizador y de la construcción de un protagónico poder popular conduce a cualquier revolución socialista al fracaso.

Los minotauros de izquierda se encarnaron en vanguardias de aparato, burocracias, terrorismos de estado, servicios de espionaje, dispositivos de control, en despotismos diversos que han dejado desolado el entusiasmo utópico por el socialismo. Tanto las formaciones capitalistas como las formaciones del colectivismo oligárquico, mejor difundido como “socialismo realmente existente”, han legitimado a la voluntad de dominio como fin y único móvil de la política, y es cada vez mas obvio que las personas comunes y corrientes intuyen y sienten que el fin último de la política a escala planetaria sigue siendo la conquista, acumulación y conservación de recursos de poder para someter a otros… a pesar de sus resistencias. A este sometimiento barnizado se le ha denominado pomposamente como “gobernabilidad”. Y obviamente, “gobernabilidad” contra el pueblo. Se trata de que el sujeto nacional-popular se auto-gobierne, de allí que el socialismo sea radical-democrático.

Este sujeto nacional-popular es constitutivamente diverso, desborda los alineamientos clásicos de las clases, y no se limita a la famosa alianza obrero-campesina. Las estructuras sociales latinoamericanas son más multiformes y diferenciadas que las referidas en los manuales euro-céntricos, incluyendo la literatura generada en el campo soviético. La heterogeneidad estructural, social y cultural de las formaciones sociales en Nuestra América, requieren una nueva perspectiva para la construcción de una “voluntad colectiva” socialista, que sea nacional-popular y bajo el horizonte de la “patria grande”. Allí hay un campo neocultural para la construcción de un bloque de poder regional contra-hegemónico.

El socialismo radical-democrático ha sido históricamente la lucha contra la separación entre propietarios y no propietarios, entre controladores de la gestión y dependientes del control, entre administradores y administrados, entre gobernantes y gobernados, entre los auto-denominados “ilustrados” y los hetero-denominados “incultos”, separaciones que reproducen incesantemente formas de explotación, dominio y manipulación ideológica. Por esta razón, el socialismo ha incluido en toda su historia luchas por la socialización de la gestión económica atacando las fuentes de la desigualdad y la explotación, la lucha por la socialización del poder político y la democratización del Estado, y simultáneamente, la socialización del saber y la construcción de una nueva plataforma cultural liberadora.

Sólo desde una revolución político-cultural que profundice la soberanía cognitiva del movimiento nacional-popular es posible una re-apropiación y resignificación de los diferentes “medios de producción”: de bienes, de coerción, de consenso, de códigos, saberes y valores. Los medios de producción no son exclusivamente económicos, son políticos, institucionales, culturales.

7.- EL NUEVO SOCIALISMO ES LA RADICALIzACIÓN DE LA DEMOCRACIA, NO SU NEGACIÓN:

La hegemonía histórica del “marxismo autoritario” y todos los regímenes de aparato que se han denominado “socialistas” han presentado características regresivas desde el punto de vista de la tradición democrática, si se comparan históricamente con los regímenes de las sociedades liberal-burguesas reguladas por variaciones del “Estado democrático y social”, donde una mezcla de conquistas y cooptaciones ha dado lugar a los “derechos democráticos” y las luchas por figuras cada vez mas progresivas de “ciudadanía” (cívica, política, social, cultural).

Históricamente la tradición democrática es anterior al Imaginario Socialista. La articulación entre la construcción de una voluntad general, la igualdad y la justicia social generó a la izquierda. La descalificación de la herencia libertaria de Rousseau es típica de un dispositivo liberal que utiliza a Locke para justificar sus temores a perder el modelo de subjetivación del capitalismo: el individualismo posesivo de los propietarios. Lo que no dicen es que el individualismo posesivo es la base civilizatoria de la catástrofe social y ambiental del siglo XXI. Transformar este individualismo posesivo, egoísta, miedoso y competitivo en subjetividades fraternas, solidarias y constructoras de sentidos del bien común y de la revalorización de la esfera de lo público, implica re-personalizar la política desde un sentido comunitario. Diversas comunidades de personas libres, personas asociadas libremente, y no colectivismo ni individualismo. Allí está el reto del Nuevo Socialismo. De un nuevo socialismo radical-democrático. Frente a esta situación, voces como la de Rosa Luxemburgo en su análisis de la revolución rusa nos lleva al quid del

asunto:

Y cuanto mas democráticas sean las instituciones, cuanto más vivaz y enérgico sea el pulso de la vida política de las masas, tanto más directo y exacto será el influjo ejercido por estas, por encima de rígidas etiquetas de partido, de listas electorales envejecidas, etc. Cierto: toda institución democrática tiene limitaciones e insuficiencias, cosa que comparte, desde luego, con cualquier institución humana. Pero el remedio que han hallado Trotsky y Lenin, la eliminación de la democracia en general, es peor que la enfermedad que ha de curar: porque obstruye la fuente viva de la que podrían emanar, y sólo de ella, los correctivos de todas las insuficiencias inherentes a las instituciones sociales. La vida política activa, enérgica y sin trabas de las más amplias masas populares.”(RL)

Así mismo, la liquidación de las libertades democráticas es una obvia prolongación del imaginario jacobino:

“El presupuesto tácito de la teoría de la dictadura en el sentido leninista-trotskista es que la revolución socialista es una cosa para la que existe una receta acabada que esta en el bolsillo del partido revolucionario y que solo basta con emplear la energía para hacerla realidad” (RL).

Y en otro fragmento que para los pelos de punta ante la experiencia vivida en el siglo XX:

“(...) La libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para los miembros del partido, por muy numerosos que puedan ser, no es libertad. La libertad es siempre únicamente la del que piensa de otra manera. No es ningún fanatismo de “justicia”, sino porque todo lo que de pedagógicamente, saludable y purificador tiene la libertad política depende de esta condición y pierde esta eficacia si la libertad ‘se convierte en un privilegio.”(RL)

Podríamos multiplicar exponencialmente las citas y los autores desterrados de la ortodoxia político-cultural. La genial escritura fragmentaria de Antonio Gramsci, los destellos consejistas de Karl Korsch, la tan ignorada obra del socialista alemán Arthur Rosenberg “Democracia y Socialismo. Historia política de los últimos ciento cincuenta años. 1789-1937”, y muchas voces más sepultadas en la memoria oficial de los aparatos. Se ha sepultado del imaginario socialista que la democracia revolucionaria es “socialismo y más democracia”, y no “estatismo y menos democracia”.

La democracia revolucionaria trata de manera muy esquemática de fusionar en un proceso histórico marcado por la “política de las mayorías”, el autogobierno de la colectividad con grados superiores de control y posesión colectiva de los principales medios de producción de bienestar y mejor vivir. Y es aquí, donde democracia revolucionaria y democracia social se articulan para promover un nuevo proyecto de economía mixta de estilo socialista como forma de transición para el logro de un mejor vivir; es decir, de la escala humana y ambiental de una real emancipación para todos, contra los minotauros de izquierda y de derecha.

Por otra parte, los minotauros de derecha, los legitimadores de las formaciones capitalistas hicieron todo lo posible para reducir las expectativas populares sobre el concepto de democracia, desde la codificación de Joseph Shumpeter hasta la Comisión Trilateral, interpretaciones que condenaron cualquier idea de profundización de la democracia como una amenaza para la estabilidad y la “gobernabilidad” del sistema político y económico; dando lugar a la democracia de baja intensidad y al compromiso entre elites, coartada a la medida de los intereses de la plutocracia global y su diseño imperial.

Lo que se ha venido obturado, como señalaba Rosemberg, desde hace más de 200 años es que “la democracia como cosa en sí, como una abstracción formal no existe en la vida histórica. La democracia es siempre un movimiento político determinado, apoyado por determinadas fuerzas políticas y clases que luchan por determinados fines”; por tanto, tras las formas retóricas del movimiento hay que analizar los intereses y fines políticos que determinados grupos, sectores y clases persiguen.

En el caso de los minotauros de las formaciones del llamado “socialismo real”, desde la década de los 20 del siglo XX, los aparatos postergaron por “razones de fuerza mayor” un debate sustantivo sobre la democracia, y desde ese momento el socialismo democrático fue relevado por la esterilidad de una socialdemocracia sin socialismo (reformismo) y un “socialismo” sin democracia (revolución). A partir de allí, y como afirma lúcidamente Edgar Morín, es obvio que “el socialismo dejo de ser un concepto unitario”.

No basta sin embargo, con racionalizar el fracaso del campo soviético a partir del cómodo expediente del chivo emisario. Stalin no fue el creador del Gulag. El Gulag habitaba ya en la desfiguración del horizonte ético y utópico que animó la “crítica de la economía política”, que se devaluó en una forma de pragmática política, en la desfiguración del “análisis concreto de la situación concreta” por el cálculo instrumental de fuerzas anónimas donde la condición humana fue solo cifra, variable, masa de maniobra, y perdida de la voz y del rostro. ¿Cómo “cambiar la vida” (Rimbaud) desde ese lugar?.

8.- EL NUEVO SOCIALISMO SE FECUNDA DE LA HETERODOXIA SOCIALISTA DE LOS SIGLOS XIX Y XX:

Hablar de socialismo(s) en el siglo XXI implica una mirada frontal con la amnesia colectiva de los trayectos, márgenes y horizontes socialistas que quedaron tapiados en el camino. Y sobre todo cuestionar las premisas euro-céntricas y colonialistas presentes en el ideario socialista. Desde nuestra perspectiva, solo reivindicando a los socialismos desde los márgenes, poniendo a circular una proliferación de diferencias, tensiones e incluso oposiciones, es donde se hace posible reavivar la llama del entusiasmo utópico, replanteando la construcción de la unidad en la diversidad a partir de metódicas democratizadoras.

La fecundidad de los Socialismos desde los márgenes contrasta con la

esterilidad del “régimen de verdad” de los aparatos. Estos socialismos en plural, con sus desarrollos desiguales y especificidades histórico-culturales, permiten nuevos locus de enunciación, y permiten hablar del “socialismo” como una verdadera constelación de sensibilidades,

ideas, creencias, valores e imaginarios de emancipación.

No se trata de simples oposiciones de valores, entre libertad e igualdad, por ejemplo; sino del modo de articulación de un complejo de valores en el cual están presentes de modo sinérgico el derecho a la vida, la justicia, la igualdad, la libertad y la solidaridad. El socialismo, desde nuestra perspectiva será la lucha por ampliar los espacios de libertad (Foucault), confrontando abiertamente las condiciones de desigualdad, injusticia, explotación, vulnerabilidad y exclusión que reproducen una “libertad real para algunos pocos”. Por esta razón, la estrategia socialista depende de una “revolución democrática” y de una praxis contra-hegemónica de fuerzas nacional-populares, que junto a movimientos anti-institucionales, anti-patriarcales, anti-autoritarios, eco-políticos y de sensibilidades ecuménicas, planteen las bases de un nuevo espacio-tiempo de transformaciones radicales de todos los espacios de poder, moleculares y molares, como los Estados-Nación y las instancias de poder supranacionales.

Ciertamente, las definiciones de la democracia y del socialismo están condenadas inevitablemente al “conflicto de interpretaciones”, por una parte, y a una pluralidad de perspectivas, por la otra. Esta pluralidad ofrece fortalezas y no debilidades. Requerimos de una proliferación de sensibilidades a lo Benjamín, para rememorar y no perder nuestro vínculo con esas huellas, y renovar la lealtad con el a priori del dolor de la plural condición humana, fundamento precario de los saber(es) y los pensamiento(s) críticos, frágil fundamento que desmonta las certezas amalgamadas por los practicantes del racionalidad instrumental capitalista, y que no puede reducirse a una suerte de “humanismo sentimental”.

9.- HAY QUE LUCHAR CONTRA EL IMPERIO…Y CONTRA DINOSAURIOS Y MINOTAUROS:

¿En qué se ha transfigurado la vanguardia intelectual de los minotauros, sino en las voces del dominio y la exclusión? ¿Qué diferencia existe entre la verdad oficial del príncipe moderno encarnado en el “Estado-Partido único” y este príncipe posmoderno que usa la “opinión publica” para modelar los patrones de interpretación y sensibilidad social?. ¿Qué queda en pié de la Modernidad liberal-eurocéntrica? ¿La soberanía del consumidor y sus simulacros de libertad?. Nuestros minotauros pueden identificarse a la perfección, son las plutocracias capitalistas y las “nomenclaturas” políticas del colectivismo oligárquico, que han gestionado diseños globales sin huella alguna del poder de las historias locales y del protagonismo de los lugares-mundos de lo nacional-popular.

La lucha por la justicia social y por la preservación de la vida digna sobre el planeta implica un frontal antagonismo con el Imperio y sus razones imperiales. Pero también es una lucha contra los despotismos que se incuban en el propio campo contra-hegemónico. De allí, una doble lucha, una lucha contra el poder global concentrado, y por otra parte, una lucha contra las voluntades de dominio nacientes, contra la reproducción de la lógica del dominio que prefigura una “nueva clase dominante”. Así como el capitalismo ha sido definido por la reproducción ampliada de su metabolismo, que es la lógica de la acumulación por la acumulación misma en cuadro social de explotación; también la reproducción del metabolismo requiere de la reproducción de las condiciones que garantizan la continuidad de la lógica de la acumulación: es decir, la lógica del dominio social, político y cultural. Frente a la tendencia a reproducir la acumulación del poder y la concentración de las funciones de mando, se requieren contra-tendencias con capacidad regular la transformación de la potencia social en despotismo político. En definitiva, sólo a través de una democracia participativa, radical, pluralista y protagónica es posible contener las fuerzas de la codicia capitalista y la voluntad de dominación encarnada en fetiches nacional-estatales. Sólo allí, están las condiciones de posibilidad de los nuevos horizontes socialistas, desde nuevos sujetos nacional-populares. Sin esta democratización sustantiva, el Socialismo del Siglo XXI será de nuevo una reiteración de aquella sentencia: “Los sueños de la razón engendran monstruos”.

domingo, 1 de julio de 2007

Crítica a la tecnocracia y aportes metodológicos para la Constituyente Universitaria



Carlos Lanz Rodríguez.



Desde que comenzó el debate sobre la problemática universitaria, en esta nueva coyuntura signada por la manipulación propagandística del imperio y sus socios criollos, de nuevo se reproducen algunos criterios sobre los cambios que hay que impulsar en la educación superior donde encontramos posturas ideológicas que se inscriben en lo que coloquialmente se le está conceptuando como “derecha endógena” o tecnocracia, queriendo indicar la presencia de enfoques y prácticas conservadoras de la vieja “cultura adeca” al interior del proceso bolivariano.

A propósito de la propuesta de constituyente universitaria, se está repitiendo argumentos de esa vieja conseja, matizados por el pragmatismo y el realismo político. Como estas posturas las conocimos en el año 2000 (cuando propusimos impulsar la constituyente universitaria en forma paralela y articulada a la constituyente educativa que desarrollamos para ese entonces desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte), se hace indispensable librar un duro combate para superar estos obstáculos ideológicos que pueden de nuevo entrabar las transformaciones planteadas en la universidad.

Al interior de los organismo rectores de la educación superior (Ministerio, OPSU, CNU, Rectorados) han existido grupos o individualidades que se asumen políticamente como de izquierda o progresistas pero en el terreno pedagógico son de derecha. Esta paradoja ha confundido y decepcionado a más de un universitario en Venezuela, siendo una categoría de análisis para comprender por qué no hemos avanzado en los cambios sustanciales de la universidad.

Veamos algunos ejes argumentales que han enarbolado algunos sectores “progresistas” para no adelantar las iniciativas de cambio:

1.- La invocación de las relaciones de fuerza: los enemigos del proceso tienen el control de las instituciones y hay que negociar y establecer un modus vivendi con ellos repartiendo cuotas de poder o alianzas electorales para garantizar la gobernabilidad.

2.- La problemática universitaria es muy compleja y no se puede dejar en manos de personas no expertas (se refiere a los profesores, profesoras, estudiantes, empleados, empleadas, obreros y obreras) por lo tanto se nombra una comisión especializada en la reforma curricular o reestructuración académica, contratando asesores de renombre, denominados “curricultores”, los cuales presentarán estudios y diagnósticos después de largos procesos de análisis. Se trata de la vieja treta gatopardista: CAMBIAR PARA QUE NADA CAMBIE.

3.- La democracia participativa y protagónica (voto paritario de los estudiantes, inclusión de empleados y obreros) no es viable por la naturaleza de la función docente o razones de excelencia académica, y resulta peligrosa porque pueden ganar los enemigos.

4.- El poder constituido debe prevalecer, enmarcando los propósitos de cambio en la ley, en los reglamentos y normas, ya que de lo contrario se puede “anarquizar” la situación.

5.- Hay que evitar saltos en el vacío y acciones aventureras como las tomas, la constituyente es vanguardista, por ello, si toma cuerpo es mejor hablar de “transformación universitaria” para no espantar a nadie.

6.- La comunidad o el pueblo no puede entrometerse en los asuntos de la universidad, ya que afectaría la autonomía y la libertad de cátedra. La contraloría social no aplica en la universidad.

7.- La revolución científico-técnica demanda talentos, por lo cual no todos pueden acceder al mundo académico. Las pruebas de aptitud, los requisitos de admisión, son filtros para garantizar la calidad y la excelencia.

Si algún revolucionario que hace vida universitaria ha vivido en carne propia las derivaciones de este tipo de argumentación dadas por gente que en el gobierno bolivariano ha tenido responsabilidades en la conducción de las universidades, las ha leído o se las han contado, esta no es pura casualidad y no se confunda, ya que estas son posturas de derecha, con dosis de oportunismo y pragmatismo.

Estos 7 indicadores de la batería argumental conservadora y tecnocrática no dejan de estar presente de nuevo en la coyuntura, lo que hace obligante su confrontación, reivindicando el PROCESO POPULAR CONSTITUYENTE:

  • En la nueva cultura política que estamos construyendo el “poder constituyente” es un rasgo definitorio de la democracia y la participación. En el caso de la universidad, lo que está planteado es activar este poder de toda la comunidad: profesores, profesoras, estudiantes, empleados, empleadas, obreros y obreras.

  • Es importante distinguir el poder constituyente originario, el proceso constituyente y sus momentos, los órganos o instancias del poder constituyente. Se trata de hacer coherente el qué y el cómo de este poder popular.

En lo relativo al poder constituyente de la comunidad universitaria, visto desde el ángulo de la nueva cultura política que debe superar los enfoques y prácticas tecnocráticas, está íntimamente asociado a la “democracia del saber”:

1.- Hoy por hoy, el malestar o el descrédito de la democracia, tiene que ver con la forma caricaturesca de participación política: yo participo, tú participas nosotros participamos.. OTROS DECIDEN. Esta conjugación del verbo participar, denota la presencia del monopolio y la jerarquía del saber que concentra el poder decisorio sobre la base de la experticia. Estamos en presencia de una derivación del la División Social del Trabajo como relación de producción del régimen capitalista.

2.- Esta precisión conduce a una definición clave de filosofía política del socialismo revolucionario que enfrenta la división social del trabajo capitalista: LA SOBERANIA POLÍTICA Y LA LIBERTAD ESTA CUALIFICADA POR LA SOBERANÍA COGNITIVA, “SER CULTO PARA SER LIBRE” como diría Martí o “MORAL Y LUCES SON NUESTRAS PRIMERAS NECESIDADES” en Bolívar. Dicho de otra manera, la participación integral demanda que el ciudadano pueda “pensar con cabeza propia” y pueda aportar a la elaboración, planificación, ejecución y evaluación de las políticas públicas, tal como está planteado en el Art. 62 de la CRBV. De esta manera se logra unidad entre la teoría y la práctica en el proceso político-social.

3.- SABER ES PODER, en consecuencia el proceso constituyente involucra la democratización del saber, la producción colectiva de conocimiento, aplicando una epistemología constructiva.

4.- En el caso de la constituyente universitaria, la activación del poder de la comunidad (profesores, profesoras, estudiantes, empleados, empleadas, obreras y obreros) pasa necesariamente por implicar tales actores en la formulación de la propuesta sobre la universidad que queremos.

5.- Una de la estrategia implicante que proponemos se concreta en postular unos TEMAS Y PREGUNTAS GENERADORAS, tal como lo planteó Paulo Freire en la educación popular.

6.- Esta fue una de las orientaciones metodológicas aplicada en la Constituyente Educativa en el año 2000.

Como una contribución al debate sobre la estrategia participativa a emplear en la constituyente universitaria, vamos a reseñar parcialmente un documento que elaboramos sobre la metodología empleada en la constituyente educativa en el año 2001, donde se materializó la propuesta de dialogo de saberes e interacción constructiva entre los actores educativos.

Cuando nos incorporamos al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, ya habíamos contribuido a la elaboración del guión de política educativa del Programa de Gobierno del Cmdte Chávez en la campaña de 1998. El Frente de Educadores por la Constituyente de los Estados Lara, Aragua, Carabobo, entre otros, le entregamos en esa época al entonces coordinador del área social del Programa de Gobierno Héctor Navarro, un documento denominado EDUCACION PARA LA VIDA Y LA LIBERTAD, donde estaban plasmadas las propuestas alternativas del movimiento pedagógico recogidas durante una serie de jornadas previas, muchas de las cuales fueron recogidas en el programa de gobierno.

Ya estando en el ministerio nos encontramos que los expertos tenían un proyecto educativo de laboratorio, para ser aplicado con los procedimientos administrativos tradicionales. El ministro de ese entonces, Héctor Navarro, se opuso a esa práctica burocráticay planteó la Constituyente Educativa y nos tocó la responsabilidad de elaborar la estrategia metodológica que se iba a emplear en este proceso inédito, muy al calor del proceso constituyente que llevaría a elaborar la actual CRBV.

Las líneas que siguen, reseñan el balance de la aplicación de la metodología empleada en la constituyente educativa, esperando que algunas de sus enseñanzas puedan servir de referencia para la constituyente universitaria, sobretodo en lo que tiene que ver con el nuevo modo de producción de conocimiento que intenta superar la división social del trabajo capitalista.

LA CONSTITUYENTE EDUCATIVA COMO ESTRATEGIA PARA ALCANZAR LA LEGITIMIDAD SOCIOCULTURAL EN EL CAMBIO EDUCATIVO Y LOGRAR LA PERTINENCIA DE LOS APRENDIZAJES COMO ASPECTO BÁSICO QUE PERMITE LA ELEVAR LA CALIDAD EDUCATIVA Y EL COMBATE A LA EXCLUSION SOCIAL.

1.- ALCANCE DE LA ESTRATEGIA APLICADA EN LA PROCESO DE ELABORACIÓN DEL PROYECTO EDUCATIVO NACIONAL ( PEN )

En el Proyecto Bandera del MECD“Constituyente Educativa ”desarrollado en el año 1999, recorrimos un itinerario donde se puede observar desde las diversas regiones del país la elaboración colectiva de las propuestas político-pedagógicas las cuales dan vida y son el basamento fundamental del Proyecto Educativo Nacional.

En tal sentido, se desarrolló un conjunto de estrategias metodológicas a fin de darle la debida legitimidad sociocultural a las propuestas educativas.

Por esto, en el método de trabajo, propusimos algunos pasos que orientaran la participación de la comunidad educativa, suscribiendo un enfoque que combina la etnografía educativa y la teoría crítica.De allí la espiral de este proceso:

A.- Docentes, alumnos, alumnas, representantes y comunidad en general, conversan, indagan, comparten y elaboran propuestas para la transformación de la educación.

B.- Tal proceso abarca la reflexión realizada en diversos espacios: desde el salón de clase, las escuelas, las redes, las parroquias, los municipios, los estados o regiones, hasta alcanzar la dimensión nacional.

C.- Sistematización de las propuestas, clasificando sus contenidos en unidades temáticas, (según la agenda que establecimos inicialmente propusimos seis (6) temas para la discusión), ubicando coincidencias y diferencias, detectando aspectos a profundizar y desarrollar.

D.- Las propuestas se triangularon con otros sujetos y fuentes: en principio con las propias experiencias y criterios del equipo de sistematización, también con las ópticas de grupos profesionales o expertos, de igual manera, se toman en cuenta los aportes institucionales (en este caso, los puntos de vista de las coordinaciones de Programas y Proyectos del ME y de los centros universitarios que forman docente), las investigaciones previas y las elaboraciones del movimiento pedagógico y de los frentes de educadores por la constituyente.

En este proyecto, este momento tiene un significado especial por cuanto se concretan los diálogos de saberes donde el docente juega un papel fundamental debido a que se parte de sus experiencias y puntos de vistas en el aula y se ha conectado con otros conocimientos más sistemáticos y formalizados. Este proceso permite fortalecer la legitimidad institucional y alcanzar una mayor validez político-conceptual del proyecto.

E.- Devolución de la información sistematizada a los actores educativos involucrados y nueva elaboración colectiva de las propuestas.

Si evaluamos este procedimiento constitutivo del camino que escogimos para construir la Constituyente Educativa y lo comparamos con las actividades realizadas, encontraremos que se cubrieron los diversos pasos acordados y en el itinerario de la metodología general,estamos en los actuales momentos (Julio de 2001 ) en el proceso de sistematización final de las propuestas.

Sin embargo, este no ha sido un proceso lineal, sino que ha estado matizado por diversas circunstancias no sólo metodológicas, sino político, sociales y culturales, concretados en variados espacios: la escuela, la región, el MECD.

Es importante destacar las implicaciones del esfuerzo de sistematización realizado, ya que en nuestro país hay poca cultura de la evaluación de proyectos y mucho menos de su sistematización.

El proceso de sistematización donde se clasificó el conjunto de propuestas realizadas por las regiones, es en sí misma una interpretación, por cuanto más de 1000 páginas fueron resumidas en 62 (Editadas como la VERSION PRELIMINAR DEL PEN. Diciembre de 1.999). En un primer momento, se resumieron de una manera textual lo que se dijo y se propuso en los eventos estadales e interregionales. Esto significa que en este enfoque se toman en cuenta las opiniones de los actores educativos, sus puntos de vista, experiencias, sueños y esperanzas, valorando sus cualidades intrínsecas y el contexto de donde surgen, sin poner a depender su valor en la cantidad o la frecuencia con que aparecen en los documentos, registros, discusiones, etc. Estamos en presencia de una fase de la Constituyente Educativa con un claro predominio del elemento etnográfico. Pero del debate colectivo y de las reflexiones (inherentes a la evaluación-sistematización) surgieron diversos elementos críticos que nos condujeron a profundizar la indagación y la conceptualización de este proceso. Al mismo tiempo que se registran e interpretan los significados de los actores involucrados en el hecho educativo, se introducen conceptos, categorías, valores, análisis que problematizan o ponen en discusión los referidos puntos de vistas.

Esta combinación teórico metodológica entre la etnografía y la teoría crítica, se expresa en diversos momentos del proceso de elaboración, y en particular, en la manera de recabar, procesar e interpretar las propuestas.

Después de haber realizado esta experiencia durante 2 años y 6 meses aproximadamente,(algo inédito en la elaboración de propuestas educativas desde el MECD ) poseemos ahora mayores elementos de juicio para valorar la pertinencia política, social y cultural, de la metodología que venimos defendiendo y aplicando, sobre todo,en la dirección de valorar y respetar los puntos de vistas de los actores educativos (docentes, alumnos, representantes) comprendiendo desde su contexto y desde su subjetividad, el sentido que le dan a sus acciones y palabras, el significado que tiene para ellos el cambioo la innovación pedagógica.

Este reconocimiento o punto de partida etnográfico, no ha significado renunciar a tener opiniones propias y puntos de vista divergentes, críticos o problematizadores, sino que asumimos el diálogo de saberes y la confrontación como método para elaborar colectivamente y avanzar en la construcción consensuada del proyecto.

En el propio enfoque de sistematización que venimos desarrollando, está contemplada la necesidad de trascender el nivel simplemente descriptivo, interpretando datos y experiencias, comprendiéndolos y a partir de allí, elaborar teóricamente.

En tal sentido, resulta importante citar a uno de los autores que ha venido aportando sobre los enfoques de sistematización en esta última perspectiva. Nos referimos a Oscar Jara, quien en su ensayo: Tres posibilidades de sistematización: comprensión, aprendizaje y teorización, nos describe LO QUE NO ES SISTEMATIZACIÓN:

Narrar experiencias (aunque el testimonio pueda ser útil para sistematizar, debe ir mucho más allá de la narración)...

Describir procesos (porque, aunque es necesario hacerlo, se requiere pasar del nivel descriptivo al interpretativo)... Clasificar experiencias por categorías comunes (esto podría ser una actividad que ayude al ordenamiento, pero no agota la necesidad de interpretar el proceso)...

Ordenar y tabular información, hacer una disertación teórica, ejemplificada con algunas referencias prácticas...

Señalando críticamente los límites que poseen algunos criterios parciales sobre la sistematización, Oscar Jara nos conceptúa las implicaciones teóricas de este proceso:

…La sistematización es aquella interpretación crítica de una o varias experiencias, que, a partir de su ordenamiento y reconstrucción, descubre o explicita la lógica del proceso vivido, los factores que han intervenido en dicho proceso, cómo se han relacionado entre sí, y por qué lo han hecho de ese modo…

... todo un esfuerzo por comprender el sentido de la experiencia... esta interpretación sólo es posible si previamente se ha ordenado y reconstruido el proceso... se caracteriza por descubrir la lógica con la que ese proceso se lleva a cabo... La sistematización de una experiencia produce un nuevo conocimiento, un primer nivel de conceptualización a partir de una práctica concreta...

En nuestra experiencia, la caracterización realizada sobre lo que no es sistematización y de lo que ella significa como producción de conocimiento, ha sido una buena prevención teórica contra el empirismo y la simple recolección de dato, vistos ambos aspectos políticamente neutrales.

Esta lectura crítica de la sistematización debemos ahora complementarla con los puntos de vista de otro autor, que defiende los métodos cualitativos, específicamente, la sistematización bajo pautas etnográficas. Se trata de Alfonso Torres Carrillo, quien en su ensayoLa sistematización desde la perspectiva interpretativa”, nos plantea lo siguiente:

...la sistematización comprensiva se convierte en una negociación cultural, un cruce de interpretaciones, saberes y lógicas entre los diversos actores... se trata de poner en escena las diversas interpretaciones de la experiencia, cuyo sentido es una producción, una actividad constructiva desde el cual sus diversos participantes le dan dirección y sentimiento a lo vivido...

...desde la perspectiva de sistematización que hemos asumido, ésta no sólo es una experiencia cognitiva, sino es una construcción de sentido y una vivencia formativa... Como construcción de sentido, potencia los procesos de constitución de la identidad colectiva, sin ocultar por ello la diversidad de vivencias, la pluralidad de miradas y la existencia de conflictos que la constituyen.

En estos párrafos están sugeridos los alcances de tipo cualitativo de la sistematización:

·La comprensión hace de la sistematización una negociación cultural, un cruce de saberes, no hay jerarquía o monopolio en el conocimiento.

·Se pone en escena las variadas interpretaciones y en esa construcción, los participantes le dan sentido y dirección a sus actos.

·No se trata sólo de aspectos cognitivos, sino también vivenciales, que permiten construir lazos de identidad colectiva.

·Esto no implica desconocer diferentes puntos de vistas, formas de sentir y los conflictos de intereses.

Compartir estos criterios teóricos y metodológicos sobre la sistematización y viabilizar su aplicación en el proceso de elaboración en el cual estamos incursos, ha exigido cierto rigor en los procedimientos y técnicas que necesariamente tienen que ser participativas, dialógicas, interactivas (por ello excluimos las técnicas o instrumentos no implicantes que se remiten a consultas pasivas, descontextualizadas y generalizantes: los tradicionales sondeos de opinión, consultas, “encuestas”, “cuestionarios”) al mismo tiempo, ha estado presente la importancia de incorporar la lectura crítica y problematizadora.

Todo lo anterior, se hace comprensible porque hemos hecho énfasis en los problemas de método, siendo exigentes en preservar la estrategia participativa y de implicación de los actores educativos, sin descuidar el cuestionamiento, la duda y las interrogantes que nos permiten nuevas búsquedas.