domingo, 23 de marzo de 2008

POR UNA ECOLOGIA POLÍTICA RADICAL



RIGOBERTO LANZ

Probablemente el ámbito donde mejor se aprecia hoy la impronta de la complejidad y el talante de una mirada transdisciplinaria es justamente la agenda ambiental. Allí concurren todos los saberes, variadísimas sensibilidades, una gran multiplicidad de componentes.Es un potente campo para la experimentación intelectual y para los ensayos socio-políticos más audaces. También se concentran allí hoy por hoy los más acuciantes problemas planetarios, no sólo los terribles males de la degradación de los eco-sistemas, sino más dramáticamente aún, el abismo de una eco-depredación que hace inviable la vida misma sobre la tierra.La preocupación medio-ambiental tiene diferentes motivaciones y reúne a gente de las más dicímeles procedencias ideológicas. Esa es, a la vez, su fortaleza y su debilidad. En ciertos escenarios puntuales y al calor de algunas luchas ecologistas relativamente consensuales, es posible congregar a una multiplicidad de factores muy heterogéneos. Al contrario, cuando se trata de puntualizar una posición de fondo sobre la naturaleza misma del modelo civilizatorio que el capitalismo ha impuesto planetariamente, su paradigma científico-técnico, su modelo educativo, su cultura, en fin, su modo de producción y reproducción de la vida, entonces los perfiles epistémicos e ideológicos se ponen de bulto y entran en conflicto. Allí ya no hay acuerdo.Desde una ecología política radical la pregunta es por la naturaleza sustantiva de la racionalidad dominante de esta civilización. No se trata de aliviar las lacras del post-capitalismo, ni de reorientar el mal uso de las ciencias y de las técnicas. El asunto es otro. Se trata de impugnar las prácticas y discursos de toda una cultura fundada en el paradigma del dominio de la naturaleza, en la ideología del "progreso", en la idolatría del "crecimiento" y toda una constelación de creencias e intereses que le son consustanciales.No se trata de un partido político ni de una "escuela" de pensamiento en la que los intelectuales se inscriben para pertenecer a una familia ideológica. El asunto va más bien por el lado de una crítica teórica que desemboca en un abanico de consecuencias políticas a ser gerenciadas según las elecciones de cada quien. En el camino son muchas las zonas de cercanías y distanciamientos con posturas intelectuales que a su modo formulan también un cuestionamiento al status quo reinante. Así las cosas, se pueden visualizar campos de coincidencias con los amigos que defienden el "desarrollo sustentable", con los defensores del ambiente, con los pacifistas, con las feministas, con infinidad de agrupamientos alrededor de los derechos humanos, en torno a la diversidad cultural, de cara al diálogo de civilizaciones y tantas otras modulaciones de movimientos sociales e intelectuales que se activan críticamente en torno a problemas de variadísima naturaleza.En la búsqueda de plataformas de convergencia son muchos los ensayos que están posibilitados por la gravedad de los problemas planetarios que confronta la humanidad. Mas esta vocación de puesta en común no puede disimular las divergencias, no puede montarse sobre el falso supuesto de un consenso porque están a la vista maneras muy diferentes de entender la naturaleza de la crisis y los caminos entreabiertos para superarla.Una ecología política radical es una opción intelectual y política para posicionarse en la agenda mundial de los grandes debates. También es una bitácora para que las luchas puntuales en cualquier lugar del mundo encuentren formas de condensación para emprendimientos de mayor envergadura. Es sobre manera un intento por entender la lógica de los fenómenos del presente sin sucumbir a la miopía del pragmatismo. La estrategia parece clara: vuelo rasante para mirar de muy cerca, vuelo de altura para ampliar el horizonte.La radicalidad de la crítica no consiste en la arrogancia con la que es proferida sino en la contundencia con la que remueve los cimientos. Es allí justamente donde se juega la pertinencia de una ecología política radical. Es precisamente allí donde le invitamos a jugar. Anímese.

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