| RIGOBERTO LANZ rlanz@cipost.org.ve |
Hay síntomas cada vez más claros de una recuperación política de los factores democráticos dentro de la derecha venezolana. Ello quiere decir que la derecha histérica está reducida a los bordes del folklore de grupúsculos fascistoides sin ninguna relevancia. Hasta hace poco estas tendencias le marcaron la agenda a los sectores conversadores del país. Ahora parece que las cosas van cambiando: la derecha que practica las reglas democráticas para la vida pública está enrumbando su propia agenda y no sería imposible que termine por imponer ese perfil al resto del conservadurismo nacional.
Dentro de este heterogéneo campo de la derecha democrática hay núcleos críticos que no se contentan con la simple apología del neoliberalismo, que critican incluso los excesos del capitalismo salvaje. Ello no tiene nada de extravagante.
Sabemos que a nivel mundial también se observan tendencias y voces que toman distancia de la barbarie globalizadota (esto es claro en Europa en temas como la invasión a Irak, en cuestiones ambientales, en temas de derechos humanos y muchos otros ámbitos).
En Venezuela esto es mucho menos evidente por la precariedad intelectual de la derecha que hace vida política. Para tener ideas de derecha lo primero que se requiere es tener ideas.
Entre nosotros esta pequeña operación resulta una proeza: mire usted cualquier escaramuza de debate público para constatar este desolado panorama de ignorancia enciclopédica de los voceros de la derecha. En esas condiciones no es fácil entrar en las complejidades de un pensamiento que merece no sólo respeto sino su obligada concurrencia para cualquier debate significativo. Comprenderá el amigo lector que una discusión con Max Weber, con Giovanni Sartori, con Raymond Aron o con Mario Vargas Llosa resultará siempre aleccionador para todos los sectores. ¿Por qué? Sencillamente porque este tipo de personas es capaz de plantear ideas para el debate. Es probable que no concordemos con ninguna de esas ideas pero seguramente podremos establecer un diálogo donde se deslindan las concepciones, donde se clarifican las posiciones de cada quien, donde los argumentos ocupan el lugar de los disparates.
Los sectores críticos de la derecha democrática tienen mucho que aportar para un nuevo proyecto de país. Pueden empujar progresivamente al conjunto del conservadurismo del país y pueden también ser apropiados interlocutores de las distintas izquierdas que se mueven en la acera de enfrente. Esta tendencia no existe orgánicamente en un solo punto del mapa político. Se trata más bien de voces diseminadas en muchos agrupamientos y por ello mismo con grandes dificultades para posicionarse en las disputas ideológicas de los sectores conservadores. Esta derecha –más intelectual que política– tiene su chance en la dirección inversa del radicalismo guarimbero que todavía se anida por allí en los rincones de las miserias humanas. Por ello no tiene más remedio que desmarcarse de la derecha histérica y dar permanentes muestras de su racionalidad política.
La agenda de debates que ocupa la atención de las distintas "vanguardias" en el mundo (para mi gusto, la más avanzada es la que postula las tesis del "Crecimiento Cero" o el "Decrecimiento") está abierta para la interlocución de todas las tendencias intelectuales que tienen algo que decir en esos campos. Ello no es monopolio de la izquierda ni es secuestrable por estrategias de instrumentación de partidos o gobiernos. Por ello parece sensato esperar en un horizonte temporal de mediano plazo un debate que en verdad justifique ese nombre entre corrientes intelectuales colocadas en bandos opuestos. Esa es la discusión que podría abrir caminos nuevos, enriquecer los acervos de cada tendencia y sobrepasar las "caimaneras" entre facciones teóricamente opacas.
La izquierda de la derecha es una metáfora que nombra la zona pantanosa en la que muchísima gente pulula por ausencia de opciones de envergadura. Nadie asegura que estos sectores marcarán la pauta en el tiempo que viene. Sólo constatamos que desde estos parajes hay voces que deben ser escuchadas con seriedad. Que se expresen entonces.
Dentro de este heterogéneo campo de la derecha democrática hay núcleos críticos que no se contentan con la simple apología del neoliberalismo, que critican incluso los excesos del capitalismo salvaje. Ello no tiene nada de extravagante.
Sabemos que a nivel mundial también se observan tendencias y voces que toman distancia de la barbarie globalizadota (esto es claro en Europa en temas como la invasión a Irak, en cuestiones ambientales, en temas de derechos humanos y muchos otros ámbitos).
En Venezuela esto es mucho menos evidente por la precariedad intelectual de la derecha que hace vida política. Para tener ideas de derecha lo primero que se requiere es tener ideas.
Entre nosotros esta pequeña operación resulta una proeza: mire usted cualquier escaramuza de debate público para constatar este desolado panorama de ignorancia enciclopédica de los voceros de la derecha. En esas condiciones no es fácil entrar en las complejidades de un pensamiento que merece no sólo respeto sino su obligada concurrencia para cualquier debate significativo. Comprenderá el amigo lector que una discusión con Max Weber, con Giovanni Sartori, con Raymond Aron o con Mario Vargas Llosa resultará siempre aleccionador para todos los sectores. ¿Por qué? Sencillamente porque este tipo de personas es capaz de plantear ideas para el debate. Es probable que no concordemos con ninguna de esas ideas pero seguramente podremos establecer un diálogo donde se deslindan las concepciones, donde se clarifican las posiciones de cada quien, donde los argumentos ocupan el lugar de los disparates.
Los sectores críticos de la derecha democrática tienen mucho que aportar para un nuevo proyecto de país. Pueden empujar progresivamente al conjunto del conservadurismo del país y pueden también ser apropiados interlocutores de las distintas izquierdas que se mueven en la acera de enfrente. Esta tendencia no existe orgánicamente en un solo punto del mapa político. Se trata más bien de voces diseminadas en muchos agrupamientos y por ello mismo con grandes dificultades para posicionarse en las disputas ideológicas de los sectores conservadores. Esta derecha –más intelectual que política– tiene su chance en la dirección inversa del radicalismo guarimbero que todavía se anida por allí en los rincones de las miserias humanas. Por ello no tiene más remedio que desmarcarse de la derecha histérica y dar permanentes muestras de su racionalidad política.
La agenda de debates que ocupa la atención de las distintas "vanguardias" en el mundo (para mi gusto, la más avanzada es la que postula las tesis del "Crecimiento Cero" o el "Decrecimiento") está abierta para la interlocución de todas las tendencias intelectuales que tienen algo que decir en esos campos. Ello no es monopolio de la izquierda ni es secuestrable por estrategias de instrumentación de partidos o gobiernos. Por ello parece sensato esperar en un horizonte temporal de mediano plazo un debate que en verdad justifique ese nombre entre corrientes intelectuales colocadas en bandos opuestos. Esa es la discusión que podría abrir caminos nuevos, enriquecer los acervos de cada tendencia y sobrepasar las "caimaneras" entre facciones teóricamente opacas.
La izquierda de la derecha es una metáfora que nombra la zona pantanosa en la que muchísima gente pulula por ausencia de opciones de envergadura. Nadie asegura que estos sectores marcarán la pauta en el tiempo que viene. Sólo constatamos que desde estos parajes hay voces que deben ser escuchadas con seriedad. Que se expresen entonces.
* Publicado en El Nacional, Domingo 17/02/2008
1 comentario:
Estoy habituado a que las definiciones estén al inicio de los textos; para evitar confusiones semánticas inútiles. En éste escrito la definición más importante es el último párrafo . ¿Mala fé?, ¿detalle de última hora?
En lo personal me considero un socialista que desea una revolución, inmerso en "la zona pantanosa en la que muchísima gente pulula por ausencia de opciones de envergadura". Pero el pantano no es mio; es de los partidos antiguos y presentes.
¿Pertenezco a la "Izquierda de la Derecha" o es necesario una redefinición? Esto lo considero urgente e importante porque la fase "Chavez" da síntomas de agotamiento como proyecto de avance. Es necesario dejar claro, tú lo sabés mejor que yo, que lo importante es la utopía que orienta y moviliza; no la utopía que enmascara errores.
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