jueves, 15 de febrero de 2007

Navegando entre-líneas: posmodernidad, política y socialismo

Javier Biardeau R.


Para comenzar, la apertura conversacional hacia el multi-verso (Maturana) dejando atrás la obsesión moderna-colonial: el Universo, la cárcel ontológica. Quedémonos con las interpretaciones y con historicidad de las verdades…pantarhei… Posmodernidad: sensibilidad crítica de la mono-cultura dominante como paradigma de la razón.

Revisemos algunos planteamientos de sesudos articulistas de oposición: Emeterio Gómez, Aníbal Romero y Carlos Blanco.

Emeterio ha pisado firme sobre un terreno móvil “…empecemos por precisar el error crucial de Occidente: creer que la razón puede captar la realidad empírica que está fuera de nosotros; no percibir que la racionalidad es apenas una re-presentación de esa realidad. No la verdad, ni "lo que las cosas son en sí mismas", sino una opinión acerca de ellas.” (El Universal; 7-01-2007). Si, Emeterio, una opinión con su propio “régimen de verdad” (Foucault) y con un poderoso efecto de legitimación en el dispositivo tecno-científico (Lyotard). Pero lo posmoderno puede convertirse sin mas, en una nueva voluntad de dominio.¿Es la verdad una simple pirueta del poder?. Se requiere una vuelta de tuerca adicional, la pos-modernidad es un tránsito inevitable, pero es insuficiente…el más allá de la posmodernidad es una obra abierta…fin y comienzo, estado naciente conciente de la barbarie generada por los meta-relatos de legitimación, tal vez allí, este la clave; los pensamientos contra-hegemónicos están siempre en suspenso, inconclusos, abiertos…complejos como el devenir multidimensional (Morin).
Lo siguiente es un verdadero extravío de lo razonable: “Si queremos derrotar a Chávez tenemos que exorcizar nuestra cultura occidental. Tenemos que asumir el título del hermoso libro de Schopenhauer: El mundo como representación y voluntad, una síntesis de la crisis de la filosofía griega. La intuición final de que la razón a la que aún nos aferramos es apenas una interpretación de la realidad ¡una ideología más!” (El Universal; 7-01-2007). Para derrotar a Chávez hace falta mucho más que “exorcizar” la “cultura occidental”, o rebatir a la posmodernidad, la oposición tiene que construir una mayoría democrática. Allí es donde se demuestra la terrenalidad de un pensamiento. El socialismo “chavista” no depende del “marxismo” o del “posmodernismo”, ¡Dios lo libre!, je, je… Depende de una mayoría democrática, del poder popular. También depende de pasiones y razones, de múltiples argumentaciones, de pensamientos críticos y contra-hegemónicos, entre los cuales versaran discípulos de Marx y de otros tantos, de Nietzsche, Wittgenstein y Heidegger, para gusto de Emeterio, de Abdel-Malek, Dussel, Mignolo o Chomsky, para gusto de otros, de Martí, Zapata, Sandino, Mariategui y el Che, dirán otros… de Gustavo Guitierrez y el Cura Camilo dirán también, y así sucesivamente… hasta sumergirnos en la raíz nacional- popular y anti-imperialista de la “revolución bolivariana”. Raíz indígena, afro-americana, popular, mestiza subalterna, otras cosmovisiones, otras formas de vida. “¿Caos telúrico? Sólo para aquellos que ignoran el equilibrio entre Pachamama y Pachatata, la cruz del cuzco, entre otros mitos que se articulan en el Imaginario popular indo-americano. Ignoran el “pueblo profundo” y les arrojan anzuelos de Modernidad. He allí la tragedia de la derecha liberal.
Como planteaba Mariátegui, se trata no sólo de figuras del racionalismo moderno-occidental, sino de acompañarla con una fe, del papel del mito en las historias subalternas junto al rigor del pensamiento crítico, de la construcción de una voluntad colectiva (Gramsci) y de una hegemonía filosófica recordando que “todos los hombres y mujeres filosofan, lenguajean, argumentan”: revolución socialista. O Socialismo o Barbarie (Rosa Luxemburgo).

Pero no cualquier socialismo, no se trata de los prejuicios coloniales de la tercera internacional comunista. Se trata de un socialismo plural, pluricultural, de una revolución cultural democrática descolonizadora como lo ha dicho Evo. Se trata de la dimensión pasional del enunciado desde el mundo de los oprimidos (Freire), de la enunciación de las voces subalternas (Guha), no de la proposición lógica formal (Aristóteles). No se trata de sistemas teóricos revolucionarios, de principios filosóficos conclusos, que vanamente buscan en Heinz Dietrichtz o Meztsaros el santo grial de la revolución, se trata de los contenidos concretos del horizonte utópico que anima las mentes y los corazones de las mayorías populares.

De lo que carece la oposición es de horizonte utópico (Good bye Chicago boys, Good Bye Mr. Hayek, Mr. Friedmann, Mr. Buchanan), carece de mitos e imaginarios de emancipación. También carecen, y gracias a Dios, de la fuerza pregnante de aquellos mitos reaccionarios típicos de la derecha histérica que animan textos como “mi lucha” de Hitler (o sus derivaciones anticomunistas, ver mentalidades de inciso sexto) que construyan al menos, formaciones análogas a los camisas negras o los SA (Pinochet, último testamento del fascismo latinoamericano). La derecha se ha quedado sin piso popular, porque se ha desenmascarado su simulacro de democracia. Como han reiterado los prejuicios de derecha: “no todos los asuntos pueden ser sometidos a consultas populares.”

Chávez ha logrado separar lo que se articuló de manera histórica y contingente en la Modernidad Colonial: el liberalismo ramplón de la propiedad privada y el demos popular: aquel que inspira la consigna: ¡¡¡ el pueblo unido jamás será vencido!!!. Falta saber, si esta separación no liquidará lo positivo del liberalismo democrático: los derechos humanos. El Socialismo por venir se alimentará de una multiplicidad de tradiciones, memorias, voces y esperanzas de justicia social, igualdad y emancipación. Si la derecha histérica quiere rebatir algo, tendrán que derrotar a este bloque de valores e ideas político-culturales en la batalla de la opinión y del poder de la esfera pública.

Ahora bien, la revolución encierra peligros y riesgos. El autoritarismo, el monolitismo ideológico y el dogmatismo no son patrimonios exclusivos de la derecha. Relativa razón puede percibirse en algunos planteamientos de Aníbal Romero (El nacional; 27 de Diciembre de 2006): “… la teoría marxista del "bonapartismo" o "cesarismo", pues resulta herramienta útil para el esclarecimiento del actual escenario nacional. En ese rumbo importa señalar que el pensador marxista italiano Antonio Gramsci, siguiendo a Marx y sus estudios sobre política francesa del siglo XIX, afirmó que el cesarismo expresa un marco de fuerzas sociales en conflicto que alcanzan un "balance catastrófico". Se trata, escribe, de "fuerzas sociales que se estabilizan de modo tal que la continuación de su enfrentamiento sólo puede llevar a su destrucción recíproca El cesarismo, como mando unipersonal de un caudillo, surge cuando una sociedad dividida y exhausta confía a un individuo el papel de árbitro, colocándole en el vértice de una situación "caracterizada por un equilibrio de fuerzas que avanza a la catástrofe".

Lo que omite, de manera ideológicamente sesgada Romero, es que Gramsci habla de dos modalidades de Cesarismo: “Pero el cesarismo, si bien siempre representa una solución “arbitral”, confiada a una gran personalidad, de una situación histórico-política caracterizada por un equilibrio de fuerzas de perspectivas catastróficas, no posee siempre el mismo significado histórico. Puede haber un cesarismo progresivo y uno regresivo, y el significado exacto de cada forma de cesarismo, en último análisis, puede ser reconstruido por la historia concreta y no por un esquema sociológico. Es progresivo el cesarismo, cuando su intervención ayuda a triunfar a la fuerza progresiva aunque sea mediante ciertos compromisos y moderaciones limitativas de la victoria…Se trata de ver si en la dialéctica <> prevalece el elemento o el elemento restauración (…) (Gramsci-El Cesarismo. Notas sobre Maquiavelo y el Estado Moderno)”.

Supongamos, que Chávez pueda ser expresión del “Cesarismo Venezolano”. En los términos de Gramsci, el Cesarismo de Chávez será claramente revolucionario aunque personalista, y traduce tanto un grado de madurez de los sectores populares para romper de manera pasional e instintiva con el capital, como un síntoma de inmadures ético-política de una formación político-partidista para ejercer funciones de dirección intelectual, cultural y política. De allí la ausencia de un instrumento político-partidista y una grave debilidad de los aparatos culturales contra-hegemónicos conformados por “intelectuales orgánicos” que sirvan de soporte. La crisis de los partidos de izquierda, la crisis de los referentes de izquierda y la crisis de los intelectuales de izquierda van de la mano en Venezuela, conformando no una vanguardia sino una retaguardia. Esta debilidad se expresa brutalmente con la ausencia de “cuadros revolucionarios”, “crisis ético-política”, “ausencia de dirección colectiva”. Aquí se inscribe el debate sobre el PUSV y el cuestionamiento de una tercera debilidad de la revolución: burocratismo, corrupción, personalismo.

Sin embargo, Aníbal Romero extrae conclusiones exactamente opuestas a las que aquí justificamos: “¿Se comportará el César democrático como árbitro estabilizando la turbulencia, tal como lo pide la sociedad, o empujará las fuerzas más allá del equilibrio hacia la catástrofe? Cuando uso el término gramsciano "catástrofe" me refiero a la posibilidad de la dictadura desembozada, como culminación de una dinámica cesarista que pretenda trascender el papel arbitral, y transformar al país en una dirección socialista. Ésta es la interrogante cuya dilucidación definirá el carácter de los tiempos por venir.”. Romero, utiliza un subterfugio textual cuando dice:… como lo pide cuál sociedad?. Obviamente la sociedad del privilegio: la sociedad liberal. Chávez más que arbitrar entre “democracia y socialismo” como lo plantea Romero, arbitrará las líneas de construcción del Socialismo en un cuadro de nuevas contradicciones. ¿Catástrofe?...depende, depende…demasiado pronto para profetizar…

Entramos al terreno complejo, el debate del Socialismo. Aquí también la derecha espera su oportunidad para capitalizar las debilidades del debate interno en el seno del campo revolucionario. Carlos Blanco (El Universal, 7-01-2007) plantea: “Intelectuales con distinto grado de vinculación al chavismo han encendido sus alarmas. Su inquietud se relaciona con la operación relámpago con la que el caudillo impone sus tesis. Chávez ha dictado unas instrucciones que deben ser cumplidas en forma inmediata, de lo contrario, los discrepantes se convertirán en gelatinosos aliados, cuando no en enemigos solapados.”
Blanco utiliza los siguientes argumentos: “En un documento que circula en la red, Edgardo Lander sostiene que "[t]oda posibilidad de formular como proyecto de futuro la construcción de una sociedad democrática alternativa al orden capitalista concebida como el Socialismo del Siglo XXI, tiene que iniciarse, necesariamente, con un debate profundo sobre la experiencia histórica del socialismo del Siglo XX, especialmente del socialismo que realmente existió en lo que fue su expresión hegemónica, el socialismo soviético". Más adelante indica "[d]e no abrirse y profundizarse este debate, se corre el riesgo de que la idea del socialismo del siglo XXI se convierta en una consigna hueca. ¿En este caso el enunciado, lejos de contribuir a aclarar ideas, sólo puede contribuir a ocultar la ausencia de reflexión colectiva y construir una falsa noción de consenso -el consenso del no debate- sobre un asunto tan crítico para el futuro del país?. La experiencia histórica sugiere con contundencia que la identidad Estado-partido no es la vía que conduce hacia la democracia".
Así mismo, cita a Rigoberto Lanz: "Me parece demasiado claro que estamos en presencia de una coyuntura signada por una tensión brutal entre la lógica de los aparatos y la lógica de los movimientos, entre la racionalidad burocrática del Estado y la racionalidad emancipatoria del poder popular. El debate sobre el socialismo, el partido, y sobre la idea misma de revolución, muestra palmariamente el fondo de estas contradicciones. Nada extraño por lo demás, vista la experiencia histórica de estos mismos debates en el seno de los agrupamientos de izquierda en todo el mundo. La clave en el tiempo que viene es empujar con fuerza toda tendencia que intente saltar este límite pragmático que impregna la agenda de discusión. No hay que esperar mucho desde el poder constituido. Las fuerzas emergentes están en otros lados. El poder subversivo de la crítica hará su trabajo. La apuesta por una expansión radical de los espacios de libertad (otra idea de 'democracia') se abrirá camino. Las operaciones administrativas concertadas entre aparatos no agregarán nada a esta dinámica. Me parece que la estrategia debe orientarse hacia el terreno de la organización del poder popular y sus nuevas modalidades de gestión política. Desde luego, sin dejar pasar ninguno de estos anacronismos teóricos que se deslizan con demasiada impunidad".
La tesis de Carlos Blanco es cristalina: “La demanda de quienes participan del lado de Chávez es, simplemente, discutir. El problema con el que se confrontan es que la ausencia de controversia no es un pequeño error de método, sino un elemento consustancial al proyecto presidencial. Un proceso neo-autoritario como el actual, requiere una concentración máxima de poder en el Estado y, en el paroxismo de esa dinámica, una masiva acumulación de poder en el presidente de la República, con el socorrido argumento de la necesidad de derrotar a los enemigos. Esto implica el ejercicio absoluto de la voluntad política y, dentro de ésta, podría decirse así, de la voluntad intelectual del jefe. La identificación soviética entre el proletariado, el partido y el Estado, se traduce aquí en la identificación entre el pueblo, la Fuerza Armada, el Estado, el (próximo) partido único, y el líder.”(El Universal; 7-01-2007)
Su conclusión es automática e inevitable: “La consagración de la infalibilidad revolucionaria del nuevo césar se revela en la decisión de fundar el partido único. La pluralidad partidista implica, aunque no sea más, un amago de debate público; cuando todas esas corrientes se vean sumergidas bajo el mando del camarada Presidente, que a su vez es comandante en jefe de la Fuerza Armada, secretario general y líder del pueblo, todas las discusiones serán "internas": es decir, no existirán.(…) La consecuencia de esa sabiduría concentrada en el líder no puede conducir más que a su condición de personaje indispensable y tal necesidad absoluta, ya que los dictadores clásicos no son posibles porque no son admitidos en el mundo globalizado, se resuelve por la vía de la reelección indefinida, que, lentamente, se inocula como objetivo deseable en las almitas revolucionarias. (…) No pasará mucho tiempo sin que los críticos, tras ser reconvenidos, sean discretamente marginados. Es posible que más pronto que tarde, vean que detrás del rojo rostro de la promesa socialista, se encuentre el más conocido y negro del militarismo latinoamericano, que varias veces ha sido de derecha y otras veces, aunque menos, ha sido de izquierda. Pero siempre, invariablemente, militarismo fascistoide.”.
Carlos Blanco espera la manifestación de contradicciones, para aprovecharlas como debilidades del proceso de transformación. Esto debe ser claro para quienes presionan legítimamente por debate constructivo y crítico, quienes tendrán que moverse con suma astucia para no ser estigmatizados de lado y lado. El debate del Socialismo del siglo XXI será obra de la autorreflexión del pueblo sobre sus experiencias y proyectos de transformación radical, y no de intelectuales selectos, aunque será imprescindible rigor intelectual. El propio estatuto de los intelectuales revolucionarios está a la orden del día. ¿Se mantendrá la tradición socialista del siglo XX donde los “mandarines ideológicos” predominarán bajo el estandarte del privilegio epistemológico (Kaustky y sus derivados) o se creará una nueva articulación entre la elaboración teórica de concepciones críticas del mundo y la praxis de transformación desde lo popular y lo subalterno. El debate está abierto, Chávez debe escuchar la sabiduría indo-americana. Chávez, acerca tu oído a la tierra…y escucha, escucha y afina tus sentidos…la contrarrevolución acecha.

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